Los documentos publicados por Cage reflejan cómo, entre 2009 y 2013, Emwazi fue vigilado, sometido a escuchas, arrestado en Tanzania por orden británica, trasladado a Holanda para ser interrogado por agentes del MI5 y amenazado para convertirse en informante de los espías de Londres.
“Lo que estamos viendo es la falta de disposición para mirarnos a nosotros mismos y el papel que desempeñamos alienando a nuestros propios jóvenes”, ha lamentado el presidente del colectivo, Asim Qureshi, sobre el rechazo categórico de las autoridades británicas a admitir los efectos perversos de su manera de enfrentarse al terrorismo.
Cage (“jaula”, en inglés), la asociación que dirige Qureshi, dedicada al apoyo a los jóvenes musulmanes acosados por la Policía británica, publicó ayer sábado toda su correspondencia con Emwazi ante la negativa de los estamentos oficiales británicos a considerar que la persecución del informático pudo contribuir a empujarlo por la vía del radicalismo.
Los documentos publicados por Cage (aquí, en inglés) reflejan cómo, entre 2009 y 2013, Emwazi fue vigilado, sometido a escuchas, arrestado en Tanzania por orden británica, trasladado a Holanda para ser interrogado por agentes del MI5 y amenazado para convertirse en informante de los espías de Londres.
El MI5 no limitó su acoso a Emwazi, sino que afectó también a su familia y a su prometida, e incluso se le impidió en repetidas ocasiones trasladarse a su país natal, Kuwait, para trabajar y fundar una familia, pese a que no constaba ninguna imputación contra él. Tampoco se le abrieron vías legales para protestar por el trato que estaba recibiendo.
Según declaró el propio Emwazi durante ese período, cuando se negó a convertirse en colaborador de la Inteligencia, le dijeron “vas a tener muchos problemas… se va a saber de ti… te van a estar siguiendo… la vida se te hará difícil”.
Según declaró el propio Emwazi durante ese período, cuando se negó a convertirse en colaborador de la Inteligencia, le dijeron “vas a tener muchos problemas… se va a saber de ti… te van a estar siguiendo… la vida se te hará difícil”.
Posteriormente, durante su vida corriente, tuvo tratos con agentes secretos, como uno que se hizo pasar por comprador de un ordenador portátil, a quien ‘se le escapó’ el nombre de Emwazi, sin que este lo hubiera mencionado antes.
Al mismo tiempo, las autoridades de su país natal le impedían desplazarse al emirato del Golfo Pérsico para reunirse con su esposa y trabajar, dado que el MI5 lo había hecho deportar de Tanzania con anterioridad, y se negaba a facilitarle algún documento que mostrara que no había ninguna causa judicial abierta contra él.
En un correo electrónico publicado el sábado por el diario londinense ‘The Daily Mail’ (aquí, en inglés), Emwazi decía sentirse ‘hombre muerto’. Tomaba pastillas y pensaba en el suicidio para liberarse del acoso policial.
El viernes, el primer ministro británico David Cameron tachó de ‘completamente reprobable’ la acusación de que la actuación del MI5 influyó en la radicalización de Emwazi.
El día anterior, Cage había señalado a Emwazi como probable autor encapuchado de numerosas ejecuciones por decapitación grabadas y difundidas por la banda terrorista takfirí EIIL (Daesh, en árabe). El verdugo en cuestión era conocido por sus cautivos como ‘John el carcelero’, hasta que la prensa británica le atribuyó el sobrenombre islamófobo de ‘John el yihadista’.
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