Por Ivan Kesic
Shush es una de las primeras ciudades del mundo y la más antigua de Irán. Tenía dimensiones grandiosas para su época, y ha conservado el mismo nombre desde sus orígenes.
La antigua Shush contaba con un zigurat, una estructura que se desarrolló por primera vez en la meseta iraní y en las tierras bajas del Juzestán, y que luego se extendió por toda Mesopotamia.
Shush, conocida como Susa en persa moderno, es una ciudad milenaria situada en el suroeste de Irán, en la provincia de Juzestán, aproximadamente a 20 km al sur de Dezful y a 50 km al oeste de Shushtar.
Se encuentra en la fértil llanura arqueológica de Susiana, al pie de los montes Zagros inferiores, una zona moldeada por la erosión del piedemonte y los depósitos fluviales de los ríos Karun, Dez y Karkheh.
Estos tres grandes ríos, junto a otros menores como el Shavur —que fluye por la ribera oriental de la antigua Shush—, hicieron que las tierras bajas del Juzestán fueran excepcionalmente fértiles, lo que facilitó el desarrollo de la agricultura.
La importancia de estos cursos de agua en el establecimiento de la ciudad queda patente en el hecho de que Shush fue fundada en el tramo más estrecho entre los ríos Dez y Karkheh, con apenas 12 kilómetros de separación, mientras el río Shavur corría paralelo entre ambos.
Estos ríos, combinados con una red de canales, no solo proporcionaban abundante agua, sino que también servían como defensas naturales ante posibles amenazas externas. Para reforzar la protección y reducir el riesgo de inundaciones, los primeros asentamientos urbanos se construyeron sobre montículos elevados.
Los arqueólogos estiman que los vestigios más antiguos de un asentamiento neolítico rudimentario en la zona datan de hace unos nueve mil años, y que la ciudad plenamente desarrollada ya existía hacia el quinto milenio antes de nuestra era, es decir, hace casi siete mil años.
Esto convierte a Shush en una de las ciudades más antiguas del mundo y la más antigua de Irán, a pesar de que otras localidades como Ray (actualmente parte de la provincia de Teherán), Kashan, Yazd y Hamadán también disputan ocasionalmente ese título.
Sin embargo, estas otras ciudades se reconocen por evidencias arqueológicas de asentamientos antiguos con nombres originales desconocidos, desarrollo urbano poco claro y sin pruebas concluyentes de ocupación continua.
En cambio, existen evidencias arqueológicas concretas que confirman que Shush fue una gran ciudad de la antigüedad. Los registros escritos muestran que su nombre ha permanecido inalterado desde los albores de la escritura humana hasta la actualidad, respaldado por fuentes históricas que atestiguan una ocupación continua e ininterrumpida.

La llanura de Susiana incluye también otros dos importantes yacimientos arqueológicos: Chogha Bonut y Chogha Mish, cuyos orígenes son contemporáneos —o incluso anteriores— a los de Shush, aunque ambos fueron abandonados hace miles de años.
A grandes rasgos, los orígenes de Shush pueden dividirse en tres fases: una aldea neolítica hacia el año 7000 a.C.; su crecimiento como ciudad prehistórica, conocida como Shush I, hacia el 4500 a.C., antes de la invención de la escritura; y su desarrollo posterior como ciudad antigua, Shush II, caracterizada por la escritura protohistórica alrededor del 3500 a.C.
La datación por radiocarbono (C-14) indica que el asentamiento urbano fue establecido ya en el año 4395 a.C. Con una superficie de aproximadamente 15 hectáreas, Shush se contaba entre las mayores ciudades de su época.
Poco después de su fundación, Shush se convirtió en el centro regional de lo que hoy es la parte central de la provincia de Juzestán. La región circundante tomó su nombre —Susiana— de la ciudad misma.
Con frecuencia, se confunde erróneamente esta región con Elam, una antigua civilización que surgió en el interior de la meseta iraní, en la actual provincia de Fars, al sur del país.
En realidad, Susiana y Elam fueron entidades distintas. Sus historias políticas se cruzaron por primera vez cuando los elamitas conquistaron Shush hacia el año 2000 a.C., y ambas terminaron fusionándose siglos después, cuando los elamitas huyeron a Susiana antes de la invasión de tribus iranias.
Dos importantes hallazgos —un extenso cementerio y una plataforma de adobe coronada por los restos de un centro ceremonial local— sugieren que el papel religioso de Shush I fue un factor clave en su crecimiento y en su importancia regional.
Las cerámicas finamente decoradas y los sellos cilíndricos tallados con escenas complejas vinculan la cultura material de Shush I con las tierras altas iraníes, diferenciando los artefactos susianos de los de las culturas contemporáneas que florecían al oeste, en el sur de Mesopotamia.
Hacia el 3500 a.C., Shush entró en una fase de transformación conocida como Shush II, que marca la transición de la prehistoria a la historia. Durante este período se introdujeron la escritura, los sellos cilíndricos, la cerámica lisa de producción masiva y una gran variedad de nuevos objetos de piedra y metal, lo que refleja importantes avances tecnológicos y culturales.
La antigua ciudad parecía estar organizada en tres sectores bien diferenciados: la Acrópolis o Ciudad Alta, el Palacio y la ciudad propiamente dicha, que incluía los barrios residenciales.
La Acrópolis contenía un área sagrada conocida como kizzum, dominada por un imponente zigurat: una estructura escalonada de varios niveles, considerada un monumento emblemático de la civilización elamita antes de ser adoptada por los mesopotámicos.
Con el tiempo, Shush se convirtió en la capital de la civilización elamita, una cultura formidable que rivalizó con las grandes ciudades mesopotámicas como Sumeria y Babilonia. Su ubicación estratégica la convirtió en un importante eje comercial que conectaba Mesopotamia con la meseta iraní.
Miles de valiosos artefactos del periodo elamita han sido descubiertos y se conservan hoy en museos de Irán y de todo el mundo, incluyendo piezas célebres como la famosa estela del Código de Hammurabi.
Tras la conquista de Elam por los antiguos pueblos iranios, Shush alcanzó aún mayor protagonismo al convertirse en una de las cuatro capitales del Imperio aqueménida, junto con Persépolis, Pasargada y Ecbatana.
Darío I ordenó la construcción del Palacio de Apadana en Shush, una gran sala ceremonial sostenida por 72 columnas —varias de las cuales siguen en pie— utilizada para eventos y reuniones reales.
Gracias a su clima más templado, Shush fue designada como la capital de invierno del imperio.
Posteriormente, la ciudad pasó a manos de los seléucidas, los partos y los sasánidas, conservando su estatus como un importante centro regional. Durante la era islámica, Shush prosperó como un activo núcleo comercial, aunque entró en decadencia tras las devastadoras invasiones mongolas del siglo XIII.
Hoy en día, además de sus restos arqueológicos, los visitantes pueden explorar lugares destacados como el Castillo francés —construido por arqueólogos franceses durante sus excavaciones— y la Tumba de Daniel, un santuario que según la tradición alberga los restos del profeta bíblico Daniel.
La tumba se distingue por su singular cúpula cónica y atrae a numerosos peregrinos.
En reconocimiento a su inmensa importancia histórica y cultural, Shush fue inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco en 2015, destacando su invaluable aporte para comprender la historia y el desarrollo del antiguo Cercano Oriente.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.