Una simple protesta antigubernamental se volvió de pronto violenta después de que ciertos países empezaran a brindar todo tipo de apoyo, incluido armamentístico, a los llamados opositores. Aprovechando de la situación, entraron también en el conflicto varios grupos terroristas, como Al-Qaeda.
La banda terrorista takfirí EIIL (Daesh, en árabe) surgió del corazón de Al-Qaeda. Otras personas con ideologías extremistas comenzaron a unirse y a crear bandas para luchar contra las fuerzas sirias. Estos grupos, antiguos y nuevos y con miembros llegados de distintos puntos del mundo, han cometido crímenes inhumanos contra la población civil.
Mientras Irán y Rusia respaldan a Damasco en su lucha antiterrorista como único poder legítimo en Siria, algunos países regionales y del Occidente, en particular Estados Unidos, no han perdido ninguna oportunidad para desestabilizar el país árabe y materializar sus propios objetivos, mediante diversas estrategias, entre ellas, dando apoyos secretos a los terroristas.
Las ciudades sirias, en las que una vez la gente vivió una vida normal, se han convertido en campos de batallas y, muchas de estas, en un montón de escombros. Según el opositor Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), más de medio millón de personas han perdido la vida y unos 12 millones de sirios han sido desplazados como consecuencia de esta trágica situación.
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