Por: Hoda Yaq *
Según relataron sus amigos y familiares, su domicilio fue minuciosamente registrado por agentes de seguridad, convirtiendo el incidente en algo que recuerda inquietantemente a un secuestro.
Durante los dos días posteriores a su detención, no se proporcionó información alguna sobre su paradero. Solo después de insistentes gestiones de sus allegados, se supo que se encontraba bajo custodia policial.
Posteriormente, Esfandiari fue trasladada a la prisión de Fresnes, situada a 470 kilómetros de distancia, cerca de la capital, París. Esta considerable separación ha dificultado enormemente a su familia y amigos el seguimiento de su situación y la posibilidad de prestarle apoyo.
Esfandiari es lingüista, licenciada en Lengua Francesa por la Universidad Lumière, y reside desde hace ocho años en la ciudad francesa de Lyon.
Se desempeña como profesora, traductora e intérprete en dicha universidad.
Su caso ha sido comparado con el del compositor y documentalista iraní Bashir Biazar, quien fue detenido en París el año pasado y retenido en Metz, una ciudad situada a más de 300 kilómetros. Su “delito” consistió en publicar en redes sociales comentarios críticos hacia Israel.
La pregunta que surge en este punto es: ¿Por qué el gobierno francés parece tan decidido a mantener a los detenidos en total aislamiento, lejos de sus familias y de la vigilancia mediática? ¿Por qué tanto secretismo en torno a estas detenciones?
Durante cinco semanas tras la detención de Esfandiari, su situación permaneció envuelta en el misterio. No fue sino hasta que la revista francesa Le Point informó sobre su arresto que las autoridades se vieron obligadas a reconocer el hecho.
Hasta el momento, no se han divulgado detalles oficiales sobre los presuntos delitos o sobre avances en su caso. Sin embargo, algunos medios franceses han informado que la Fiscalía de París la acusó de “apología del terrorismo”, basándose en publicaciones en redes sociales críticas con el régimen israelí.
Otros cargos incluyen “provocación al terrorismo en línea, insultos por motivos de origen o religión, y negativa a proporcionar los códigos de acceso a sus cuentas en redes sociales”.
Hasta hoy, Esfandiari no ha tenido ni una sola llamada telefónica con su familia en casi dos meses, y no existe información clara sobre su estado o sobre el proceso judicial que enfrenta.
A pesar de los repetidos esfuerzos de funcionarios iraníes y de sus familiares para establecer contacto con ella, el gobierno francés ha rechazado todas las solicitudes de visitas consulares o incluso de comunicación básica, como una simple llamada telefónica.
Esta preocupante falta de transparencia ha suscitado serias inquietudes respecto a su bienestar.
Cabe destacar que el gobierno francés ha adoptado una postura firme contra ciertas expresiones, calificándolas de antisemitas, mientras que, paradójicamente, ha defendido publicaciones controvertidas como las de Charlie Hebdo en nombre de la libertad de expresión.
Por ejemplo, cuando Charlie Hebdo publicó caricaturas satíricas del profeta del islam, el Hazrat Mohamad (la paz sea con él), el gobierno las defendió como un ejercicio de libertad de expresión, a pesar de la profunda ofensa causada a miles de millones de musulmanes en todo el mundo.
Este comportamiento contradictorio del gobierno francés sugiere un enfoque selectivo hacia la libertad de expresión: uno que parece tambalearse cuando se trata de defender los derechos humanos o alzar la voz por los niños palestinos oprimidos y masacrados.
Sumando combustible a la controversia, Shahin Hazamy, periodista independiente radicado en Francia que venía siguiendo de cerca el caso de Esfandiari, fue también detenido violentamente por las autoridades francesas el 22 de abril de 2025.
Según informes, Hazamy fue secuestrado frente a su familia en su domicilio en París. Aunque los motivos exactos siguen sin esclarecerse, el gobierno francés recurrió a la acusación de apoyo al terrorismo para justificar estos arrestos agresivos contra defensores de Palestina.
Se informa que fue liberado el jueves, aunque los procedimientos judiciales en su contra continúan.
Hazamy, al igual que Esfandiari y Biazar, ha sido una voz crítica contra la guerra genocida israelí-estadounidense en Gaza, expresando su apoyo a la resistencia palestina.
Las detenciones de Biazar, Esfandiari y Hazamy ponen en evidencia las flagrantes contradicciones del gobierno francés y cuestionan seriamente si realmente es un defensor de los derechos humanos y de la libertad de expresión, o más bien un violador descarado de los mismos.
La experiencia demuestra que la libertad de expresión solo se protege cuando se alinea con sus narrativas políticas; de lo contrario, incluso el más mínimo gesto de apoyo a Palestina o cualquier manifestación en favor de los derechos humanos puede acarrear las consecuencias legales más severas—y un destino incierto, sellado entre los muros de la prisión y el apagón mediático.
* Hoda Yaq es escritora y activista de derechos humanos radicada en Teherán.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.