El próximo 20 de enero concluye oficialmente el mandato de Joe Biden, actual ocupante de la Casa Blanca. Pero mientras la prensa corporativa pretende “endulzar” el legado de Biden en contraste con su sucesor, lo cierto es que el octogenario mandatario se retira a la vida privada con un armario lleno de polémica personal y administrativa.
Con una carrera política que comenzó en 1970, Joe Biden estuvo involucrado en varios escándalos a lo largo de las décadas: Resaltan los casos de corrupción en contra miembros de su familia, pero principalmente la adicción del presidente demócrata a las agendas del Complejo Militar Industrial.
Biden también se caracterizó por favorecer al lobby israelí de manera casi irrestricta y fue instrumental en mantener el flujo de armas y financiamiento destinados al régimen terrorista de Tel Aviv. En varias ocasiones se declaró como “sionista” para obtener el favor político de estas estructuras de poder en Washington.
A nivel nacional, encuestas aseguran que Joe Biden pasará a la historia como uno de los peores presidentes de EE.UU. en términos de niveles de popularidad.
Y esto, no solo con base en su rol en el genocidio del pueblo palestino y el pillaje de las arcas del estado, sino también en relación a la incompetencia fiscal y económica de su administración.
Muy pocos legisladores se atreven a defender al presidente o su legado. El común acuerdo es que Biden fue un agente transitorio en una crisis socioeconómica que aún no se resuelve; en el marco geopolítico de la decadencia de la dominación hegemónica estadounidense.
Marcelo Ali Sánchez, Washington
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