Mantener una subclase de trabajadores es beneficioso para los sistemas económicos que explotan a los seres humanos. En Estados Unidos, más de 11 millones de personas pertenecen a este segmento. Se trata de una crisis humanitaria sin precedentes.
Durante años, incluso décadas algunos de estos activistas tocan las puertas de las oficinas de los legisladores en Washington DC. Sin embargo, lo que obtienen es casi siempre igual: promesas vacías.
No queda recurso que demandar a las autoridades ante la Corte Suprema, aunque solo sea simbólicamente.
La crisis humanitaria promovida por las políticas migratorias y económicas estadounidenses sirve el propósito de la sociedad de consumo dirigido para mantener una subclase de millones de trabajadores inmigrantes sin derechos humanos, ni salariales.
Mediante la deportación eventual de inmigrantes ancianos, enfermos o discapacitados, el sistema se asegura una rotación de “carne fresca” cada generación. Así, aquella narrativa de la voluntad de “algunos segmentos políticos” en favor de los inmigrantes pierde credibilidad.
Mientras la actual administración se ha dedicado a regalarle billones de dólares a regímenes de Apartheid y estados neo-nazis, lo cierto es que el tema migratorio ha pasado a un segundo plano de prioridad, una prioridad bastante baja para la política de turno. Y mientras tanto con un Legislativo en transición el futuro de esta comunidad se hace cada vez más incierto.
Marcelo Sánchez, Washington.
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