Por Alberto García Watson
María Corina Machado y el Nobel Más Irónico de la Historia**
1. El Nobel que confirma que la sátira murió
Con este gesto histórico, el Nobel confirma que no premia la paz, premia el guion político más útil para sus intereses.
2. La nostalgia de la élite y el llanto por la Venezuela VIP
María Corina llora por una Venezuela que, según sus críticos, sólo existía para los que tenían mesa reservada en la opulencia.
Una Venezuela en la que, antes de Chávez, la pobreza era 70,8% y la pobreza extrema 40%.
Pero en su épica narrativa, esa fue la edad dorada.
La edad en la que la mayoría vivía mal… pero los de su círculo vivían muy, muy bien.
3. El curioso pacifismo de una Nobel partidaria, según sus detractores, de “soluciones” made in Washington
La parte más pintoresca del premio es que, como señalan sus críticos, María Corina ha expresado en múltiples ocasiones su simpatía por “todas las opciones” para “liberar a Venezuela”, incluso por la intervención militar de Estados Unidos.
Nada dice “premio Nobel de la Paz” como una figura señalada por sus adversarios de promover en favor de la CIA justamente lo contrario.
Es casi poético.
O trágico.
O ambas.
4. De Caracas a Tel Aviv: alianzas que la Academia Nobel convenientemente olvidó
Otro detalle que los detractores recuerdan, mientras el Nobel mira hacia otro lado, es la alineación política de María Corina con el gobierno de Netanyahu.
No es una teoría, es historia pública: su partido firmó un acuerdo de cooperación con el Likud, el bloque político de la extrema derecha israelí.
Para quienes la critican, resulta chocante que una “nobel de la paz” se identifique con un liderazgo internacional acusado de políticas de exterminio en Palestina.
Según los detractores, ella no solo ha respaldado esa alianza, sino que políticamente ha mostrado simpatía hacia acciones israelíes que numerosos actores internacionales describen como genocidas, desproporcionadas o abiertamente criminales.
Pero nada de eso parece inquietar a la Academia:
la paz, al parecer, funciona mejor cuando se interpreta con flexibilidad… elástica.
5. La épica internacional fabricada para el retorno de la élite
El premio funciona como una bendición diplomática para un proyecto político que, según sus críticos, siempre ha aspirado a reinstalar a la élite tradicional venezolana, esa que jamás necesitó elecciones para sentirse propietaria del país.
Resulta curioso, o descarado, que una figura que nunca ha ganado una elección nacional sea presentada como la encarnación de la democracia.
Pero el Nobel no es ingenuo: sabe perfectamente qué relato quiere premiar.
6. El milagro narrativo
Al final, lo verdaderamente asombroso no es María Corina, ni Netanyahu, ni Washington.
Es la narrativa.
La alquimia perfecta que permite transformar una figura profundamente polémica en heroína global.
Una especie de beatificación política que ni Hollywood podría dirigir mejor.
Porque si algo demuestra este premio, es que la paz ya no se premia por la paz.
Se premia por alineación.
Por utilidad.
Y, sobre todo, por conveniencia.
