“Tenemos la capacidad de llevar a cabo operaciones de ataque, si vemos amenazas que emanen de la tierra de Afganistán”, enfatizó el miércoles el jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, el general Mark Milley.
En declaraciones ofrecidas ante el Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes del país, puso de relieve que Washington vigila de cerca los movimientos en el país centroasiático, pero, no ofreció más detalles al respecto.
Esto, debido a la consigna Estados Unidos de procurar que el territorio afgano nunca más se convierta en una plataforma desde la que los grupos terroristas puedan atacarlo.
“No lo han hecho desde el 11 de septiembre [atentados terroristas de 2001 en EE.UU.], y nos comprometemos a garantizar que esto no vuelva a ocurrir”, aseveró el alto cargo estadounidense.
En agosto pasado, el grupo armado Talibán, que gobernaba en Afganistán desde 1996 hasta 2001, volvió a hacerse con el control del país. La toma del poder de los talibanes ocurrió en paralelo con la fase final de la retirada de las fuerzas occidentales.
No obstante, los miembros de Talibán no son capaces de enfrentarse a los grupos terroristas, lo que pone en peligro la seguridad tanto en el mismo país como en la región y aumenta el riesgo de realizar atentados en Estados Unidos.
Ante tal situación, EE.UU. llevó a cabo un ataque con drones contra un vehículo que supuestamente amenazaba el aeropuerto de Kabul, sin embargo, la ofensiva se cobró la vida de 10 civiles, entre ellos niños.
Las fuerzas de Washington y sus aliados han pasado la mayor parte de los últimos 20 años en Afganistán, bajo el pretexto de luchar contra los talibanes y de entrenar y equipar a las fuerzas de seguridad afganas.
No obstante, su invasión no trajo nada más que destrucción y pobreza para esta nación asiática. Las autoridades occidentales admiten que la intervención militar extranjera en Afganistán ha sido inútil y un total fiasco.
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