Por Maryam Qarehgozlou
- La fortaleza sobrevivió a tiempos turbulentos. Durante la guerra impuesta de ocho años contra la República Islámica, iniciada en 1980, la estructura sufrió daños parciales.
- Inscrito en la lista del Patrimonio Nacional en 1997, el castillo de Vali se ha convertido en algo más que una reliquia arquitectónica: es un símbolo cultural vivo.
En el corazón de Ilam, una ciudad del oeste de Irán rodeada por las majestuosas montañas Zagros, se alza una estructura que encarna tanto la elegancia de la arquitectura de la era Qajar como el alma del patrimonio cultural de la región.
El castillo de Vali, que alguna vez fue la residencia del gobernador de Poshtkuh y que hoy alberga el Museo de Antropología de Ilam, sigue siendo uno de los tesoros históricos más fascinantes de la provincia.
Fue mandado construir en 1908 d.C. (1326 d.H.) por Qolamreza Jan Vali, el influyente gobernador de Poshtkuh durante los últimos años del periodo Qajar.
Erigido originalmente sobre un montículo conocido como Choqa Mirak, el castillo fue construido bajo la supervisión del arquitecto Hay Darvish Ali, de Kermanshah, y del maestro cantero Reza Qoli.
Con el paso del tiempo, a medida que la ciudad se expandió, el terreno alrededor de la estructura fue nivelado, dejando al castillo en el centro de Ilam.
Con una superficie total de casi 4.700 metros cuadrados y una construcción de 1.466 metros cuadrados alrededor de un patio central de 700 metros cuadrados, el castillo fue tanto una fortaleza administrativa como un símbolo de prestigio.
Arquitectura
La arquitectura del castillo de Vali refleja el gusto refinado de la élite Qajar, combinando funcionalidad con belleza decorativa.
Su diseño es simétrico, con más de 20 habitaciones grandes, cinco habitaciones más pequeñas, cuatro verandas y dos terrazas al sur, cuya disposición se repite en las alas oriental y occidental.
La diferencia de nivel —unos 80 centímetros— entre las habitaciones y el patio añade profundidad al diseño espacial del castillo.
En las esquinas norte del edificio se alzan dos torres de vigilancia semicirculares, que en su momento fueron custodiadas por guardias, con almenas para la defensa y pasajes arqueados para las rondas de patrullaje.

Tres escaleras de caracol daban acceso al tejado, mientras que los techos exhiben una variedad de formas tradicionales: cúpulas, techos planos y arcos apuntados.
Estos elementos revelan una fusión fascinante de influencias persas y europeas (en particular, romanas), una característica distintiva de la arquitectura de la era Qajar.
Ornamentación
El exterior del castillo es una obra de arte en sí misma. Ladrillos rectangulares tallados a mano forman intrincados patrones geométricos, complementados por ventanas arqueadas, vitrales y columnas delicadamente esculpidas.
Un estanque central en el patio refleja la fachada de ladrillo del castillo, enmarcada por altos cipreses y pinos.
En el interior, el salón de recepciones (Shahneshin) deslumbraba antaño a los visitantes con relieves de estuco de flores y follaje, y un delicado trabajo de espejos, elementos que aún hoy pueden apreciarse en el ala occidental.
Las ventanas orsi (ventanas de celosía de madera con vidrios de colores) filtran la luz solar en un espectro de colores, creando una atmósfera a la vez íntima y majestuosa.
Ingenioso sistema de agua
Una de las características más prácticas y, a la vez, más fascinantes del castillo era su sistema de abastecimiento de agua.
El manantial de Bibi, ubicado en las cercanías, proporcionaba agua fresca, que se canalizaba a través de tuberías de arcilla (tanbusheh) hasta el patio central.
Aunque el manantial se ha secado, el sistema sigue siendo un testimonio de la ingeniosidad de la ingeniería Qajar.
De fortaleza a museo
El castillo de Vali resistió tiempos turbulentos. Durante la guerra impuesta de ocho años contra la República Islámica, iniciada en 1980, la estructura sufrió daños parciales.
A finales de los años 80, la Organización del Patrimonio Cultural emprendió una extensa labor de restauración. Aunque se introdujeron refuerzos discretos —como vigas de acero en algunos techos—, se preservó cuidadosamente el estilo original.
En 2006, el castillo inauguró un nuevo capítulo en su historia al convertirse en el Museo de Antropología de Ilam.
Hoy en día, sus salas albergan exposiciones que muestran la diversidad de tradiciones de los distintos grupos étnicos de Ilam —kurdos, luros, laks y árabes—.
Las muestras incluyen trajes tradicionales, costumbres nupciales, tiendas negras (Siah-Chador), artesanías como kilims y tejidos de fieltro, y utensilios de la vida cotidiana, dando vida a la cultura de la región.
Al transformar esta residencia de la era Qajar en un museo de tradiciones vivas, Ilam ha garantizado que el castillo de Vali siga siendo un puente vibrante entre el pasado y el presente.
Un símbolo cultural
Inscrito como Patrimonio Nacional en 1997, el castillo de Vali se ha convertido en algo más que una reliquia arquitectónica: es un símbolo cultural vivo.
Durante Noruz (Año Nuevo iraní), su patio cobra vida con presentaciones culturales, festivales gastronómicos locales y mercados de artesanía, atrayendo a visitantes de todo el país.
La combinación de la elegancia Qajar, la meticulosa restauración y su papel como centro cultural hacen del castillo de Vali una de las atracciones más significativas de Ilam.
El castillo de Vali es más que un monumento de piedra y mortero. Es un fragmento preservado del alma de Ilam. Sus muros son testigos de la autoridad política, la sofisticación cultural y la resistencia del patrimonio.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.