La devastación es inmensa y la desesperación es todavía mayor. Los palestinos, que en décadas anteriores tuvieron que dejar sus casas y desplazarse en el campo de refugiados de Yenín, se sienten otra vez sin hogares.
El ataque israelí duró dos días. Pero, dejó sin luz y agua a toda la zona. 3000 palestinos tuvieron que abandonar sus hogares para protegerse de los disparos israelíes. El 80 por ciento de las casas fueron destruidas o dañadas.
Se trató de la mayor ofensiva israelí en décadas. El régimen de Tel Aviv alega que iba contra los grupos de Resistencia armada. Sin embargo, el volumen de destrucción sugiere que el objetivo podría ser la destrucción de todo el campo. El mismo castigo colectivo con el que el régimen de la ocupación demuele las casas de los combatientes palestinos que atacan objetivos israelíes.
La ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) dice estar aterrorizada con el nivel de devastación.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, fue contundente en condenar la incursión israelí.
Un grupo de expertos de la ONU ha sugerido que la ofensiva israelí podría constituir un crimen de guerra por sus impactos en la vida de civiles. Los expertos denuncian, además, la impunidad de la que goza Israel por sus actos de violencia a lo largo de décadas.
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