Estados Unidos fracasa en mediar en la crisis en el Golfo Pérsico. Rex Tillerson intentó infructuosamente sentar a Arabia Saudí y Catar en la mesa de diálogos durante una serie de reuniones en Riad y Doha.
El 5 de junio, dos semanas después de una visita del presidente de EE.UU., Donald Trump, a Riad, Arabia Saudí y sus aliados rompieron relaciones diplomáticas con Catar y le impusieron un bloqueo económico, tras acusar a Doha de apoyar el terrorismo. Catar rechaza estas acusaciones y denuncia un intento de tutelar su política extranjera.
La visita de Tillerson a la región también tuvo como objetivo frenar lo que denominó el peligro de la creciente influencia de Irán. En una reunión trilateral con el rey saudí, Salman bin Abdulaziz Al Saud, y el premier iraquí, Haidar al-Abadi, Tillerson intentó acercar a Bagdad y Riad para contrarrestar la influencia de Teherán. Luego, acusó a Irán de intervenir en los asuntos en Irak y llamó a Irán a reducir su presencia en Irak.
Tillerson se refería a las fuerzas de Al-Hashad Al-Shabi (Unidades de Movilización Popular), milicias formadas por jóvenes iraquíes en 2014 para combatir al grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe). Los comentarios de Tillerson recibieron fuerte reacción de su homólogo iraní, Mohamad Yavad Zarif.
Zarif dijo que los estadounidenses no quieren modificar su enfoque erróneo sobre el Oriente Medio y aceptar el papel que desempeña Irán en establecer la seguridad y la paz y en la lucha contra el terrorismo. El canciller iraní afirmó que si no fuera por el apoyo de Irán, los terroristas de Daesh mantendrían su fuerte presencia en Irak y Siria.
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