Por ejemplo, hace unos días medios de prensa colombianos anunciaron que la empresa estatal Indumil estaba buscando exportar bombas fabricadas en Colombia a países de Oriente Medio. Y es que con un valor estimado en más de 76.000 millones de dólares anuales, el comercio internacional de armamento es un enorme y lucrativo negocio.
En el contexto latinoamericano, Brasil es el líder indiscutible de ese negocio; lleva décadas exportando armamento. Y aunque no es el único país de la región en hacerlo, ha avanzado mucho más que cualquier otro de sus vecinos en desarrollar tecnología bélica en áreas que resultan atractivas a naciones compradoras de armas en otros continentes.
Pero ahora a Brasil le han salido dos competidores, Chile y Ecuador. Así es, según cifras del Instituto Internacional de la Paz de Estocolmo (Sipri, por sus siglas en inglés, una entidad no gubernamental sueca que rastrea las ventas internacionales de armas), estos dos países se han destacado en los dos últimos años en ese campo.
Desde la década de 1980, Brasil empezó a exportar a gran escala llegando a ser el sexto país mayor exportador de armas en todo el mundo. Empresas como Engesa, creada durante el gobierno militar (en el poder hasta 1985), empezaron a desarrollar armas propias para evitar que Brasil dependiera de otras naciones para implementar su armamento.
Engesa producía vehículos blindados como el Cascavel. Brasil, entonces, descubrió que además de reemplazar importaciones de armas, sus productos encontraban grandes mercados en el extranjero. Las fábricas brasileñas también fabricaban sistemas de lanzamiento de misiles, que en la década de 1980 eran usados simultáneamente por Irán e Irak en la guerra que enfrentó a esos países.
Sin embargo, en los últimos años, nuevamente la industria brasileña de armamentos va en ascenso. La firma brasileña aeronáutica Embraer ha creado modelos "populares" como el avión Super Tucano, una aeronave especializada para combatir guerrillas que hoy es usada por varios países en otros continentes.
Algunos críticos argumentan que el interés para algunos de los compradores de armas brasileñas se basa en que el país suramericano no impone condiciones políticas al uso de esos armamentos, como sí lo hacen muchas otras potencias occidentales. "Es verdad que algunos de los clientes de armas brasileñas son países que no tienen el mejor récord de derechos humanos", aseguró Sánchez a BBC Mundo.
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