Publicada: lunes, 13 de octubre de 2025 1:33

El Nobel de la Paz 2025 va a María Corina Machado, opositora venezolana que pidió intervención militar de EE.UU. y el régimen de Israel en su país.

Por: Maryam Qarehgozlou

María Corina Machado, una política venezolana conocida por su defensa de una intervención militar estadounidense e israelí en su país, ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025, desatando una ola de indignación global.

“Recibe el Premio Nobel de la Paz por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”, declaró el Comité Nobel Noruego al anunciar el esperado galardón.

El comité desestimó los intensos esfuerzos de cabildeo del presidente estadounidense, Donald Trump, pero finalmente optó por otorgárselo a una figura que ha promovido agresivamente el proyecto estadounidense de “cambio de régimen” en Caracas.

Para muchos alrededor del mundo, la decisión subraya cómo los gobiernos occidentales siguen manipulando símbolos morales para avanzar en sus oscuros intereses políticos.

Otorgar un “Premio de la Paz” a una figura ampliamente vista como promotora de un golpe respaldado por EE.UU. y partidaria de la guerra genocida de Israel en Gaza ha expuesto, una vez más, la transformación del Comité Nobel en una herramienta geopolítica del Occidente —al servicio de intereses imperiales más que de la paz mundial, advirtieron analistas.

Recordaron que Machado, largamente apoyada por los promotores del “cambio de régimen” en Washington, escribió directamente al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu —buscado por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra genocidas en Gaza— solicitando su apoyo para derrocar al presidente democráticamente electo de Venezuela, Nicolás Maduro.

Su dedicación pública del premio a Trump no hizo más que reforzar la percepción de que el galardón fue menos un reconocimiento a la construcción de paz que una celebración de la subversión.

De líder opositora a símbolo del cambio de régimen

Machado, ingeniera industrial de 58 años, actualmente se encuentra en la clandestinidad en Venezuela tras ser inhabilitada para participar en las elecciones presidenciales de 2024. El Tribunal Supremo de Justicia ratificó una inhabilitación de 15 años, citando su respaldo directo a las sanciones estadounidenses, su implicación en casos de corrupción a gran escala y su responsabilidad en las enormes pérdidas financieras sufridas por activos venezolanos en el extranjero —incluyendo la refinadora de petróleo CITGO (con sede en EE.UU.) y la empresa química Monómeros (en Colombia).

Según los fallos del tribunal, Machado desempeñó un papel en la “trama de corrupción orquestada por el usurpador Juan Guaidó”, el líder opositor que en su momento se autoproclamó “presidente interino” de Venezuela con el respaldo de Washington.

El ascenso de Guaidó fue un ejemplo clásico de un proyecto de “cambio de régimen” orquestado desde el exterior. Un diputado poco conocido hasta entonces, se autoproclamó presidente en enero de 2019 alegando ilegitimidad en la reelección de Maduro en 2018. En pocas horas, EE.UU. y sus aliados —incluyendo varios países europeos— lo reconocieron como jefe de Estado, incautaron activos venezolanos en el extranjero y canalizaron financiamiento hacia su facción.

El objetivo era derrocar al gobierno legítimo de Maduro mediante una combinación de asfixia económica, aislamiento político y desestabilización interna. Aunque decenas de gobiernos occidentales lo respaldaron inicialmente, Guaidó nunca logró el control de las Fuerzas Armadas ni de las instituciones del Estado. Con el tiempo, su “gobierno interino” perdió tanto credibilidad como cohesión. A finales de 2022, incluso sectores de la oposición abandonaron la iniciativa y disolvieron formalmente la presidencia interina, marcando el fin de la fallida intentona por el poder.

En 2023, la justicia venezolana emitió una orden de captura contra Guaidó, acusándolo de múltiples delitos, incluyendo traición a la patria, lavado de dinero, usurpación de funciones públicas y, sobre todo, el desvío de 19 000 millones de dólares provenientes de la petrolera estatal PDVSA para su beneficio personal.

Tras el colapso del llamado “gobierno interino”, tanto Washington como la oposición venezolana desplazaron rápidamente sus esperanzas hacia Machado, quien había mantenido una postura alineada con intereses extranjeros contrarios al gobierno electo de Caracas.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y María Corina Machado

 

Al igual que Guaidó —que más tarde huyó a Miami—, Machado se construyó una imagen pública con el respaldo de medios occidentales y el aval político estadounidense, presentándose como el nuevo rostro del “cambio democrático”.

Luego del fracaso de Guaidó, que reveló la dependencia opositora del apoyo extranjero y su corrupción interna, Machado trató de reconfigurar ese mismo movimiento, llamando a intensificar las sanciones y la presión internacional contra el gobierno de Maduro, en lugar de buscar la reconciliación nacional.

Su inhabilitación para las elecciones de 2024 se convirtió en una bandera de lucha en el exterior. Sin embargo, dentro de Venezuela, muchos la vieron como la continuación de una estrategia foránea que agravó la crisis del país.

En esencia, Machado heredó el rol de Guaidó como la nueva figura de una oposición orquestada desde Washington, que sistemáticamente socavó el diálogo, promovió sanciones que castigaron al pueblo venezolano y nunca logró ganar la confianza de una mayoría que sigue respaldando al chavismo.

Tras las elecciones presidenciales de 2024, en las que Maduro resultó reelecto con alta participación y un sólido respaldo de las comunidades trabajadoras frente a Edmundo González Urrutia —el candidato apoyado por Machado—, ella y sus aliados respaldados desde el exterior se negaron a reconocer los resultados, alegando fraude sin presentar pruebas contundentes.

Incitó protestas que rápidamente derivaron en violencia, con bloqueos de vías, ataques a edificios públicos y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. El gobierno calificó estos disturbios como parte de una campaña de desestabilización dirigida desde el extranjero para deslegitimar el proceso democrático venezolano y provocar el caos.

Mientras las autoridades restablecían el orden, Maduro hizo un llamado a la paz y a la unidad nacional, acusando a Machado de intentar reactivar la fallida estrategia de cambio de régimen —esta vez no desde las urnas, sino desde la violencia callejera.

Más recientemente, Machado expresó públicamente su apoyo al despliegue de buques de guerra estadounidenses en el Caribe sur con el pretexto de combatir el narcotráfico —una acción que Caracas denunció como otro acto de agresión destinado a cercar e intimidar a Venezuela.

Machado y el expresidente de EE.UU., George W. Bush 

El Nobel de Machado: un regalo a Washington

Tras el anuncio de su elección como laureada del Premio Nobel de la Paz 2025, Machado publicó en redes sociales una dedicatoria a Trump, elogiándolo por su “apoyo decisivo a nuestra causa”.

Su gesto generó fuertes críticas, pues muchos lo interpretaron como prueba de que el galardón no fue por servicios a la paz, sino como recompensa a su fidelidad a Washington.

El triunfo de Machado truncó las aspiraciones de Trump al Nobel, a pesar de sus esfuerzos por obtenerlo, y su administración repudió la decisión de otorgárselo a ella. Sin embargo, el viernes por la noche, Trump comentó que había conversado con Machado y que ella fue “muy amable” durante la llamada.

«La persona que realmente recibió el Nobel me llamó hoy y dijo: ‘Lo acepto en tu honor, porque tú eres quien realmente lo merecía’», afirmó el expresidente. «La he estado ayudando todo este tiempo. Venezuela necesita mucha ayuda; es un desastre total.»

Las declaraciones de Trump dejaron en claro lo que ya muchos sabían: el Nobel de Machado no representa un reconocimiento a la paz, sino una victoria simbólica dentro de la prolongada campaña estadounidense para socavar la soberanía de Venezuela.

Reacción mundial de repudio

La decisión del Comité Nobel de premiar a Machado desató una inmediata ola de rechazo global. Activistas, comentaristas, políticos y periodistas saturaron las redes sociales denunciando la politización descarada de lo que alguna vez fue el premio más prestigioso del mundo.

Muchos señalaron que esta decisión compromete gravemente la credibilidad del Comité Nobel y evidencia su profunda subordinación a las estructuras de poder occidentales.

En plataformas digitales se viralizaron pruebas de la agenda pro-occidental de Machado y sus múltiples llamados a la intervención extranjera y a la guerra contra Venezuela.

Tim Anderson, académico y director del Centro de Estudios Contrahegemónicos, condenó el premio en X (antes Twitter), calificándolo como una recompensa a una “golpista respaldada por la CIA”.

“Premio para una golpista. La traidora venezolana respaldada por la CIA, María Corina Machado, vence al belicista Trump y se lleva el desprestigiado #PremioNobel noruego, en medio de falsos rumores sobre su arresto”, escribió.

Anderson también compartió una fotografía de Machado estrechando la mano del expresidente estadounidense George W. Bush en la Casa Blanca en mayo de 2005, calificando su “incansable lucha” como una carrera dedicada a enriquecerse vendiendo los activos del país a la oligarquía estadounidense.

Usuarios también volvieron a compartir una carta de 2018 escrita por María Corina Machado dirigida a Benjamín Netanyahu, en la que solicitaba explícitamente la asistencia de Israel para derrocar al gobierno electo de Venezuela.

“En realidad, su ‘transición pacífica’ significaba injerencia extranjera y cambio de régimen: la receta clásica de Occidente para destruir naciones soberanas bajo la bandera de la democracia”, escribió el medio independiente DD Geopolitics en X, aludiendo a la declaración del Comité Nobel justificando su decisión.

 

Muhammad Shehada, analista político y escritor radicado en Gaza, calificó a Machado como una “partidaria del genocidio” por su alianza con el partido Likud, de extrema derecha en Israel.

“¡El Comité Nobel acaba de otorgar su Premio de la Paz a una partidaria del genocidio!”, escribió. “Firmó un acuerdo de alianza con el Likud de Netanyahu; aboga por restablecer relaciones con Israel; llama a Israel un ‘socio genuino’; y afirmó: ‘yo misma espero visitar los [territorios ocupados]’”.

Shehada agregó que otorgar el Premio Nobel de la Paz a Machado podría haber sido una “decisión estratégica”.

“Dado que Trump la respalda para derrocar al régimen de Maduro en Venezuela, ¡le resultaría difícil oponerse a que ella gane el Nobel!”, señaló.

Machado firmó formalmente una “alianza” entre su partido político y el Likud israelí en 2020 —el mismo año en que declaró a medios israelíes que, de llegar al poder, trasladaría la embajada venezolana a Al-Quds ocupada.

También ha declarado abiertamente: “La lucha de Venezuela es la lucha de Israel”.

El periodista británico Afshin Rattansi también compartió grabaciones de entrevistas con Machado, señalando que “Como muchos otros políticos latinoamericanos respaldados por EE.UU., sus políticas son una copia exacta del apoyo a Israel, el respaldo al neoliberalismo de Washington y la sumisión a la hegemonía estadounidense... Entonces, ¿qué ha hecho realmente para ganar el Premio Nobel de la Paz?”.

Ali Abunimah, periodista palestino-estadounidense y editor del portal The Electronic Intifada, también describió a Machado como una “activista por el cambio de régimen financiada por EE.UU.”.

“¿Pensaste que los médicos de Gaza podrían ganar el @NobelPrize de la Paz? No. Fue otorgado a María Corina Machado, quien aquí aparece dirigiéndose a ‘Patriotas por Europa’, un grupo ultraderechista que incluye al genocida partido Likud de ‘Israel’”, escribió.

En febrero, Machado pronunció un mensaje durante una reunión del partido europeo “Patriotas” en Madrid, instando a apoyar el derrocamiento del gobierno venezolano.

“Vamos a sacar a este régimen del poder”, declaró. “Los venezolanos ya hemos decidido y nos estamos movilizando en esa dirección”. Describió a Venezuela como “la mayor amenaza que enfrenta Occidente en nuestro continente” por albergar “crimen organizado” y ser “asentamiento seguro de los enemigos de la democracia en el mundo”.

La conferencia de Madrid también contó con figuras notoriamente islamófobas como Geert Wilders, Marine Le Pen y el primer ministro húngaro Viktor Orbán, lo que subraya la creciente alineación de Machado con redes de extrema derecha en Occidente.

Glenn Diesen, politólogo noruego, también cuestionó la lógica detrás de la decisión del Comité Nobel.

“¿Por qué otorgar el Premio Nobel de la Paz a una líder opositora que aplaude la presión de EE.UU. contra su país, justo cuando la Marina estadounidense se prepara para atacar Venezuela?”, escribió. “¿La lógica es que la democracia trae paz, y que el ejército de EE.UU. trae democracia mediante la guerra?”.

El ex eurodiputado Mick Wallace fue igualmente mordaz, describiendo a Machado como una “sirvienta del imperialismo estadounidense”.

“Una sirvienta del imperialismo de EE.UU. gana el Premio Nobel de la Paz, ¿es una broma...?”, escribió. “Tiene como compañía a Kissinger, Obama, Abiy Ahmed, entre otros. Si el premio aún significara algo, lo habría ganado alguien que lucha contra el genocidio israelí en Gaza. Pero es el imperio estadounidense quien elige al ganador...”.

 

Max Blumenthal, editor del portal The Grayzone, también condenó el galardón, afirmando que la decisión del comité forma parte de un intento político más amplio para justificar la agresión de Trump contra Venezuela.

Blumenthal señaló que Machado es una “activista por el cambio de régimen financiada por el gobierno de EE. UU., que ha participado en golpes militares fallidos, disturbios callejeros violentos, y que probablemente ha prometido las riquezas petroleras y minerales de su país a un consorcio de multimillonarios alineados con el movimiento MAGA, a cambio de financiar su incendiarismo político”.

También la describió como una “marioneta” del secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio.

“[Ella] es una creación del Complejo Industrial Gusano, patrocinado por la CIA, que ha llevado terror violento y asedios a cualquier país latinoamericano que se atreva a desafiar el Consenso de Washington basado en privatizaciones y políticas de austeridad. Una aspirante a Pinochet con falda”.

Agregó que Machado “ha pasado años presionando para que EE.UU. y la Unión Europea impongan sanciones de hambre contra su propio país, lo que ha provocado oleadas migratorias hacia EE.UU., alimentando el resentimiento nativista que dio origen a Trump”.

“Cuando Trump envió migrantes venezolanos a un campo de tortura en El Salvador este año, Machado, como era de esperarse, se alineó con Trump —el principal patrocinador de su carrera golpista— por encima de sus compatriotas. Otorgar el Nobel a Machado es una luz verde para una guerra de cambio de régimen en Venezuela, y luego en Cuba”.

Blumenthal afirmó que esta decisión es totalmente coherente con el historial del Comité Nobel como un “instrumento de poder blando del imperio occidental”.

También trazó paralelismos entre el premio otorgado a Machado y anteriores galardonados polémicos.

“Basta con recordar cuando se le otorgó el premio a Obama al inicio de su primer mandato, concediéndole legitimidad infinita antes de su destrucción de Libia, la escalada de guerras en Irak y Afganistán, y su facilitación de la devastación de Gaza”, declaró.

“Dado que nada en la carrera de Machado ha ocurrido sin el respaldo y la dirección de Washington, la decisión del Comité debe entenderse como el resultado de otra operación del Occidente —un golpe en Oslo para allanar el camino hacia otro en Caracas”, remarcó.

Con el paso del tiempo, el Premio Nobel de la Paz se ha vuelto crecientemente politizado —un símbolo no del mérito moral, sino del alineamiento geopolítico.

Expertos señalan que el galardón refleja con frecuencia las prioridades políticas de Occidente más que auténticas contribuciones a la paz, lo que explica por qué con tanta regularidad se honra a belicistas y arquitectos del imperialismo en su nombre.

Los galardonados del pasado confirman esta tendencia: el expresidente estadounidense Barack Obama, cuyas guerras con drones devastaron regiones enteras del Asia Occidental; Aung San Suu Kyi, bajo cuyo gobierno los musulmanes Rohingya sufrieron masacres sistemáticas; Shimon Peres, líder israelí implicado en crímenes de guerra contra el pueblo palestino; y Nargues Mohamadi, una provocadora respaldada por Occidente en su campaña de agitación en Irán.

Para muchos, la inclusión de Machado en este “salón de la infamia” no hace sino confirmar en lo que se ha convertido desde hace tiempo el Premio Nobel de la Paz: no un tributo a la paz, sino un instrumento del imperio.


Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.