Publicada: lunes, 29 de septiembre de 2025 19:56

La reciente visita a Beirut de Ali Lariyani, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, marca un momento relevante en la diplomacia de la República Islámica y sus relaciones con un país clave en el tablero de Oriente Próximo.

Por Xavier Villar 

Lejos de tratarse únicamente de un gesto protocolar, el viaje de Lariyani reviste un profundo contenido simbólico y político en una coyuntura regional marcada por la inestabilidad, la presión internacional y la siempre latente amenaza israelí.

Lariyani llegó a la capital libanesa acompañado por altos funcionarios y parlamentarios iraníes, en el marco de la conmemoración del aniversario del asesinato de figuras emblemáticas de Hezbolá, como Seyed Hasan Nasralá y Seyed Hashem Safi al-Din. Pero el trasfondo de este viaje, tal como dejó claro en sus declaraciones públicas, es la rearticulación de los lazos estratégicos entre Teherán y Beirut, así como la reafirmación de un eje regional que apuesta por la independencia, la soberanía y la cooperación frente a los intentos de desestabilización y hegemonía exterior.

Fortalecimiento de la independencia regional

En sus primeras palabras, recogidas por la prensa local y las agencias iraníes, Lariyani insistió en la aspiración fundamental de la política exterior iraní: “Nuestra esperanza es que los gobiernos de la región sean independientes y fuertes; hoy, ante las conspiraciones de Israel, los países deben acercarse y cooperar de manera honesta”. Este mensaje, más allá de la retórica diplomática, evoca un principio que ha guiado a la República Islámica desde su origen: la afirmación de la autonomía política y el rechazo a cualquier tutela o injerencia foránea, ya provenga de Occidente, de actores externos o de potencias regionales rivales.

La dinámica bilateral entre Irán y el Líbano lleva marcando la agenda política de ambos países desde los difíciles años ochenta. La relación se ha profundizado, no solo a través del apoyo a Hezbolá como movimiento de resistencia, sino también mediante una cooperación multifacética que incluye asesoría técnica, ayuda humanitaria y vínculos económicos. En un escenario internacional donde la presión sobre el eje de la resistencia se renueva constantemente, el viaje de Lariyani puede ser leído como un acto de presencia que transmite un mensaje inequívoco a aliados y adversarios: Irán no solo no se repliega sino que refuerza su compromiso con la estabilidad y la soberanía libanesa.

Líbano: un socio estratégico más allá de la geopolítica inmediata

En el marco de su gira, Lariyani mantuvo encuentros con figuras claves del Estado libanés como el presidente del Parlamento, Nabih Berri, y el primer ministro Nawaf Salam, además de líderes de Hezbolá y representantes de otras fuerzas políticas afines. Más allá de los ritos del protocolo, estas entrevistas le han permitido transmitir una visión de la seguridad regional que gravita en torno al diálogo y la cooperación —dos vigas maestras del pensamiento estratégico iraní actual.

“Líbano es un país amigo”, subrayó Lariyani ante los periodistas. “Consultamos en todos los terrenos, especialmente cuando los acontecimientos se aceleran”. No es casualidad que sus palabras surgieran durante las jornadas de homenaje a las grandes figuras de la resistencia libanesa. El hecho de que el propio Larijani asistiera a una ceremonia en memoria de Seyed Hasan Nasralá —cuya labor contra las incursiones y ocupaciones israelíes marcó una época— reviste un significado doble: reconocimiento al martirio y apelación a la memoria compartida como pegamento de la solidaridad transnacional.

Reacción a los retos inmediatos y las amenazas externas

La visita ha tenido lugar en un momento particularmente delicado para el Líbano, sumido en una crisis multidimensional: política, económica y de seguridad que lo mantiene en el foco de la atención internacional. Lariyani, fiel a la línea propositiva de la República Islámica, ha insistido en que el fortalecimiento institucional de los Estados árabes debe ser la respuesta a las maniobras de fragmentación alentadas desde fuera.

Al abordar los desafíos inmediatos, no eludió la cuestión de Israel: “Hoy en día, la región precisa de mecanismos conjuntos de cooperación que permitan superar la amenaza común”, afirmó. En este sentido, remarcó la vigencia del legado de líderes como Hasan Nasralá, quien supo anticipar el peligro israelí y forjó la primera gran generación de combatientes que cambiaron la correlación de fuerzas en el sur del Líbano.

La resistencia, piedra angular de la política de seguridad

La presencia de Lariyani en el memorial de Hezbolá constituye también una afirmación del papel central de la resistencia como pilar del sistema de seguridad en la región. Si bien Irán nunca ha negado su respaldo político y moral a Hezbolá, en esta ocasión los mensajes han destacado la dimensión nacionalista del fenómeno. “Líbano puede que sea pequeño, pero es un país fuerte frente a Israel. Eso se debe, en última instancia, a la voluntad inquebrantable de su juventud”, expresó Lariyani.

El reconocimiento al sacrificio de los mártires y el homenaje a la resistencia no es solo una cuestión de imagen: apunta a consolidar la unidad interna y crear un relato alternativo a la narrativa hegemónica que reduce el papel de Hezbolá a mero instrumento iraní. En el discurso de Lariyani, el partido-milicia es presentado, antes que nada, como un escudo legítimo del pueblo libanés, capaz de sostener una línea nacional autónoma y cooperar con otras fuerzas en beneficio de la estabilidad.

Cooperación regional y diálogo con Arabia Saudita

En las diferentes ruedas de prensa, Lariyani se refirió a las recientes declaraciones de sheij Naim Qasem, secretario general adjunto de Hezbolá, sobre la posibilidad de normalizar relaciones con Arabia Saudita. “Celebro la iniciativa de sheij Qasem”, dijo Lariyani, “y valoro su llamado a abrir una nueva etapa en el diálogo intraislámico”.

El diplomático iraní enfatizó que Arabia Saudí, pese a sus diferencias con Irán, es un Estado hermano dentro del mundo musulmán. “La historia nos demuestra que, en situaciones críticas, las naciones musulmanas deben aparcar rencillas y anteponer la cooperación frente a amenazas comunes. La lógica de enemigos internos sólo debilita al conjunto, mientras que el objetivo debe ser fortalecer el frente islámico contra la amenaza israelí”, remarcó.

En un gesto de reconocimiento hacia las recientes gestiones entre Riad y Beirut, Lariyani destacó: “Todo paso, toda mediación que apunte a la tranquilidad del pueblo libanés debe ser respaldada”. Así, la política iraní confirma su apuesta por una diplomacia activa, pragmática y oceánica: más dispuesta al acuerdo político y la coordinación que al enroque dogmático.

Reconstrucción y ayuda humanitaria: un compromiso sostenido

Las recientes campañas militares israelíes en territorio libanés han dejado miles de hogares destruidos. Preguntado sobre la participación de Irán y otros países en las tareas de reconstrucción, Lariyani no dudó en vincular el respaldo material a los principios de la política exterior iraní. “El destino de Líbano debe ser decidido por los propios libaneses”, comentó, “pero puedo asegurar que estamos trabajando para que la reconstrucción de las casas arrasadas por la ocupación israelí se convierta en una prioridad de la cooperación internacional”.

El énfasis de Lariyani en el respeto a la soberanía nacional libanesa busca poner distancia de cualquier narrativa que acuse a Teherán de injerencia; el mensaje es inequívoco: “Líbano no necesita tutela. Nosotros apoyaremos siempre sus procesos, pero son los libaneses quienes deben trazar el rumbo”, declaró.

Desmintiendo acusaciones y subrayando la autonomía de la resistencia

La visita también fue la ocasión para responder a afirmaciones recientes de funcionarios estadounidenses que han acusado a Irán de suministrar recursos y armas a Hezbolá. Lariyani fue claro: “He leído esas acusaciones, pero son afirmaciones infundadas. Hezbolá se ha convertido en una fuerza tan robusta que no depende de envíos externos. Poseen capacidades internas suficientes para garantizar la defensa y la paz de su pueblo”.

Igualmente, Lariyani rechazó la intervención estadounidense en la política interna del Líbano y en la toma de decisiones sobre el papel de Hezbolá y su relación con el ejército oficial libanés. “Estados Unidos se coloca a sí mismo como tutor de los libaneses; consideramos que esta actitud paternalista y ajena, lejos de resolver, perpetúa los problemas”, recalcó.

Un nuevo enfoque sobre la unidad nacional y la racionalidad política

Ante preguntas sobre si Irán está impulsando una convergencia entre Hezbolá y Arabia Saudita, Lariyani detalló que la política de Teherán no es impositiva: “No dictamos comportamientos. Confiamos en el criterio de líderes como Sheij Qasem y su vocación de buscar el interés general”, afirmó.

Este enfoque responde a un cálculo político más sofisticado y realista: el de un país que ha aprendido que la diplomacia tiene más recorrido que la imposición y que, en zonas tan frágiles como Oriente Próximo (Asia Occidental), la unidad nacional es un activo menos valorado pero fundamental. Lariyani describió la aptitud de Hezbolá y de sus aliados libaneses para priorizar la convivencia interna y para activar canales de entendimiento frente al sectarismo como un logro de madurez política.

Perspectivas regionales y la estrategia de resiliencia colectiva

El balance final de la visita de Lariyani a Líbano revela el amplio espectro de la política iraní hacia su entorno más próximo. Lejos de los estereotipos que dibujan a Teherán como actor aislado o dependiente de la lógica militar, la diplomacia iraní se despliega aquí como mediadora, promotora de la cooperación y defensora del pluralismo político regional.

La resistencia emerge en este entorno no sólo como ejercicio defensivo, sino como motor de un nuevo regionalismo que privilegia la independencia, el diálogo entre iguales y la resolución pacífica de los conflictos. No se trata de negar los desafíos ni de disimular los riesgos. Al contrario: Lariyani subrayó la necesidad de prepararse para todos los escenarios posibles sin dejar de promover, como eje estratégico, la colaboración más amplia posible.

“Estamos listos para cualquier contingencia”, dijo, “pero confiamos en que la razón prevalezca. La historia reciente nos demuestra que las líneas que dividen solo ayudan a los adversarios”. Así, la racionalidad y la prudencia se convierten en virtudes políticas que nutren el horizonte estratégico de Irán y sus aliados regionales.

Conclusión: continuidad y apertura como signos de madurez

La visita de Ali Lariyani a Beirut no es sólo una celebración de la memoria de los mártires ni un acto protocolario más en la agenda del Consejo Supremo de Seguridad Nacional. Es la expresión visible de un paradigma que combina apoyo firme, respeto a la soberanía y voluntad de cooperación regional.

En tiempos de amenazas múltiples y presiones externas, la política exterior iraní —según el modelo reafirmado por Lariyani— es consciente de sus límites y de sus potencialidades. No rehúye los desafíos, pero tampoco busca la confrontación por sí misma; privilegia el entendimiento pragmático, el fortalecimiento institucional y la construcción de alianzas que permitan a cada país decidir su destino.

Hoy, como ayer, la posición de Irán es clara: apostar por un orden regional inclusivo, donde todos los actores —grandes o pequeños— tengan espacio para definir sus prioridades, construir consensos y reafirmar su dignidad frente a las amenazas. Mediante la visita a Líbano, Lariyani ha dejado constancia de la madurez estratégica de la República Islámica, que sigue apostando por una región fuerte, autónoma y capaz de ejercer su propia voz en el concierto internacional.