Por Ivan Kesic
- La introducción de un innovador diseño de patio con cuatro iwanes inspiró cientos de edificios religiosos iraníes posteriores.
- La designación de la mezquita como Patrimonio Mundial por la UNESCO reconoce su excepcional valor universal como obra maestra arquitectónica.
La Mezquita Jameh (Congregacional) de Isfahán (la Gran Mezquita de Isfahán) es uno de los monumentos religiosos y arquitectónicos más importantes de Irán y encapsula más de un milenio de arte islámico, historia política y evolución espiritual.
Fundada en el siglo VIII por los árabes Taym del pueblo de Tiran (cerca de Najafabad), la mezquita fue construida inicialmente en las afueras de Yahudiya, uno de los asentamientos gemelos que formaron el Isfahán islámico primitivo.
A lo largo de los siglos, se expandió junto con la ciudad, transformándose de una modesta estructura hipóstila en un gran complejo de cuatro iwan que se convirtió en un modelo para la arquitectura de las mezquitas iraníes.
La evolución milenaria de la mezquita
Inicialmente, la mezquita siguió el modelo hipóstilo árabe, con una sala de oración rectangular con filas de columnas enlucidas que sostenían un techo plano, un patio abierto y un único minarete.
Sirvió como punto central del Isfahán del período abasí, contando con una renombrada biblioteca que albergaba miles de volúmenes académicos.
La grandeza de la mezquita era tal que el legendario historiador Ibn al-Athir la describió como una de las más grandes y hermosas de su tiempo, hasta que fue trágicamente incendiada en 1121.
La evolución arquitectónica más radical de la mezquita se produjo durante el período seléucida (siglos XI-XII), especialmente después de que Isfahán se convirtiera en su capital en 1051.
Dos cúpulas monumentales —la cúpula sur de Nezam al-Molk (1072-1092) y la cúpula norte de Taj al-Molk (1088)— marcaron las primeras intervenciones importantes.
La cúpula sur, encargada por el famoso visir Nezam al-Molk, reemplazó el área original del mihrab con una enorme cámara de ladrillo similar a un chahartaq (una estructura abovedada cuadrada del período sasánida).
La cúpula norte, construida por Taj al-Molk, exhibió la brillantez arquitectónica selyúcida. A diferencia de su lado sur, priorizó la elegancia sobre la imponencia, con una intrincada mampostería geométrica, una cúpula de doble capa y una sofisticada distribución del peso mediante arcos y trompas.

Su programa epigráfico, que incluye versículos coránicos en escritura cúfica angular y cursiva, destacó aún más su maestría artística.
El cambio más revolucionario, sin embargo, llegó en la década de 1120, cuando la planta hipóstila original fue sustituida por un diseño de patio de cuatro iwan.
Este nuevo diseño presentó imponentes portales arqueados (iwanes) a cada lado del patio, integrando espacios interiores y exteriores y centrando el enfoque ritual en el patio abierto.
Esta innovación se convirtió en el modelo definitivo para las mezquitas iraníes, combinando las primeras tradiciones arquitectónicas islámicas y las indígenas iraníes.
La mezquita continuó evolucionando bajo las dinastías posteriores, a saber, los ilkhanidas, los muzaffaridas, los timúridas y los safávidas, cada una dejando su huella.
Durante el gobierno de los ilkhanidas en el siglo XIV, el iwan occidental se convirtió en una sala de oración que albergaba un magnífico mihrab de estuco (1310), encargado por el visir Mohammad Savi.
Sus inscripciones, en elegante escritura thuluth, reflejan la conversión de Oljeitu al Islam chiita, con referencias a los Doce Imames infalibles y un hadiz atribuido al Imam Ali ibn Abi Talib.
A finales del siglo XIV, los Muzaffarids añadieron una pequeña madrasa al lado oriental de la mezquita, y un siglo más tarde, los Timurids introdujeron azulejos policromados, transformando la austeridad del ladrillo selyúcida en una vibrante exhibición de color.
Un panel dedicado en 1447 en la sala de oración de invierno, que nombra al Sultán Mohammad Bahador, ejemplifica este cambio hacia la riqueza cromática.
Antes de que Shah Abbas I trasladara la capital a Isfahán en la década de 1590, los gobernantes safávidas embellecieron la mezquita con revestimientos de azulejos vidriados, bóvedas de mocárabes y esbeltos minaretes. Las inscripciones de Shah Tahmasp I enfatizaban la devoción chiita.
Sin embargo, la construcción de la Mezquita del Imán por parte de Shah Abás I en la Plaza de Naqsh-e Yahán acabó cambiando el enfoque religioso de la ciudad, relegando la Mezquita Congregacional a un papel secundario.
Legado y significado arquitectónico
La Mezquita Congregacional (Masjed e Jameh) no es simplemente una mezquita, sino un museo viviente de la innovación arquitectónica iraní. Abarca aproximadamente 17.000 metros cuadrados y cuenta con un patio central de unos 2.500 metros cuadrados.
Sus capas de construcción —desde los cimientos hipóstilos del siglo VIII hasta las cúpulas seléucidas, el mihrab iljánida y los azulejos timúridas— ilustran la interacción dinámica entre el poder político, la experimentación artística y la identidad religiosa.
Como una de las mezquitas congregacionales más antiguas de Irán, así como una de las primeras en adaptar el diseño del patio de cuatro iwan, influyó en innumerables estructuras posteriores, desde la Mezquita Azul de Tabriz hasta la Mezquita del Imán de Isfahán.
Las cúpulas acanaladas de doble capa de la mezquita introdujeron técnicas estructurales innovadoras que influyeron en el desarrollo arquitectónico en las regiones de Asia occidental, meridional y central.
Su estatus de Patrimonio Mundial por la UNESCO (desde 2012) reconoce su contribución incomparable a la arquitectura islámica, encarnando el cenit espiritual y artístico del Irán medieval.
Hoy en día, la mezquita sigue siendo un testimonio del papel histórico de Isfahán como encrucijada de cultura, fe y genio arquitectónico: un monumento donde cada ladrillo cuenta una historia de innovación, devoción y belleza eterna.