Por: Mohammad Molaei *
Con China, Rusia, India, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, Irán y Bielorrusia como Estados miembros, la organización busca combatir el terrorismo, el separatismo y el extremismo, al tiempo que fomenta el comercio, el desarrollo de infraestructuras y los intercambios culturales.
A lo largo de los años, la OCS ha evolucionado de un foro de seguridad regional a una entidad más amplia que influye en la multipolaridad global, alineándose con iniciativas como la "Franja y la Ruta" para mejorar la conectividad entre continentes.
Las raíces de la OCS se remontan a mediados de la década de 1990, cuando las disputas fronterizas entre los Estados postsoviéticos llevaron a la formación del grupo “Cinco de Shanghái”, compuesto por China, Rusia y tres repúblicas de Asia Central. Este mecanismo inicial se centró en desmilitarizar las fronteras y generar confianza mutua, sentando las bases para una colaboración más profunda.
A principios de la década de 2000, la incorporación de Uzbekistán transformó al grupo en la OCS, con una carta formal que subraya respuestas colectivas ante amenazas emergentes en una región volátil. Las actividades iniciales se centraron en patrullajes fronterizos conjuntos e intercambio de información, ampliándose gradualmente para incluir diálogos económicos, a medida que los miembros reconocían la interrelación entre seguridad y prosperidad.
A medida que el grupo maduraba, incorporó ejercicios militares a gran escala bajo el estandarte de la Misión de Paz, que simulan escenarios complejos que van desde la contrainsurgencia hasta la ayuda humanitaria. Estos simulacros, a menudo realizados en terrenos remotos, involucran despliegues coordinados de fuerzas terrestres, aviación y unidades especiales, demostrando la capacidad de respuesta rápida ante crisis.
Los componentes económicos ganaron fuerza a través de acuerdos sobre liberalización comercial, oleoductos de energía y redes de transporte, integrando los vastos recursos de los Estados miembros.
La evolución de la OCS refleja un esfuerzo deliberado por crear una alternativa a las alianzas lideradas por Occidente, priorizando la soberanía y la no intervención, a la vez que se abordan vulnerabilidades comunes como el tráfico de drogas y las amenazas cibernéticas.
El camino de Irán hacia la membresía de la OCS comenzó con el estatus de observador a mediados de la década de 2000, lo que permitió su participación en cumbres y discusiones temáticas sin derechos completos de toma de decisiones.
Esta fase permitió a Teherán interactuar con potencias euroasiáticas en medio de un creciente aislamiento de las instituciones occidentales. El proceso formal de adhesión se aceleró a principios de la década de 2020, culminando en la plena membresía que posicionó a Irán como un puente entre Asia Occidental y Asia Central.
Esta integración le proporciona acceso a mecanismos de seguridad colectiva, facilitando su contribución a los esfuerzos antiterroristas y a proyectos económicos que aprovechan la ubicación estratégica de Irán.
La membresía fortalece el papel de Irán en las iniciativas de estabilidad regional, incluyendo diálogos sobre Afganistán y seguridad fronteriza. También abre vías para proyectos conjuntos de infraestructura, como enlaces ferroviarios y desarrollos portuarios, que se alinean con los objetivos de conectividad más amplios.
A través de la OCS, Irán participa en grupos de expertos sobre energía y transporte, compartiendo conocimientos en la gestión de recursos mientras se beneficia de asociaciones comerciales diversificadas. Esta afiliación subraya un giro hacia una diplomacia orientada al Este, reforzando los lazos con actores clave dentro de un marco multipolar.
Las relaciones entre Irán y China se han profundizado a lo largo de las décadas, evolucionando desde negocios de armas hasta asociaciones estratégicas integrales. Las interacciones iniciales se centraron en suministros militares, evolucionando hacia intercambios tecnológicos que apoyaron la producción de defensa nacional.
La firma de acuerdos de cooperación a largo plazo formalizó los compromisos en defensa, energía e infraestructura, allanando el camino para empresas conjuntas que superan los marcos bilaterales.
Dentro de la OCS, esta asociación adquiere una dimensión multilateral, con una participación compartida en cumbres y ejercicios que refuerzan la coordinación. Los proyectos colaborativos incluyen mejoras en los corredores de transporte y las cadenas de suministro de energía, integrando los recursos de Irán con las expansivas iniciativas de China.
Las visitas de alto nivel y los diálogos en los eventos de la OCS consolidan aún más las alianzas, abordando desafíos comunes como la inestabilidad regional y las presiones económicas. Este marco amplifica los beneficios mutuos, desde la exportación de recursos hasta las colaboraciones tecnológicas, fomentando la resiliencia ante disrupciones externas.
Un símbolo notable del alto respecto que China otorga a esta relación surgió durante el desfile que marcó el 80.º aniversario de la victoria de China sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial.
La colaboración militar forma un elemento clave de las relaciones Irán-China, abarcando la adquisición de armas, entrenamientos conjuntos y sinergias operacionales. Las transferencias de sistemas de misiles, drones y equipos de guerra electrónica han reforzado las capacidades, permitiendo el desarrollo de plataformas avanzadas adaptadas a amenazas específicas. Estos intercambios enfatizan la autosuficiencia, con adaptaciones que incorporan innovaciones locales para satisfacer necesidades operativas únicas.
La cooperación naval destaca, con ejercicios conjuntos que simulan escenarios de defensa marítima en aguas estratégicas. Estos simulacros practican maniobras de flotas, tácticas antisubmarinas y ataques coordinados, mejorando la interoperabilidad entre buques de superficie y activos aéreos.
En tierra, los programas conjuntos se enfocan en redes de defensa aérea, integrando sistemas de radar y tecnologías de interceptación para crear una protección en capas contra incursiones aéreas. Esta asociación se extiende a la investigación en campos emergentes, como los sistemas no tripulados y la guía de precisión, donde la experiencia combinada produce soluciones resilientes para entornos asimétricos.
Los ejercicios conjuntos representan una manifestación práctica de la alineación militar, que va desde simulacros bilaterales hasta operaciones organizadas por la OCS. Las maniobras marítimas en el océano Índico y el golfo de Omán incluyen demostraciones de fuego real y simulaciones de búsqueda y rescate, poniendo a prueba las estructuras de mando y los protocolos de comunicación en condiciones realistas.
Estas actividades no solo perfeccionan las habilidades tácticas, sino que también construyen compatibilidad doctrinal, permitiendo que las fuerzas operen sin problemas en escenarios de coalición.
Las transferencias de tecnología juegan un papel crucial, implicando el intercambio de diseños de misiles de crucero, drones de vigilancia y herramientas de defensa cibernética. Las adaptaciones de los sistemas antisubmarinos permiten rangos extendidos y características de sigilo, mientras que las integraciones de drones apoyan la recolección de inteligencia y las misiones de ataque.
Los avances en guerra electrónica incluyen técnicas de interferencia y métodos de inteligencia de señales, interrumpiendo las operaciones del adversario mientras se protegen los propios activos. Estos intercambios ocurren a través de grupos de trabajo dedicados, garantizando actualizaciones continuas y alineación con amenazas emergentes.
La alineación facilitada por la OCS entre Irán y China reconfigura la dinámica regional, proporcionando un contrapeso a las estructuras de poder tradicionales. Las capacidades militares mejoradas contribuyen a las estrategias de disuasión, asegurando rutas marítimas vitales y caminos energéticos contra posibles disrupciones. Esta asociación influye en las alianzas regionales, fomentando diálogos que reducen tensiones y promueven la estabilidad en áreas disputadas.
Las implicaciones más amplias se extienden a las esferas económicas, donde los proyectos integrados fomentan la diversificación comercial y la resiliencia de la infraestructura.
En el Golfo Pérsico, los esfuerzos colaborativos abordan la seguridad marítima, contrarrestando la piratería y el contrabando mediante patrullas conjuntas. A nivel global, esta alianza apoya las tendencias multipolares, desafiando enfoques unilaterales y abogando por modelos de gobernanza inclusivos. La alineación también impacta en los mercados de energía, garantizando suministros estables en medio de fluctuaciones, mientras los intercambios culturales fortalecen los lazos entre los pueblos.
De cara al futuro, la OCS y la alineación militar Irán-China están destinadas a expandirse, incorporando tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial para sistemas automatizados y armas hipersónicas para una respuesta rápida.
Podrían surgir instalaciones de producción conjuntas, centradas en drones y misiles para satisfacer las necesidades colectivas. Los desafíos emergentes, como las amenazas cibernéticas y las inestabilidades inducidas por el clima, impulsarán nuevas áreas de cooperación, incluidos entrenamientos en guerra híbrida y marcos de respuesta ante desastres.
Los cambios globales, incluidos los cambios en la influencia regional, posicionan a China como un socio indispensable para Irán, facilitando el acceso a recursos de vanguardia. Los escenarios potenciales incluyen pactos de defensa formalizados dentro de la OCS, estableciendo fuerzas de despliegue rápido para intervenciones en crisis.
Las sinergias económicas respaldarán estos desarrollos, con inversiones en puertos y ferrocarriles que mejorarán el apoyo logístico. En general, esta trayectoria promete un crecimiento sostenido, adaptándose a las realidades geopolíticas mientras se avanzan objetivos compartidos de seguridad y prosperidad.
* Mohammad Molaei es un analista de asuntos militares basado en Teherán.
Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.
