Por: Thomas Babychan *
Irán e India están unidos por algo más que la mera proximidad geográfica. Su historia compartida se remonta a milenios atrás, entrelazada a través de rutas comerciales, intercambios culturales y luchas conjuntas contra poderes coloniales.
Sin embargo, en el mundo moderno, esta relación ha sido puesta a prueba con dureza, no por diferencias irreconciliables, sino por el asfixiante control de las sanciones estadounidenses y la obsesión de Washington por dominar la independencia política y económica de otras naciones.
En el contexto global actual, donde Estados Unidos utiliza su poder financiero como arma, India e Irán deben profundizar su amistad, no por mera voluntad, sino por una necesidad histórica imperiosa.
Para ambas naciones, la cooperación no se reduce a cifras comerciales o apariencias diplomáticas; se trata de resistir un orden imperial que busca castigar a cualquier país que se atreva a seguir un camino independiente.
Estados Unidos, mediante sanciones unilaterales, ha socavado deliberadamente el comercio entre India e Irán, desestabilizado la alianza energética e intentado asfixiar la economía iraní hasta la sumisión.
Esta postura agresiva ha costado a ambos países valiosas oportunidades. Sin embargo, también abre una puerta: la posibilidad de que estas dos naciones amigas se unan, se nieguen a doblegarse ante la coerción y reconstruyan su alianza desafiando los dictados imperiales.
India e Irán han estado conectados por lazos civilizacionales desde los albores de la Ruta de la Seda. El arte, la lengua y la cultura persas influenciaron profundamente a la sociedad india, mientras que productos e ideas de India llegaron a los mercados y al pensamiento persa.
Estas conexiones nunca fueron meramente transaccionales; representaban un enriquecimiento mutuo.
En la era moderna, tanto India como Irán han sido víctimas de interferencias coloniales y manipulaciones externas. Irán sufrió repetidas intervenciones británicas y estadounidenses, siendo la más infame el golpe respaldado por la CIA en 1953 que derrocó al primer ministro Mohamad Mosadeq tras su intento de nacionalizar el petróleo iraní.
India, por su parte, soportó dos siglos de brutal dominación británica, seguida por la presión de la Guerra Fría. Ambas naciones conocen lo que significa ser despojadas de soberanía por fuerzas externas.
Hoy, las sanciones estadounidenses contra Irán y la presión de Washington para que India se someta reviven esos mismos patrones coloniales.
Estados Unidos reclama autoridad moral, pero en la práctica busca dictar quién puede comerciar, quién puede comprar petróleo y quién puede forjar alianzas. Es una versión actualizada del control colonial, disfrazada con el lenguaje de la “seguridad” y la “no proliferación”.
Comercio bajo asedio
Hasta 2018, el comercio entre India e Irán crecía sostenidamente, alcanzando un máximo superior a los 17 mil millones de dólares. India dependía de Irán para obtener petróleo crudo asequible y confiable, importando casi el 11 % de su petróleo desde Teherán.
El crudo iraní no solo abastecía a las refinerías indias, sino que fortalecía la seguridad energética de India al reducir su dependencia de las monarquías del Golfo Pérsico, muchas de ellas estrechamente ligadas a Washington.
Todo esto colapsó cuando Estados Unidos se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear conocido como JCPOA y reimpuso sanciones ilegales contra Irán.
India, bajo una inmensa presión estadounidense, redujo sus importaciones de petróleo a cero en mayo de 2019. En un solo golpe, el comercio bilateral se desplomó casi un 90 %. Para 2024, el comercio se había reducido a escasos 2300 millones de dólares, con el petróleo —columna vertebral de la relación— reducido a una sombra de lo que fue.
El impacto fue desastroso para ambos. Irán perdió un cliente confiable y una fuente de ingresos, mientras India se vio forzada a comprar petróleo a Arabia Saudí, Irak e incluso a Estados Unidos, a costos más altos y con mayores condicionamientos políticos.
En realidad, las sanciones de Washington no solo apuntaban al programa nuclear iraní. Su objetivo era asegurar que Irán permaneciera económicamente paralizado y garantizar que naciones como India continuaran comprando energía a los aliados estadounidenses. Fue un chantaje económico a escala global.
No obstante, pese a las sanciones, el comercio no ha desaparecido por completo. India sigue siendo el tercer socio comercial de Irán, después de China y Turquía. Continúan las exportaciones de arroz, té, productos farmacéuticos y acero, mientras Irán envía a India productos químicos orgánicos, frutos secos y derivados del petróleo.
Ambos países también han desarrollado un mecanismo de pago en rupias y riales para eludir las transacciones en dólares estadounidenses. Esto no es solo una solución técnica; es un acto silencioso de resistencia contra un sistema financiero dominado por Washington.
Puerto de Chabahar: un eje estratégico
La piedra angular de la cooperación India-Irán ha sido el puerto de Chabahar, en la provincia sureste iraní de Sistán y Beluchistán. Este proyecto va mucho más allá de un emprendimiento comercial. Para India, es la única vía viable hacia Afganistán y Asia Central que evita Pakistán.
Para Irán, representa una forma de fortalecer su papel como centro regional de tránsito, a pesar de estar bloqueado del sistema financiero global.
El acuerdo trilateral de 2016 entre India, Irán y Afganistán marcó una nueva era. Para 2024, India firmó un acuerdo por 10 años para operar la terminal Shahid Beheshti en Chabahar, invirtiendo 120 millones de dólares y ofreciendo a Irán una línea de crédito por 250 millones de dólares. El puerto ya maneja millones de toneladas de carga anualmente, incluyendo suministros vitales de trigo para Afganistán.
Nuevamente, la agresión estadounidense ha sido el principal obstáculo. Las sanciones han retrasado inversiones, limitado canales bancarios y disuadido a empresas privadas. Proyectos infraestructurales iraníes, como las vías férreas que conectarían Chabahar con Asia Central, permanecen sin financiamiento suficiente.
Y, sin embargo, el puerto ha resistido. Cada barco que atraca en Chabahar es un acto de desafío frente al intento de Washington de aislar a Irán. Para India, perseverar en este proyecto no es solo pragmático, sino político: demuestra que Nueva Delhi no cederá completamente sus intereses regionales a los dictados estadounidenses.
Irán posee las segundas mayores reservas mundiales de gas natural y vastos depósitos de petróleo crudo. Para India, cuya demanda energética crece a ritmo extraordinario, los recursos iraníes son indispensables. La cercanía entre los yacimientos iraníes y las refinerías indias reduce costos de transporte, y la disposición iraní a aceptar pagos en rupias hace que el comercio sea mutuamente beneficioso.
No obstante, las sanciones estadounidenses han reducido este potencial a un hilo. Mientras India importa en gran medida de Irak y Arabia Saudí, tal dependencia la expone a la manipulación política por parte de los aliados de Washington en el Golfo Pérsico. Irán, a diferencia de esas monarquías, no opera bajo tutela estadounidense. Esto convierte al petróleo iraní no solo en una opción asequible, sino también políticamente confiable.
India e Irán han explorado repetidamente sistemas alternativos de pago, intercambios por trueque y contratos de suministro a largo plazo. Si las sanciones se flexibilizan, las importaciones de petróleo iraní podrían reanudarse de inmediato.
El campo gasífero Farzad-B, largamente previsto para inversión india, sigue siendo prometedor para una colaboración futura. Lo que impide esta cooperación no son obstáculos económicos o logísticos, sino la mano coercitiva de Washington.
Convergencia geopolítica
India e Irán comparten el interés en una Afganistán estable y libre de dominación externa. A través de Chabahar, India ha enviado ayuda humanitaria a Afganistán, a menudo coordinándose con Irán.
Esto demuestra cómo ambos países pueden actuar conjuntamente por la estabilidad regional, aun cuando las intervenciones estadounidenses han dejado a Afganistán fracturado y empobrecido.
También en foros multilaterales India e Irán convergen. Con la adhesión de Irán a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en 2023, ambos participan en una plataforma euroasiática que contrarresta el dominio estadounidense. India ha apoyado la inclusión de Irán en el diálogo internacional más amplio, rechazando la narrativa de Washington que condena a Teherán a ser un estado paria.
En el fondo de este debate no están las cifras comerciales ni las instalaciones portuarias, sino la ideología. La política estadounidense hacia Irán es un claro ejemplo de guerra económica. Las sanciones son unilaterales, ilegales según el derecho internacional, y buscan no la paz, sino la sumisión.
Al exigir que India y otros países dejen de comprar petróleo iraní, Estados Unidos dice en la práctica: Nuestra ley es ley global. No es más que arrogancia imperial.
Para India, ceder a esta presión es contraproducente. Sacrifica energía asequible, conectividad regional y autonomía estratégica.
Para Irán, los costos son aún mayores: ingresos paralizados, inflación y aislamiento. Ambas partes deben reconocer que su cooperación no es solo útil, sino esencial para resistir un orden global que busca subyugarlos.
Profundizar los lazos India-Irán es una declaración contra la unipolaridad. Envía el mensaje de que las naciones soberanas no aceptarán ser dictadas por Washington. Abre el camino hacia un mundo multipolar, donde el comercio, la energía y la diplomacia se definan por intereses regionales, no por tácticas coercitivas de un imperio lejano.
Una amistad que vale la pena defender
India e Irán están en una encrucijada. Pueden seguir permitiendo que las sanciones y amenazas de Washington definan su relación, o pueden decidir fortalecer su amistad pese a los obstáculos. Este último camino requiere coraje, pero también promete dignidad e independencia.
La historia de ambos países está llena de ejemplos de resiliencia frente a la dominación extranjera. Hoy, esa resiliencia debe expresarse mediante vínculos comerciales profundizados, cooperación sostenida en Chabahar, renovadas alianzas energéticas y solidaridad política en foros internacionales.
El sistema de pagos rupia-rial, la insistencia en la culminación de Chabahar y el diálogo continuo sobre proyectos petroleros y gasíferos son actos pequeños pero importantes de resistencia.
La agresión económica estadounidense no cesará. Washington continuará armando el dólar, las sanciones y la presión diplomática para dividir a las naciones soberanas e imponer su voluntad.
La única respuesta es la solidaridad entre los objetivos. India e Irán, con su historia compartida e intereses mutuos, son socios naturales en esta lucha.
Elevar esta amistad no es solo una política prudente; es una necesidad imperiosa, un paso hacia un futuro en que naciones como India e Irán puedan comerciar, crecer y prosperar sin pedir permiso a un imperio que no tiene derecho a dictar sus decisiones.