Publicada: miércoles, 27 de agosto de 2025 5:24

El ministro de guerra israelí amenazó a Yemen con una “plaga de los primogénitos”, evocando una imagen bíblica para justificar ataques, incluso contra niños.

Por: Iván Kesic

Tras un brutal asalto israelí a la infraestructura civil en la capital yemení de Saná, que resultó en múltiples víctimas, el ministro israelí de asuntos militares emitió una escalofriante amenaza de una “plaga de los primogénitos,” sugiriendo el ataque indiscriminado a niños.

Los bombardeos israelíes golpearon sitios clave en Saná el domingo, incluyendo la estación de energía de Hazeiz y un depósito de combustible civil. Los ataques sumieron a varias zonas de la ciudad en la oscuridad.

Imágenes compartidas en línea mostraron densas columnas de humo y llamas elevándose sobre barrios residenciales, lo que indicaba que los objetivos eran civiles comunes.

En una declaración contundente y profundamente inquietante, el ministro de asuntos militares del régimen sionista, Israel Katz, invocó una imagen bíblica extrema, amenazando a Yemen con una “plaga de los primogénitos”, presentando futuras agresiones militares como barridas y punitivas.

Esta retórica resuena con el lenguaje genocida utilizado por los funcionarios del régimen israelí durante la guerra genocida en Gaza, que ya ha matado a más de 62 000 palestinos, y ahora parece extenderse explícitamente a Yemen.

La amenaza de Katz marca una peligrosa escalada, indicando la intención de atacar indiscriminadamente la infraestructura civil y los medios de subsistencia en Yemen. También refleja un patrón de usar una fuerza desmesurada para intimidar a poblaciones enteras, con los niños ahora explícitamente en la mira.

¿Qué es el relato bíblico de la “Plaga de los Primogénitos”?

La Plaga de los Primogénitos es la décima y última intervención divina en el relato bíblico del Éxodo (11-12), representando un acto catastrófico de juicio contra Egipto por la persistente negativa del faraón a liberar a los israelitas esclavizados.

Esta plaga decisiva resultó en la muerte de todos los primogénitos de los hijos en la sociedad egipcia, desde el palacio real hasta el hogar más humilde, e incluso afectó al ganado primogénito.

Su ejecución fue repentina y total, desatando un dolor y lamento sin precedentes en toda la tierra, descrita como más severa que cualquier otro momento en la historia de Egipto.

Este evento sirvió como una confrontación directa no solo con la autoridad del faraón, sino también con el panteón de los dioses egipcios, subrayando una reclamación teológica del poder divino supremo.

Antes de la plaga, Moisés entregó una advertencia solemne al faraón, delineando explícitamente la destrucción que se avecinaba y que afectaría a los primogénitos de personas y animales.

Mientras tanto, los israelitas recibieron instrucciones específicas para marcar los postes de sus puertas con la sangre de un cordero sacrificado, una señal que haría que el Señor pasara por alto sus hogares y los perdonara de la plaga.

El efecto más inmediato de la plaga fue la ruptura de la resistencia del faraón, obligándolo a ordenar finalmente que Moisés y Aarón llevaran a los israelitas fuera de Egipto de inmediato.

Es importante señalar que la narrativa subraya una división tajante entre los dos pueblos: ningún primogénito israelita pereció, destacando una separación deliberada y divinamente impuesta.

¿Cuándo se utilizó el relato bíblico en la retórica política?

El relato de la plaga está profundamente arraigado en la tradición judeocristiana, simbolizando un juicio divino severo, y ha sido utilizado principalmente por círculos sionistas, cristianos radicales y de extrema derecha.

Referencias a la “plaga de los primogénitos” bíblica han aparecido ocasionalmente en la retórica política, aunque dicho uso es a menudo controversial debido a sus implicaciones violentas y teológicas.

La plaga de los primogénitos involucra la muerte de niños, lo que la convierte en una metáfora altamente sensible. La mayoría de los políticos evitan tal imaginería para prevenir reacciones adversas o acusaciones de extremismo.

Cuando se invoca, generalmente sirve como una crítica moralizante contra sistemas o líderes considerados opresivos o moralmente corruptos.

Por ejemplo, algunos activistas en EE.UU. han utilizado esta imaginería para enmarcar el aborto legalizado como una plaga moderna, trazando paralelismos entre la antigua retribución divina y los pecados sociales contemporáneos.

De manera similar, en contextos de guerra o crisis humanitaria, los críticos han evocado la metáfora de la plaga para enfatizar la magnitud del sufrimiento entre los inocentes, especialmente los niños, aunque las referencias explícitas a los “primogénitos” rara vez se destacan debido a sus connotaciones extremas.

En algunos movimientos de extrema derecha o nacionalistas religiosos, el lenguaje de las plagas divinas se fusiona a veces con la retórica apocalíptica, advirtiendo sobre el juicio inminente contra la corrupción política o la decadencia cultural.

Sin embargo, los políticos y pensadores convencionales generalmente evitan tales paralelismos bíblicos cargados, reconociendo su potencial para alienar a audiencias diversas y provocar acusaciones de radicalismo.

En la política israelí, la narrativa del Éxodo se menciona en debates sobre relaciones exteriores, retratando a los enemigos como “faraones modernos”.

Retórica genocida sionista con referencias religiosas

Funcionarios de alto rango del régimen israelí han empleado repetidamente un lenguaje inflamatorio y deshumanizante que extrae directamente de narrativas bíblicas para enmarcar la agresión militar contra Gaza, con críticos y expertos legales internacionales advirtiendo que tal retórica demuestra una intención genocida.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, marcó un tono tajante al invocar a los amalecitas, un enemigo bíblico que, según el Antiguo Testamento, debe ser destruido por completo, incluidas mujeres, niños y ganado, una referencia ampliamente interpretada como un llamado a la aniquilación de los palestinos en Gaza.

Este sentimiento fue repetido por el miembro del partido Likud, Amit Halevi, quien sugirió que Gaza debería quedar como un monumento de destrucción, como Sodoma, una ciudad obliterada por la ira divina en el Libro del Génesis.

Tal lenguaje no es meramente simbólico; ha sido operacionalizado en la política militar, como lo demostró la declaración del exministro de asuntos militares Yoav Gallant sobre un sitio completo contra Gaza mientras describía a sus habitantes como “animales humanos”, una declaración posteriormente citada en el examen de crímenes de guerra en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sobre el territorio palestino sitiado.

Los cimientos ideológicos de estas declaraciones están arraigados en el fanatismo religioso, que ve a Palestina histórica como una posesión judía divinamente ordenada y a los palestinos como obstáculos para un mandato territorial sagrado.

Los ministros israelíes Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich han defendido consistentemente la expulsión masiva de palestinos, a menudo llamada eufemísticamente “migración voluntaria”, mientras rechazan por completo la nación palestina.

Su visión se alinea con los objetivos expansionistas del movimiento denominado “Gran Israel”, que busca absorber permanentemente los territorios ocupados y extender la ocupación a los estados regionales.

Este mundo ideológico enmarca la violencia no solo como una necesidad estratégica, sino como una limpieza teológicamente justificada, un tema aún más amplificado por el comentario del ministro de patrimonio Amichai Eliyahu sobre la bomba nuclear y el llamado explícito del parlamentario del Likud, Ariel Kallner, a una “segunda Nakba”.

La normalización de tal retórica marca un peligroso cambio de un discurso extremista a un lenguaje político dominante, acelerado desde el inicio del genocidio en Gaza, que rompió los tabúes retóricos de larga data.

Las organizaciones internacionales de derechos humanos han documentado cientos de casos de incitación pública al genocidio por parte de funcionarios, periodistas y figuras públicas, creando un entorno donde las bajas civiles masivas y el borrado cultural se enmarcan como sancionados divinamente o históricamente inevitables.

La comunidad internacional, incluidos los expertos de la ONU y el equipo legal de Sudáfrica en la CIJ, ha señalado estas declaraciones como evidencia de una intención sistemática de destruir la sociedad palestina en Gaza, observando que la escala de los bombardeos, el bloqueo y el desplazamiento se alinea estrechamente con las declaraciones violentas de los funcionarios.

A pesar de la creciente condena legal y ética, la impunidad sigue siendo generalizada, con las naciones occidentales ofreciendo solo suaves reprimendas mientras continúan brindando apoyo militar y diplomático.

Esto ha envalentonado a los funcionarios a escalar su retórica, erosionando aún más la posibilidad de una solución política y reforzando una lógica de eliminación.

La persistencia de estas narrativas refleja un compromiso ideológico más profundo con una visión excluyente del Estado, que utiliza el simbolismo teológico para legitimar la expansión territorial y el control demográfico.

Mientras la violencia genocida continúa, la retórica de juicio divino y derecho histórico sigue moldeando la estrategia militar, la percepción internacional y la realidad cotidiana de los palestinos que viven bajo sitio.


Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.