“Esos días, que no volverán jamás, es la promesa que nos hemos hecho”, ha asegurado la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, en un discurso pronunciado el lunes con el motivo de 4.º aniversario de las protestas de 2018.
Tras insistir en que el Gobierno nicaragüense hace todo lo posible para que nunca más se repita lo ocurrido entonces, la también primera dama del país sandinista subrayó que “la paz” es lo más importante para cuidarse en una sociedad.
En este contexto, Murillo arremetió contra quienes que quisieron “sembrar el terror” en su país y dijo que no habrá ni perdón ni olvido para los masacradores de la paz, de la concordia, de la vida tranquila del pueblo.
Aludiendo al papel negativo de los obispos nicaragüenses que actuaron como mediadores de un diálogo nacional con el que se buscaba una salida pacífica a aquella crisis, la vicepresidenta aseveró que, en realidad, la iglesia y los obispos fueron quienes en el nombre de Jesucristo promovieron la violencia.
En abril de 2018, Nicaragua vivió una etapa de crisis sociopolítica que generó protestas en contra de la Administración de Ortega, debido a unas reformas a la ley de seguridad social. Días después, ese decreto presidencial fue revocado por el Gobierno, sin embargo, continuaron los disturbios que fueron catalogados por el mandatario sandinista como un intento de golpe de Estado.
De acuerdo con el Gobierno, detrás de estas protestas violentas había una “conspiración” impulsada por grupos con financiación estadounidense y del narcotráfico. Estos disturbios dejaron decenas de muertos y heridos, además de daños a la propiedad pública y privada.
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