Entre escombros y muros agrietados, las familias gazatíes regresan a edificios parcialmente en pie para rehacer su vida. Escaleras improvisadas, habitaciones abiertas al cielo y muebles rescatados conviven con la esperanza de un hogar, aunque sea frágil.
La vida cotidiana persiste: café preparado al fuego, mochilas colgadas de varillas expuestas y alfombras extendidas sobre el polvo. En las paredes, dibujos y mensajes recuerdan a quienes fueron separados por la guerra.
Cada noche trae temor a nuevos derrumbes, pero también la decisión de quedarse. En una ciudad devastada, estos espacios dañados se transforman en refugio y testimonio de resistencia.
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