Pese al toque de queda, anunciado incluso después de que el presidente chileno, Sebastián Piñera, dejara sin efecto el alza del pasaje del metro, que motivó las protestas, se recrudecieron los incidentes con saqueos y destrucción de edificios institucionales en pleno centro de la ciudad, fogatas, barricadas con material inflamable, nuevos choques entre manifestantes y policías y los llamados “cacerolazos”.
Los indignados se enfrentaron con la Policía, que usó el gas lacrimógeno y cañones de agua para dispersarlos. El domingo, cinco personas murieron tras el incendio de una fábrica de ropa en Santiago, capital chilena, y ya son al menos ocho los muertos en unas revueltas sociales sin precedentes desde el retorno a la democracia en 1990.






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