La reina Isabel II falleció el pasado jueves a la edad de 96 años y su hijo Carlos III, de 73 años, subió al trono del Reino Unido, donde alegan que este puesto es ceremonial y no tiene nada que ver con la política que aplica Londres.
No obstante, el pasado año, el diario británico The Guardian reveló en un informe que más de 1000 leyes fueron examinadas por la difunta reina o por su hijo Carlos III en un proceso secreto antes de que fueran aprobadas por el Parlamento británico. Eran proyectos de ley sobre la propiedad personal de Isabel II y otros que consideraba podrían afectarla personalmente.
Cuando The Guardian les preguntó a los representantes de la reina sobre el tema, estos se negaron a decir cuántas veces la monarca había solicitado modificaciones a la legislación desde que llegó al trono en 1952.
Otro proceso en el Reino Unido en el que se pueden ver las huellas de Isabel II fue el Brexit (salida de la Unión Europea, UE); la difunta reina expresó su directo apoyo a tal medida en un discurso en 2019, afirmando que el divorcio del bloque era la decisión del pueblo británico.
En otro informe publicado en septiembre de 2019, The Guardian indicó que Isabel II también tuvo papel en el referéndum de independencia de Escocia en 2014; en un discurso, ella avisó en aquel entonces al pueblo escocés que pensaran “con mucho cuidado” sobre el futuro.
La monarquía, en colapso
Ahora, mientras muchos en el país europeo están de luto por el fallecimiento de su reina, un grave peligro de colapso se cierne sobre la monarquía colonial que domina la mayor comunidad del mundo, con una población que supera a los 412 millones de personas en el Reino Unido y los otros 14 países de la Mancomunidad de Naciones.
De hecho, se oyen voces que piden el fin de la monarquía británica, tanto desde dentro del territorio insular europeo —que abarca a Gran Bretaña, el noreste de la isla de Irlanda y pequeñas islas adyacentes— como fuera de esa geografía, como es el caso de Australia o los países caribeños.
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