Portland, la ciudad más importante del estado de Oregón. Madrugada del miércoles, 21 de julio.
Las protestas contra la brutalidad policial continúan, casi tres meses después del asesinato de George Floyd, en Minneapolis.
Pero nada ha cambiado. Policías federales y locales atacan con gases lacrimógenos y porras a cientos de manifestantes, mayoritariamente afroamericanos, en uno de los suburbios de la ciudad.
Los oficiales utilizan detenciones, golpes y persecuciones para, supuestamente, controlar las violentas protestas.
La Casa Blanca quiere poner fin “ya” a las protestas, aunque sea a la fuerza, inundando las calles con efectivos federales. El Departamento de Seguridad Nacional niega el uso excesivo de fuerza por los agentes, y aboga por continuar la represión. El presidente Donald Trump también está encantado con la actitud represiva de la Policía.
El plan de Trump es tomar el control de las calles en ciudades y estados controlados por demócratas: Chicago, Filadelfia, Detroit, Baltimore, Oakland y Nueva York.
El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, promete luchar contra “la invasión” de fuerzas federales, si hace falta, en tribunales. Pero mientras, el alcalde habla de lucha y politiqueo.
En el centro de Nueva York, cientos de agentes desalojaron a la fuerza un campamento improvisado de manifestantes. Sin embargo, respecto al alcalde de Nueva York, hay una evidente contradicción entre lo que dice y lo que ordena.
fdd/mkh