Según autoridades, en adición a sus armas, Pagourtzis, fabricó bombas caseras con la intención de asesinar aún más personas.
La otra cara de moneda: Siete tiros en la espalda contra este joven inocente. Y Luis Pérez, el cobarde que disparó, sigue libre. Pero Pérez no es un individuo común y corriente, es policía.
El lunes de 2012, a las 3:30 de la tarde en Miami, en el sureste de EE.UU., Sebastián Gregory caminaba por su vecindario. Sin motivo alguno la policía le detuvo a balazos.
El idilio mortal entre los estadounidenses, las armas de fuego y la violencia no es algo nuevo, pero tampoco es algo nuevo la evidente omisión de las autoridades locales y federales ante los casos de abuso y violencia. Y es que detrás de puerta cerrada corren muchos intereses, especialmente políticos y económicos.
De modo que en el caso de las masacres escolares poco o nada cambiará, en términos de tenencia de armas, pues estas generan ganancias a los fabricantes. Y mientras, los policías que asesinan ciudadanos seguirán libres, pues ello le es conveniente a la política de turno.
Marcelo Sánchez, Miami.
mhn/mkh