Conforme a un reporte difundido el miércoles por el Centro de Política de la Violencia (VPC, por sus siglas en inglés), en 2009 —un año después de que saliera el permiso para el porte sin restricciones de armas— el índice pasó de ser 10,21 por cada 100.000 muertes a 11,96 en 2016.
“Estos números muestran que, como nación, estamos viviendo una crisis de armas”, advierte Kristen Rand, la directora legislativa del VPC.
El análisis, del mismo modo, recoge que los mayores índices de muertes por armas de fuego se registraron en los estados en los que la proporción de propietarios es mayor y las normas de prevención de la violencia con armas son más débiles.
En esta línea, Alaska (noroeste de EE.UU.) es el territorio con mayor índice de posesión de armas de fuego, con un 56,4 % de la población, y el mayor índice de muertes por esta causa, con 23,86 por cada 100.000 muertes. Le sigue Alabama (sureste), con un 49,5 % de sus habitantes teniendo armas en casa y un índice de muertes del 21,51.
Estos números (de las muertes por armas de fuego en EE.UU.) muestran que, como nación, estamos viviendo una crisis de armas”, advierte Kristen Rand, la directora legislativa del Centro de Política de la Violencia.
En otro lado de la tabla se encuentran los dos estados nororientales de Estados Unidos que, según la citada fuente, lideran las regulaciones más duras en este sentido: Massachusetts, con apenas un 14,3 % de personas con un arma y un 3,55 en el índice de muertes, al que le sigue Nueva York, con un 22,2 % y un índice de 4,56.
Además del tiroteo más letal en la historia de EE.UU., acaecido en Las Vegas, en el que murieron al menos 58 personas, subyacen un sinfín de estadísticas estremecedoras que hacen de la violencia armada en Estados Unidos una anomalía.
Pese a ello, el presidente estadounidense, Donald Trump, aboga por la venta de armas, dado que, conforme a expertos, las compañías que las fabrican realizan sustanciosas donaciones a los políticos cuando están en campaña.
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