Publicada: lunes, 15 de septiembre de 2025 11:53

En el corazón de Irán, Isfahán, celebrada sobre todo por sus cúpulas turquesa y su arquitectura de la era safávida, también alberga una tradición musical que ha definido el paisaje sonoro iraní durante siglos.

Desde el místico ney de Hasan Kasai hasta la voz dorada de Taj Esfahani, Isfahán ha sido escenario y refugio para maestros de la música clásica persa.

En 2011, la escuela de música tradicional de Isfahán fue reconocida oficialmente en la Lista Nacional del Patrimonio Cultural Inmaterial de Irán, reafirmando su papel como piedra angular de la cultura persa.

En el corazón de este legado musical se encuentra el modo vocal Bayat Isfahán, uno de los más queridos del canon persa.

Conocido por sus rasgos románticos, el Bayat Isfahán se describe a menudo como un modo de anhelo, un viaje musical que transporta a los oyentes a un reino de tierna melancolía, como el arco de un drama romántico que nunca rompe su atmósfera.

El alma de la música de Isfahán

El Bayat Isfahán nace del Homayun Dastgah, uno de los marcos principales de la música clásica persa.

Descrito a menudo como el modo más romántico de Irán, transmite un amor delicado y profundo. A diferencia de otros modos que cambian de estado de ánimo, el Bayat-e Isfahán mantiene un hilo emocional continuo, atrayendo a los oyentes a un mundo donde cada nota narra una historia.

Sus melodías son inmediatamente reconocibles, incluso para quienes no están familiarizados con la música oriental, evocando la escala menor con sutiles microtonalidades que le otorgan un sabor auténticamente persa.

El modo se despliega a lo largo de ocho notas y siete intervalos, y sus interpretaciones alcanzan con frecuencia su punto culminante emocional en el Gusheh Oshagh, la sección evocativamente llamada “Amantes”.

Más que notas en una escala

Sin embargo, el papel de Isfahán en la música iraní no se limita a los modos técnicos; se trata de la devoción centenaria de la ciudad por la melodía y la canción.

Durante la era safávida, cuando Isfahán era la capital de Irán, la música estaba entretejida en la vida cortesana. Se esperaba que los príncipes la dominaran, y los músicos de la ciudad tenían a su cargo su formación.

Algunos investigadores incluso sostienen que la conexión de la ciudad con la música precede a la era safávida por milenios, enraizada en la posición de Isfahán en el corazón de los cruces culturales de Irán.

Lo que hace perdurar la música de Isfahán es su capacidad de encarnar el espíritu de la ciudad: romántico, reflexivo y profundamente ligado a la memoria.

En la escuela de música de Isfahán, el instrumentista refleja al cantante en una técnica conocida como Monaseb Khani, creando un delicado diálogo entre voz y música.

La ornamentación, o Tahrir, se aplica para realzar la belleza emocional de la poesía misma, un refinamiento que ha llegado a definir la escuela.

Su repertorio también incorpora melodías de comunidades vecinas, como los Qashqai, Boyer-Ahmadi y Dezfuli, lo que da testimonio de la diversidad cultural de Isfahán.

A lo largo de las décadas, innumerables composiciones en Bayat-e Isfahán han entrado en la imaginación musical iraní.

Clásicos como Ghoghaye Setaregan (Tumulto de las Estrellas), Bahar Delneshin (Primavera Agradable) y Migzaram Tanha (Paso Solo) se han convertido en referentes de la expresión emocional. Estas canciones, interpretadas en estilo tradicional o adaptadas a arreglos pop, continúan reflejando el espíritu musical perdurable de la ciudad.

Algunas melodías, como el Gusheh Darvish Hassan, narran historias que se remontan a los jardines de la era Qajar en Isfahán, donde los cantantes llamaban a los visitantes a proteger las flores, fusionando arte, naturaleza y vida urbana en una sola nota.

Preservando la tradición

La escuela de música de Isfahán debe gran parte de su supervivencia a maestros y músicos dedicados que conservaron la tradición oral durante generaciones.

Durante la era Qajar, los intérpretes de ta’ziyeh, actores que recitaban obras religiosas especialmente durante el mes de Muharram, llevaron el estilo distintivo de Isfahán a Teherán, influyendo en una nueva generación de músicos.

Figuras como Seyed Rahim Esfahani, Taj Esfahani y muchos otros registraron y enseñaron estas melodías con esmero, asegurando que, incluso siglos después, la música de la ciudad permaneciera viva.

Seyed Abdolrahim Esfahani (1853–1939) fue un maestro Rouzeh-Khan, cuyos alumnos incluyeron a Taj Esfahani, Adib Khansari y Habib Shaterhaji. Conocido por su voz lírica y su memoria enciclopédica de melodías, moldeó las habilidades de toda una generación.

Abdolhosein Barazande (1893-1971) fue un maestro de tar, violín y santur. Colaboró con poetas y músicos de su tiempo para crear obras que permanecen como hitos en la ópera y opereta persa.

Puso en escena piezas como Zal o Rudabeh, Leyli o Majnun, Kheir o Shar (Bien y Mal), Shabneshini Hafez o Sa’di (Noche con Hafez y Sa’di), Mardan o Shahrbanu dar Botkadeh Somnat (Hombres y Shahrbanu en el Templo de Somnath), entre otras. Sus composiciones incluían casi 300 piezas, aunque solo 30 llegaron a interpretarse.

Jalal Taj Esfahani (1903-1981), figura clave del siglo XX, revivió el Maktab-e Avaz-e Esfahan (Escuela del Canto de Isfahán) y formó a luminarias como Mohammad Reza Shajarian y Hossein Khajeh Amiri.

Uno de los rasgos distintivos de Taj Esfahani fue su maestría en Monaseb-Khani. Sus interpretaciones destacaban la amistad y la elegancia poética, evocando los versos eternos de Saadi Shirazi. Entre sus obras más perdurables se encuentra Atash-e Del (Fuego del Corazón).

Hoy, el Dr. Mohamad Mahdi Vaezi Esfahani, conocido artísticamente como Mohammad Esfahani, continúa el rico legado musical de Isfahán.

Nacido el 5 de julio de 1966 en una familia arraigada en valores religiosos y culturales, ha interpretado tanto melodías sagradas como clásicas persas.

Combina sonidos tradicionales con pop moderno, mostrando su maestría en el canto clásico mientras alcanza nuevas audiencias y mantiene vivo el patrimonio musical de Isfahán.

En todo Irán, los músicos siguen inspirándose en la rica herencia musical de la ciudad, manteniendo sus melodías vivas y vibrantes.

Expertos en música persa como Hasan Mansuri sostienen que la escuela de Isfahán merece reconocimiento global como patrimonio cultural inmaterial, un testimonio de una música en la que cada nota encierra siglos de historia, emoción y arte.

La música de Isfahán sigue siendo el latido de la ciudad, resonando en sus jardines, patios y entre su gente.