Tras 27 días de ir de un estado para otro, con el objetivo de convencer a la ciudadanía, por un lado, de contar lo que ha crecido Brasil en los últimos 4 años, y por el otro, de cómo ha ido decayendo el gigante sudamericano, del peligro que supone la victoria del otro, los candidatos de Brasil, cerraron sus campañas electorales.
El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, estuvo en São Paulo, acompañado por el expresidente de Uruguay, José Mujica. Seguro de su victoria, Lula exigió a Bolsonaro que reconozca los resultados de los comicios.
El exmandatario vota el domingo en el municipio São Bernardo do Campo, su cuna política, situado en la zona metropolitana del Estado. “Quien pierda que se vaya a su casa a lamentar. Y quien gane que salga a celebrar. Es simple”, dijo el líder del Partido de los Trabajadores (PT).
Su rival y el actual mandatario cerró su campaña en una motocicleta en Belo Horizonte, capital del Estado de Minas Gerais, que es el segundo mayor colegio electoral del país. El capitán retirado del Ejército, votará en su fortín político, la ciudad de Río de Janeiro.
Las autoridades electorales han distribuido los materiales de votación en todo el país. Ante el temor que el mandatario actual, no reconozca los resultados, afirman que las máquinas de votación son seguras y que no puede haber fraude.
Las elecciones del domingo se realizan en medio de una polarización extrema. Los dos candidatos vienen de ideologías totalmente opuestas. A pesar de todas sus diferencias, tal vez, la única opinión en que ambos coinciden, es que el domingo, los brasileños no eligen entre un candidato u otro, sino entre dos formas de ver el mundo.
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