Las presiones sobre Riad no cesan ni tras al reconocimiento de la muerte del periodista Khashoggi, en el consulado saudí en Estambul. Y es que, la versión sobre los hechos ofrecida por la monarquía hasta ahora no ha servido de nada.
Amnistía Internacional (AI) asegura que las investigaciones saudíes sobre la muerte de Khashoggi no son fidedignas y ha solicitado una indagación independiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La situación ha llevado a muchos países occidentales a adoptar una retórica dura. La Unión Europea (UE), mediante un comunicado, calificó de “profundamente perturbadoras” las circunstancias que rodean la muerte del colaborador del Washington Post.
EE.UU., el principal aliado del reino árabe, tampoco se ha mostrado convencido. Pero de todas formas no ha querido poner en peligro la firme relación que mantiene con su estratégico socio de Oriente Medio y se mostró reticente a la suspensión de ventas de armas.
No solo los intentos saudíes para justificar la muerte de Khashoggi son dudosos, sino que también lo son los despidos que se han hecho para salvar al posible autor intelectual del asesinato, el heredero al trono, Muhamad bin Salman.
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