Los dos aspirantes, que competirán el próximo 7 de mayo para tomar las riendas del país galo, desarrollan sus campañas con gran tensión
El centrista Emmanuel Macron llegó a su ciudad natal, Amiens, para reunirse con trabajadores de una fábrica de electrodomésticos de Whirlpool amenazada con una deslocalización a Polonia, mientras Le Pen se presentaba en la fábrica en una visita sorpresa para cargar políticamente contra él.
Marine Le Pen, que en la primera ronda obtuvo menos votos que Macron, intenta ganarlos ahora a toda costa, incluso con cambios en su propaganda, empezando por su lema.
Pese a estos intentos, las cosas no parecen marchar a favor de Le Pen. Muchos políticos, incluido el expresidente Nicolas Sarkozy y el presidente saliente, François Hollande, han ofrecido su respaldo a Macron. Hollande ve en él al único candidato "que defiende los valores que permiten el reagrupamiento de los franceses".
El mandatario ha pedido a sus ministros que se vuelquen en lograr que Le Pen consiga el peor resultado posible, advirtiendo de que "la presencia de la extrema derecha hace que el país corra de nuevo un riesgo".
Por ahora, todos los sondeos dan a Macron una intención de voto por encima del 60 %, mientras que Le Pen se quedaría en menos del 40 %.
A Le Pen le queda un duro y difícil trabajo para poder derrotar a su rival y más en momentos en que hay muchas protestas en su contra. Los manifestantes la tachan de “fascista” por la simpatía que ha mostrado con las ideas racistas del presidente de EE.UU., Donald Trump, entre otras cosas.
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