Publicada: miércoles, 22 de octubre de 2025 10:49

Israel intensifica su guerra contra Líbano con destrucción masiva de tierras, ecosistemas y población, reflejo de su colonialismo sionista.

Por: Denijal Jegić *

Con la última escalada de la guerra impuesta sobre el Líbano, el régimen israelí respaldado por Estados Unidos ha intensificado su ecocidio, la aniquilación deliberada del medio ambiente, como parte de su destrucción generalizada de tierras e infraestructuras en el país árabe.

El ecocidio israelí en el Líbano es resultado de la guerra genocida del régimen y parte inseparable de la conquista colonialista sionista de la región.

De hecho, la campaña israelí de muerte y destrucción en el Líbano no solo ha provocado el martirio de miles de personas y ha devastado la infraestructura civil en gran medida, sino que también ha arrasado con la tierra y el medio ambiente.

Continuidad de la agresión israelí en Líbano

Desde que el régimen sionista lanzó su agresión contra el territorio y la soberanía libanesas durante la Nakba de 1948, la agresión israelí en Líbano ha apuntado, como en Palestina, tanto a su pueblo como a sus tierras.

La historia de la violencia colonial israelí en el Líbano se caracteriza por violaciones diarias a la soberanía libanesa. Ha implicado una ocupación militar brutal e ilegal, torturas, masacres genocidas y constantes violaciones de los derechos humanos más básicos.

Durante la más reciente y brutal escalada de la guerra contra Líbano a finales de 2024, el régimen israelí asesinó a más de 2,700 personas en el país y dejó a miles heridas. Se calcula que 1.5 millones de personas, aproximadamente un tercio de la población libanesa, fueron desplazadas.

Amplias zonas del país, especialmente el Sur y la región de la Bekaa, fueron destruidas en los ataques israelíes. El régimen también atacó infraestructuras sanitarias y mediáticas, asesinando a numerosos médicos y periodistas.

Esta destrucción de infraestructuras civiles es constitutiva del sionismo. De hecho, el término usado por el régimen israelí para designar su estrategia de bombardeos indiscriminados en áreas densamente pobladas, la doctrina Dahiye, fue acuñado tras la agresión israelí al suburbio de Beirut durante la guerra de 2006, donde murieron más de mil libaneses.

La realidad actual en Líbano está marcada por una ocupación militar israelí en curso. El régimen israelí continúa violando diariamente el alto al fuego establecido el 27 de noviembre de 2024. Se han documentado miles de violaciones por tierra, aire y mar.

En estas más de 4000 agresiones israelíes desde el supuesto fin de la guerra en noviembre, el régimen ha matado a más de 200 personas y ha herido a cientos.

Destrucción israelí del medio ambiente libanés

En su destrucción continua del medio ambiente en Líbano, el régimen israelí ha incendiado tierras, árboles y bosques enteros, causando daños a la agricultura y devastando el ecosistema nacional.

El régimen ha destruido sitios arqueológicos y atacado zonas alrededor de sitios declarados Patrimonio Mundial por la Unesco. Además, regularmente secuestra civiles libaneses para trasladarlos a Palestina ocupada.

Como ha hecho durante décadas, el régimen sigue utilizando armas prohibidas internacionalmente, como el fósforo blanco, en su agresión contra Líbano. También se reportaron posibles usos de uranio empobrecido, que envenena la tierra, el agua y la población.

Más allá del deterioro de la seguridad bajo la ocupación israelí, el ecocidio contribuye a la destrucción del ecosistema y al retroceso del desarrollo económico del Líbano, dificultando cualquier perspectiva de recuperación.

El ecocidio como realización del sionismo

La aniquilación deliberada de tierras, naturaleza, medio ambiente e infraestructuras civiles en Líbano por parte del régimen israelí es una manifestación lógica del colonialismo sionista de colonos que busca eliminar todo lo que se interponga en su camino.

El ecocidio ha sido siempre central para el proyecto colonialista sionista. Durante décadas, los colonos han robado y destruido tierras de Palestina y Asia Occidental, saqueando sus recursos, incluyendo tierra y agua.

Basado en la ideología colonial del sionismo, la entidad israelí es un puesto imperialista occidental implementado con violencia en la región. De hecho, la sociedad colonial israelí está ideológica y literalmente fundada en la destrucción genocida de Palestina.

Durante la Nakba (catástrofe) de 1948, las fuerzas sionistas judías emplearon diversas formas de terrorismo para limpiar étnicamente Palestina, destruyendo cientos de pueblos y expulsando a la mayoría de la población palestina originaria de su tierra natal.

La Nakba es una época genocida en curso que se extiende hacia el futuro, mientras la conquista colonial israelí y la visión racista de un llamado “Gran Israel” continúan.

El ecocidio ha sido parte integral de esta conquista colonial de colonos. Tras la destrucción genocida de 1948, los sionistas plantaron árboles y bosques y construyeron parques nacionales en los pueblos palestinos destruidos.

Al igual que los propios colonos, estos árboles no eran autóctonos, sino especies importadas de Europa. La plantación de árboles de rápido crecimiento sobre pueblos palestinos limpiados étnicamente y destruidos, así como sobre fosas comunes, sirvió para ocultar las evidencias de las atrocidades genocidas de la Nakba.

El Fondo Nacional Judío (JNF, por sus siglas en inglés), una organización sionista profundamente involucrada en promover y facilitar la colonización judía en Palestina, ha desempeñado un papel clave en esta estrategia de encubrimiento cuyo objetivo es destruir la presencia y la historia palestinas en Palestina.

Propaganda genocida

Simultáneamente, el régimen israelí ha intentado, mediante su propaganda dirigida principalmente a audiencias occidentales, presentarse como una entidad ambientalmente amigable.

Como con todos sus crímenes, el régimen intenta mercadear su violencia genocida como parte de una misión “civilizatoria”. De hecho, la estrategia propagandística de lavado verde (greenwashing”) ha sido central en la promoción del desalojo étnico.

En sus fantasías coloniales, los primeros sionistas imaginaron Palestina como “una tierra sin pueblo”, deshumanizando a los palestinos originarios que obstaculizaban la conquista colonial y que se convirtieron en blanco del genocidio.

Las fantasías sionistas son un ejemplo del discurso orientalista occidental que deshumaniza a los pueblos de la región, representándolos como primitivos e indignos. En el discurso orientalista hegemónico, los colonos judíos hicieron florecer el desierto y trajeron la civilización a un lugar abandonado.

Estos mitos continúan dominando el discurso occidental hegemónico hoy en día. La fantasía racista de que los colonos judíos “hicieron florecer el desierto” oculta la existencia de los palestinos y simultáneamente presenta la destrucción genocida colonialista como un avance ecológico y civilizatorio.

Esta fantasía forma parte inseparable de las narrativas promovidas por los facilitadores occidentales del régimen israelí. Por ejemplo, en su elogio por el 75.º aniversario de la creación de la entidad israelí y, por ende, de la Nakba, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ella misma una firme sionista, proclamó orgullosamente que los judíos “hicieron florecer el desierto”.

El carácter expansivo del sionismo

Palestina, Líbano y Asia Occidental, con sus tierras y su medio ambiente, son utilizados discursivamente para construcciones orientalistas de un yo occidental civilizado y superior. Estas fantasías coloniales son parte integral del discurso político occidental, que protege al régimen israelí y reproduce justificaciones racistas para la continua expansión genocida del sionismo.

Como fenómeno colonial y capitalista, el carácter expansivo del sionismo depende del saqueo constante de los recursos indígenas. En su avance colonial, busca destruir todo lo que se interponga en su camino y que no pueda ser cooptado para fines coloniales.

Esto incluye tanto a las personas como a sus tierras. Este es también la paradoja existencial de la entidad israelí. Desprovistos de una conexión real con la tierra de Asia Occidental, los colonos destruyen agresivamente la misma tierra que fantasean como propia. Incapaces de conectarse con la tierra, la entidad israelí la destruye mediante la guerra ambiental y la explotación.

* Denijal Jegić es investigador y autor radicado en Beirut. Posee un doctorado en Estudios Americanos. Su trabajo se centra en el colonialismo, la resistencia y las representaciones mediáticas, con un énfasis particular en Palestina. Es autor del libro Trans/Intifada: La política y la poética de la resistencia interseccional.


Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.