Durante la Guerra Fría, la rivalidad entre EE.UU. y la antigua Unión Soviética llevó a estas dos superpotencias a crear armas más potentes y temibles con miras a asegurar que fuese imposible conseguir eliminar la capacidad de represalia mediante un ataque sorpresa, se afirma en un informe publicado el lunes por el portal Confidencial.
Entre estas armas, se destacaban los misiles balísticos intercontinentales (ICBM, por sus siglas en inglés), cargados con cabezas nucleares y almacenados en silos blindados en zonas poco pobladas, y que eran capaces de golpear el territorio enemigo en menos de media hora, sin ser interceptados o destruidos.
Esos misiles, diseñados en la década de 1970 para destruir ciudades de un solo golpe, empiezan a llegar a su fin. Si bien, Rusia acelera el proyecto del llamado RS-28 Sarmat, misil que sustituirá a sus ya vetustos R-36, bautizado con el código SS-18 “Satán” por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En toda la historia de la humanidad, nunca ha habido un arma tan destructiva como el misil balístico intercontinental super pesado (209 toneladas) SS-18, columna vertebral del arsenal de disuasión soviética. Esta arma apocalíptica podría penetrar y destruir los silos estadounidenses.
El RS-28 alcanzará los 7000 km/h de velocidad en la fase de reentrada y tendrá un alcance superior a los 10.000 km (6000 millas náuticas). Funcionará con sistema de posicionamiento global GLONASS y astronavegación.
Se trata de un misil muy grande que pesa más de 100 toneladas, con cuatro motores RD-263 se espera que entre en servicio y esté disponible para ser desplegado a partir de 2020, con cierto retraso teniendo en cuenta la fecha inicialmente prevista de 2018.
Podrían lanzarse desde silos reforzados, atacar América del Norte desde un ángulo inesperado y arrasar sus sistemas de defensa. Teniendo en cuenta su capacidad de portar entre 10 y 15 cabezas, cada misil tendrá una potencia destructiva.
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