Por: Humaira Ahad
A los 10 años, Abu Ali al-Husein ibn Abdolá ibn al-Hasan ibn Ali ibn Sina, conocido en Occidente como Avicena, ya había memorizado el Sagrado Corán y dominaba la literatura árabe.
A los 18 años, era maestro de todas las ciencias conocidas en su época: derecho islámico, astronomía, medicina, matemáticas y filosofía.
Cuando el sultán samaní Nuh ibn Mansur cayó gravemente enfermo y los médicos de la corte no lograban diagnosticar su dolencia, fue Ibn Sina, un joven erudito, quien identificó la causa y trató exitosamente al soberano.
Ese momento marcó el inicio de una vida dedicada a la escritura, los viajes y a tender puentes entre mundos gracias a su vasto e incomparable conocimiento.
Recordado como “Al-Shayi al-Rais” (el príncipe de los sabios), su vida fue tan dramática como su intelecto. Sirvió como visir (primer ministro), padeció prisión y recorrió extensamente el mundo persa.
Cuando la biblioteca de Bujará fue incendiada, sus contemporáneos se consolaban diciendo: “El santuario de la sabiduría no ha perecido; se ha transferido a la mente de Ibn Sina.”
Las obras de Ibn Sina fueron traducidas al latín y se convirtieron en textos fundamentales para los eruditos occidentales. Su influencia abarcó la filosofía medieval, la lógica, la medicina, la astronomía, la geología y la zoología.
Figuras como Dino del Garbo, Pedro de Abano, Roger Bacon, Vicente de Beauvais y Alberto Magno citaron directamente sus escritos.
Los métodos del polígrafo iraní, basados en la observación empírica, la clasificación sistemática y el razonamiento lógico, informaron los avances científicos, filosóficos y médicos occidentales durante la Edad Media y el Renacimiento.
Incluso hoy, la obra de Ibn Sina resuena en la medicina, influyendo en campos que van desde el cuidado perinatal hasta la cardiología. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) creó en 2002 el Premio Avicena a la Ética en la Ciencia, otorgado bianualmente en honor a su perdurable aporte al pensamiento científico y la práctica ética.
El canon de la medicina
Durante su vida, Ibn Sina produjo un vasto corpus de 450 obras que abarcaban filosofía, medicina, astronomía y ciencias naturales. Entre ellas, el Canon de la Medicina (Al-Qanun fi al-Tibb) se convirtió en la referencia médica más citada durante seis siglos, influyendo a estudiosos desde Florencia hasta Padua.
El Canon de la Medicina es su obra más conocida. Compuesto por cinco volúmenes y miles de páginas, sirvió como texto de consulta y manual para médicos por aproximadamente seiscientos años. Originalmente escrito en árabe, fue traducido posteriormente al persa, latín, hebreo, turco y gaélico irlandés.
La obra codificó y organizó las teorías y prácticas de la medicina griega, incorporando además conocimientos de las tradiciones médicas india y china accesibles a los eruditos islámicos. Documentó el uso de hierbas medicinales, especias y compuestos químicos para tratar enfermedades.
Secciones del Canon abordaron la medicina aplicada, incluyendo la cirugía de cataratas, el uso de fórceps en el parto y métodos para evaluar la eficacia y dosificación de fármacos, sentando un marco similar a los modernos ensayos clínicos.
Las medidas de cuarentena observadas durante la pandemia de COVID-19 fueron originalmente introducidas por Ibn Sina.
El médico persa identificó la tuberculosis como una enfermedad contagiosa y recomendó medidas de cuarentena. También sugirió que ciertas enfermedades podían transmitirse a través de “microorganismos” presentes en el aire y el agua, hipótesis confirmada siglos después por Antonie van Leeuwenhoek, microbiólogo neerlandés.
Ibn Sina analizó el pulso humano en sesenta variaciones simples y treinta complejas, y describió con detalle los ventrículos y válvulas cardíacas. Sus observaciones fueron referenciadas por médicos occidentales durante siglos y contribuyeron al desarrollo de la práctica clínica en cardiología.
Sus trabajos médicos incluyeron estudios anatómicos detallados. Describió los músculos del ojo humano y el mecanismo de la visión. Documentó enfermedades como la viruela y el sarampión, y analizó la diabetes de formas que serían retomadas por especialistas europeos ocho siglos después.
Capítulos del Canon abordaron la neuroanatomía funcional y la psicología, y su enfoque en la observación sistemática y prueba de fármacos sentó las bases para posteriores metodologías clínicas.
Su énfasis en considerar tanto factores físicos como psicológicos en el tratamiento anticipó enfoques holísticos en la medicina.
La chispa del Avicenismo latino
Las obras luminosas de Ibn Sina contribuyeron al movimiento intelectual conocido posteriormente como “Avicenismo latino” en la Europa medieval. Sus ideas fueron traducidas y difundidas por España e Italia, influyendo en el pensamiento filosófico europeo.
Filósofos medievales como Enrique de Gante se inspiraron en sus pruebas ontológicas de la existencia de Dios, y sus tratados sobre lógica y silogismos influyeron en pensadores durante siglos.
Roger Bacon, uno de los primeros defensores de la ciencia experimental, destacó la integración de Ibn Sina entre lógica y observación, combinación de pensador y experimentador que sentó las bases para la ciencia moderna en Occidente.
En lógica formal, el filósofo persa modificó los silogismos aristotélicos, abarcando formas categóricas e hipotéticas.
La filosofía de Ibn Sina también contribuyó al subjetivismo occidental, influyendo en pensadores como René Descartes e Immanuel Kant.
Su integración de la observación empírica con el análisis lógico proporcionó un modelo para desarrollos posteriores en el pensamiento filosófico europeo.
Aportes a la ciencia y la literatura
Ibn Sina produjo extensas obras en campos científicos diversos como astronomía, geología, zoología, mineralogía y herbolaria. Sus observaciones astronómicas, junto con las de Ibn Rushd (Averroes), se enseñaron en universidades europeas de Bolonia, Padua y Ferrara.
En geología, enciclopedistas europeos como Vicente de Beauvais y Alberto Magno citaron sus obras, incluido el Kitab al-Shifa, para explicar la formación de montañas, la erosión del suelo y el movimiento de los mares.
En zoología, sus resúmenes fueron la principal fuente para el entendimiento medieval occidental del tema, influyendo en estudios durante siglos.
En física y filosofía natural, el científico iraní abordó el movimiento, la fuerza, el vacío, la luz, el calor y la gravedad específica de los cuerpos.
Los estudiosos occidentales citaron posteriormente sus trabajos sobre la inercia y la densidad de líquidos y sólidos, que influyeron en Galileo Galilei y otros.
Sus métodos para calcular posiciones estelares y diferencias longitudinales terrestres fueron reinventados cinco siglos después en Occidente.
Ibn Sina también aportó a la literatura y a la exploración filosófica de la naturaleza humana. Obras como Hayy ibn Yaqzan (El Vivo, Hijo del Muerto), Salaman wa Absal y At-Tayr (El Pájaro) exploraron temas éticos, sociales y filosóficos, incluyendo la aspiración humana, el amor y la armonía social.
Estos textos influyeron en escritores europeos, entre ellos Dante Alighieri, quien afirmó que el filósofo persa fue una de las figuras que moldearon La Divina Comedia.
La vida de Ibn Sina combinó erudición, administración y aplicación práctica. Sus observaciones y escritos en medicina, anatomía y filosofía natural conformaron el marco intelectual más amplio de Occidente medieval y renacentista.
El filósofo iraní sembró una nueva cultura intelectual en Occidente y ayudó a nutrir la libertad de pensamiento en la Europa medieval.
Ibn Sina fue un puente que transmitió los tesoros intelectuales del mundo islámico a Occidente y, con ello, contribuyó a sentar las bases de una civilización humana compartida.
Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.