Por: Hamid Javadi *
Cuando el presidente estadounidense, Donald Trump. dijo el mes pasado que quería que EE.UU. se hiciera cargo de Gaza y reasentara a sus más de dos millones de habitantes en Egipto y Jordania, de facto puso la responsabilidad en los líderes árabes para que presentaran una contraoferta.
Los líderes árabes hicieron exactamente eso en una cumbre de emergencia de la Liga Árabe en la capital egipcia, El Cairo, el martes pasado. Avalaron un plan, propuesto por Egipto, para reconstruir la franja de Gaza devastada por la guerra.
A diferencia del absurdo plan del magnate inmobiliario convertido en presidente, que fue ampliamente condenado, la iniciativa árabe permitiría a los palestinos que viven en el territorio quedarse allí, algo sobre lo que existe consenso mundial, excepto para el régimen israelí y su principal patrocinador, Estados Unidos.
Después de que Trump presentara su plan para Gaza, que los expertos de las Naciones Unidas dijeron que equivaldría a una limpieza étnica y a una violación del derecho internacional, la Casa Blanca señaló que estaba abierta a escuchar cómo sonaría un plan árabe para la Gaza posterior a la guerra.
El plan de tres fases de Egipto tiene como objetivo reconstruir Gaza —que Israel ha arrasado durante los últimos 16 meses— durante un período de cuatro a cinco años y con un costo estimado de 53 mil millones de dólares, mantener la seguridad y que la Autoridad Palestina gobierne el territorio.
Sin embargo, como era de esperarse, la administración Trump rechazó rápidamente la iniciativa árabe. La Casa Blanca dijo que la propuesta no tomaba en cuenta la “realidad” de Gaza y que Trump “mantuvo su visión” de convertir a Gaza en una “Riviera” para el turismo en Asia Occidental, es decir, después de expulsar a sus residentes de sus hogares.
La visión árabe, que plantea un comité de tecnócratas palestinos profesionales para que administre los asuntos de Gaza durante seis meses antes de entregar el poder a la Autoridad Palestina, reconocida internacionalmente, en la Cisjordania ocupada, fue bienvenida por HAMAS, el movimiento de Resistencia basado en Gaza que el régimen israelí había prometido eliminar, pero no lo logró.
Se podría argumentar que tal desenlace al menos sería considerado una victoria cuasi para Israel, que desde hace tiempo describe la desmantelación de HAMAS, el único actor político independiente que representa al pueblo palestino en Gaza, como su objetivo último en la guerra genocida que mató a casi 49 000 personas, la mayoría de ellas niños y mujeres, tras los eventos del 7 de octubre de 2023.
Pero está claro que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quiere un pedazo más grande del pastel colonial, y eso se lo está comunicando al resto del mundo Trump, el “mejor amigo” que Israel ha tenido en la Casa Blanca.
Israel ve a HAMAS como el principal obstáculo para subyugar al pueblo palestino en los territorios ocupados y obligarlos a abandonar su sueño de larga data de establecer un Estado palestino independiente con Al-Quds (Jerusalén) del Este como su capital.
Los palestinos, junto con la mayoría de la comunidad internacional, han estado exigiendo que Israel se retire a las fronteras de 1967, pero Israel ha ido en la dirección contraria, empujando asentamientos ilegales más adentro de las tierras palestinas.
Mucho antes de que se desatara la nueva guerra genocida en Gaza en octubre de 2023, Israel había estado tratando de debilitar y, finalmente, desmantelar a HAMAS como entidad política en el territorio para allanar el camino a su agenda colonial de limpieza étnica en los territorios ocupados “desde el río hasta el mar” que hace referencia a la región geográfica situada entre el río Jordán y el mar Mediterráneo.
HAMAS saluda plan de los países árabes para reconstruir #Gaza #HAMAS aprecia la cumbre de la Liga Árabe sobre la reconstrucción de Gaza y pide presionar a Israel a iniciar negociaciones sobre la segunda fase de la tregua.https://t.co/U7RxOOZcvD
— HispanTV (@Nexo_Latino) March 5, 2025
Con Trump, un ex magnate inmobiliario, de regreso en la Casa Blanca, Netanyahu vio una oportunidad dorada para acelerar ese proceso tomando el control de Gaza y convirtiendo la estrecha franja de tierra en la costa este del mar Mediterráneo en un asentamiento de lujo para los sionistas adinerados y un centro para los turistas occidentales.
El sionismo, en su núcleo, se basa en el desplazamiento forzado de las poblaciones indígenas mediante intimidación y la interrupción de infraestructura vital y necesidades básicas de supervivencia, permitiendo que los colonos israelíes se instalen y ocupen permanentemente las tierras.
El plan Trump-Netanyahu para Gaza mataría efectivamente la perspectiva de un estado independiente para los palestinos, que quieren reunir Gaza con la Cisjordania ocupada en un solo estado con Al-Quds del Este como su capital.
Aunque Estados Unidos no ha abandonado oficialmente su política de apoyo a la llamada “solución de dos Estados”, el presidente Trump —tanto durante su primer mandato como ahora en el segundo— parece estar alineado con la extrema derecha israelí al implementar políticas que son contrarias a la creación de un estado palestino independiente.
Aparte de su potencial para convertirse, como lo ha dicho Jared Kushner, ex enviado especial de Trump y su yerno, en “una propiedad frente al mar”, Gaza posee otra prometedora riqueza que Netanyahu parece haber puesto su mirada: El enorme campo de gas encontrado en el Mediterráneo oriental, especialmente frente a la costa de Gaza.
En 1999, British Gas estimó que las reservas solo en el campo gasífero Gaza Marine contenían alrededor de 1.1 billones de pies cúbicos de gas natural. Ese mismo año, la Autoridad Palestina, que gobernaba Gaza en ese momento, otorgó a la empresa energética británica un contrato de 25 años para explotar el campo de gas natural.
Hasta ahora, Israel no ha permitido que los palestinos reciban un solo centavo de este tesoro natural al que tienen derecho.
En ese contexto, los primeros ministros israelíes, desde Ehud Barak hasta Netanyahu, han intentado, con diversos grados de urgencia y mediante diversos medios ilegales, despojar a los palestinos que viven en Gaza de su soberanía sobre sus tierras y aguas territoriales.
Netanyahu tiene un incentivo para prolongar la guerra en Gaza todo lo que sea posible. Su intención genocida —mediante bombardeos masivos de Gaza, destrucción de su infraestructura civil vital y el uso del hambre como arma de guerra— apunta a su deseo de desplazar a tantos palestinos de sus tierras como sea posible.
La negativa de Netanyahu a entrar en negociaciones con HAMAS sobre la segunda fase de un frágil alto el fuego que su régimen se vio obligado a aceptar en enero también revela la misma mala intención. (La segunda fase del acuerdo llama a un fin permanente de la guerra y la retirada total de las fuerzas de ocupación israelíes de Gaza).
Las autoridades del régimen israelí han insistido en que la guerra no terminará hasta que HAMAS sea “completamente derrotado”. A lo largo de la guerra, los comandantes militares israelíes a menudo se sintieron desconcertados por la rapidez con la que HAMAS y otros grupos palestinos se reagruparon y resurgieron en áreas de Gaza donde habían declarado que estaban eliminados y derrotados.
Los líderes israelíes, no menos Netanyahu, saben demasiado bien que el poder de HAMAS no proviene de su gobierno sobre Gaza ni siquiera de sus armas, sino de su identidad como una parte robusta de una sociedad palestina unificada y de su ideología de resistencia contra la ocupación israelí y el apartheid.
Es digno de mención que la mayoría de las personas en Gaza hoy son descendientes de refugiados palestinos que fueron desplazados hacia el territorio en 1948, cuando cientos de miles de palestinos fueron forzados y violentamente desplazados de su tierra natal para establecer un supuesto “estado de mayoría judía” en línea con la agenda largamente anhelada del movimiento sionista.
Los palestinos llaman al 15 de mayo de 1948, cuando Israel fue ilegalmente creado, la Nakba o “Catástrofe”. La Nakba siguió un largo proceso de expulsión forzada, despojo y asesinato masivo. Para generaciones de palestinos, la Nakba está lejos de haber terminado.
Impulsado por la ideología del sionismo, el régimen israelí continúa oprimiendo, despojando y asesinando palestinos hasta el día de hoy.
Hoy, los palestinos en Gaza, a pesar de soportar las peores atrocidades de la historia moderna, preferirían vivir entre los escombros de sus hogares antes que ser obligados a mudarse una vez más.
La idea de que podrían ser arrancados una vez más toca los nervios más sensibles de la población de Gaza, devastada por la guerra. Y HAMAS, al ser parte de la misma estructura de la sociedad palestina, está allí para quedarse con ellos. Cualquier plan futuro para Gaza que no tenga en cuenta a HAMAS está definitivamente condenado al fracaso.
* Hamid Javadi es un periodista y comentarista iraní de alto nivel radicado en Teherán.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.