Publicada: lunes, 25 de diciembre de 2023 6:08
Actualizada: lunes, 25 de diciembre de 2023 12:06

Las tensiones están aumentando en el mar Rojo en medio de los ataques del ejército yemení contra los buques que se dirigen hacia los territorios palestinos ocupados y la posterior formación de una coalición marítima liderada por Estados Unidos.

La Armada de Estados Unidos ya tiene una amplia presencia en las aguas del Golfo Pérsico, a miles de millas de distancia de las fronteras estadounidenses, así como en el vital mar Rojo y cerca del estratégico estrecho de Bab El-Mandeb.

Desde que el régimen israelí lanzó su guerra genocida en la asediada Franja de Gaza el 7 de octubre, los estadounidenses han salido abierta y descaradamente en apoyo de este régimen, proporcionándole un gran alijo de municiones, así como apoyo político.

Lo que Washington tal vez no tuvo en cuenta fue la postura histórica de las Fuerzas Armadas de Yemen y el movimiento popular yemení Ansarolá hacia Palestina y la creciente cohesión en el Eje de Resistencia.

El Pentágono ciertamente no esperaba que los yemeníes se pusieran de pie y se negaran a ser espectadores mudos del genocidio que se desarrolla en Gaza, llevando a cabo una serie de ataques contra barcos vinculados a Israel e imponiendo un embargo a los buques que intentan atracar en los puertos palestinos ocupados por Israel.

Lo que ha conmocionado aún más a las élites estadounidenses es el hecho de que los yemeníes han tenido éxito en hacer cumplir el embargo y obligar a las principales compañías navieras a evitar el mar Rojo y desviar sus barcos a otras rutas, estampando su autoridad en el cuerpo de agua estratégico.

 

Esencialmente, esto ha hecho que la vía fluvial, a través de la cual se envía gran parte del petróleo del mundo de Asia a Europa, sea extremadamente costosa, aumentando los precios de los seguros, al tiempo que agrega 12 días adicionales para llegar a sus puntos de destino.

Las medidas de los militares yemeníes no se han basado en una retórica vacía, sino en una acción militar real en apoyo de los palestinos. Han demostrado lo que implica la solidaridad y el apoyo en términos prácticos.

Lo que Washington hizo inicialmente fue hablar mucho con “socios” de la región para evitar que la guerra se “ampliara”, como advirtieron muchos actores regionales.

Nunca en un millón de años, Estados Unidos creyó que la guerra pudiera expandirse a Yemen.

La pregunta es si Estados Unidos tiene los portaviones y grupos de ataque de portaviones más avanzados del mundo, ¿por qué necesita una alianza de diez naciones para combatir la amenaza de los militares de una nación árabe pobre?

Y lo que es más importante, ¿qué tipo de alianza es esta?

¿Por qué no enviar al secretario de Defensa de Estados Unidos a Baréin y anunciar una alianza regional que involucre a países como Arabia Saudí y Egipto?

Eso lo haría un poco más legal a los ojos de la comunidad internacional, ya que militarizar una parte del mundo sin un voto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) es ilegal.

El primer obstáculo para Estados Unidos es que Arabia Saudí y Egipto, que también comparten partes del mar Rojo, se han negado a unirse a la alianza anti-Yemen. Ambos países tienen mayores fuerzas navales y capacidades militares que Yemen y son geográficamente más grandes.

Respecto a Riad, es una señal de que el reino árabe no está interesado, en esta etapa actual, en ningún acuerdo de normalización con el régimen israelí y ya ha visto de lo que son capaces los yemeníes.

Además, que Arabia Saudí se interponga en el camino del mayor movimiento que presiona al régimen israelí para que ponga fin a su guerra en Gaza, no sería el mejor movimiento de relaciones públicas para Riad.

No hay que olvidar que Arabia Saudí, así como los Emiratos Árabes Unidos, con el respaldo de Estados Unidos, libraron una guerra de ocho años contra la Resistencia yemení y seguramente no quiere regresar a los hechos que sucedieron a Aramco en 2019.

Tampoco hay que olvidar que Egipto no participó en la coalición regional formada por los saudíes para luchar contra Ansarolá en marzo de 2016, dado que observó, correctamente, en ese momento, que esta guerra no tendría un final a la vista.

La formación de una alianza liderada por Estados Unidos en el mar Rojo no ocurrió de la noche a la mañana.

Washington ha pasado la mejor parte del mes pasado negociando indirectamente con Ansarolá a través de Omán para poner fin a sus ataques contra objetivos vinculados a Israel en el mar Rojo a cambio de una lista de favores.

Estos incluyen la reapertura completa del aeropuerto de Saná y el puerto de Al-Hodeidah, el pago de los salarios de los funcionarios públicos, así como otros incentivos.

El movimiento yemení rechazó todo y declaró públicamente y en privado que pondrá fin al bloqueo en el mar Rojo contra los buques que sirven a los intereses israelíes solo cuando termine la masacre de civiles en la Franja de Gaza.

Yemen no proviene de otro planeta, ni de Asia Oriental o África. Es uno de los países que comparten el mar Rojo y tiene derecho legal de llevar a cabo medidas legítimas en aguas cercanas a sus fronteras.

El segundo obstáculo para la alianza marítima de Estados Unidos es que no ha podido captar ningún Estado islámico y ningún Estado árabe, excepto Baréin.

Si Baréin tiene la soberanía para tomar sus propias decisiones o si Estados Unidos toma esas decisiones por el pequeño reino árabe es un tema de debate para otro día.

Lo que está claro es que Baréin no tiene una fuerza naval capaz de proporcionar nada a la mesa.

Para Estados Unidos, habría sido ideal tener países regionales en su alianza para tratar públicamente de distanciarse del régimen israelí.

Esto era de suma importancia para que Washington se retratara a sí mismo como que no tomaba partido por el régimen israelí y limitaba el problema al tráfico marítimo del mar Rojo.

Pero no lo ha hecho.

¿Dónde están los países islámicos en esta alianza? No hay ninguno, lo que constituye otro fracaso para Estados Unidos y sus aliados occidentales que buscan enfrentarse a los yemeníes.

Incluso las fuerzas separatistas en el sur de Yemen, que han estado luchando contra el movimiento de Resistencia Ansarolá, no se han opuesto a los ataques contra barcos vinculados a Israel.

Los países que se han unido a la llamada fuerza naval “multinacional liderada por Estados Unidos” en el mar Rojo incluyen al Reino Unido, Baréin, Canadá, Francia, Italia, los Países Bajos, Noruega, las Seychelles y España.

¿Por qué usar el término “multinacional” cuando es cualquier cosa menos multinacional? Esto es una señal tanto de la debilidad como de la desesperación de Estados Unidos. Los buques de guerra estadounidenses también han sido blanco de drones y misiles yemeníes.

Otras embarcaciones que viajen a la región no sabrán de dónde provienen los misiles y drones yemeníes y estarán en constante alerta para interceptarlos.

No parece que las compañías navieras vuelvan al mar Rojo en el corto plazo. El Pentágono es sensible en cuanto a hacia dónde puede conducir este desarrollo.

¿Tendrá algún impacto inmediato en la seguridad de la vía fluvial estratégica para que el transporte marítimo comercial regrese al régimen israelí? No en esta vida. Ansarolá definitivamente no dará un paso atrás en su posición.

El portavoz de Ansarolá y principal negociador, Mohamed Abdelsalam, fue citado diciendo el 19 de diciembre que las operaciones navales en el mar Rojo “están en pleno apogeo”, y que “no pasarían 12 horas sin una operación”, lo que indica la resolución de Yemen.

Cualquier país que se mueva contra Yemen tendrá sus barcos como objetivo en el mar Rojo, afirmó Mohammed Ali al-Houthi, miembro del Consejo Político Supremo de Yemen, a la cadena Al-Alam TV.

Estados Unidos, que pidió que la guerra en Gaza no se “extienda” a la región, ahora la está militarizando fuertemente, una medida que eventualmente resulta contraproducente.

En segundo lugar, el precio del petróleo no aumentará ni rondará los 75 dólares, como ocurrió el 18 de diciembre, sino que subirá a 100 dólares por barril o potencialmente a 200 o 300 dólares por barril.

En esencia, Washington no quiere ser culpado por este aumento o cualquier otro daño colateral; de ahí que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, anunciara en Baréin la formación de la alianza. En efecto, el Reino Unido, Baréin, Canadá, Francia, Italia, los Países Bajos, Noruega, las Seychelles y España entran en juego y básicamente comparten la culpa.

También mostrar la debilidad de Estados Unidos hoy en día y la necesidad de que los países se unan a su alianza refleja la realidad de lo mucho que Estados Unidos y el régimen israelí están aislados en el ámbito internacional.

Esto se reflejó en la votación de la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde 153 Estados miembros votaron a favor de un alto el fuego humanitario inmediato en la guerra israelí en Gaza, 10 en contra, y 23 se abstuvieron.

Si se deja a un lado las abstenciones, esto significa 153 Estados frente a 10.

Entre esos diez países se encontraban Estados Unidos, el régimen israelí, Austria y Paraguay. Se unían a ellos Chequia, Guatemala, Liberia, Micronesia, Nauru y Papúa Nueva Guinea.

Así de aislados están Estados Unidos y su hijo ilegítimo en Tel Aviv en su guerra contra Gaza.

Y ahora quiere enfrentarse a Yemen, a pesar de haberlo intentado sin éxito desde marzo de 2015.

Por Wesam Bahrani, periodista y comentarista iraquí.

(Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente las de HispanTV).