La revista “satírica” francesa publicó, hace unas semanas, unas caricaturas del Líder de la Revolución Islámica de Iraní, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, calificadas como “ofensivas” por parte de representantes de la República Islámica —desde el presidente, hasta comandantes de la Guardia revolucionaria, pasando por el Ministro de Exteriores—. Las caricaturas desataron una crisis diplomática con Francia y provocaron manifestaciones en Irán, delante de la embajada de Francia en Teherán, para mostrar “la repulsa del pueblo iraní hacia las caricaturas”.
La intención de este artículo no es, por supuesto, la de negar la necesidad de la crítica y la ironía. Eso sería una visión bastante limitada y en muchos casos no-política. La intención de este artículo es la de exponer, discursivamente, las líneas que forman la base ideológica en las que se mueve Chalie Hebdo.
Para esto debemos comenzar con un análisis que ponga de relieve como el sujeto musulmán es construido como irracional, en permanente necesidad de modernización —una modernización que por supuesto llegará desde Occidente— y secularización. Desde esta construcción ideológica se entiende que los y las musulmanas son incapaces de articular un discurso racional y, por lo tanto, son incapaces, igualmente, de reconocer la absoluta necesidad de la “libertad de expresión”. Las posibles críticas que este sujeto musulmán vierta contra Charlie Hebdo son inmediatamente ignoradas debido a su condición de musulmanidad, una condición que lo expulsa del campo de la razón.
La cuestión de fondo no es la defensa de la “libertad de expresión”, sino el intentar comprender como es aceptable que una minoría sea, constantemente, víctima de abusos desde una posición de poder. La revista tiene una larga tradición de dedicar sus burlas y sus comentarios “sarcásticos” a los musulmanes. Nadie puede negar que la revista forma parte de un discurso mayoritario, hegemónico, si se prefiere, el cual se basa en la construcción de la musulmanidad como otredad.
Nadie niega que los editores de Charlie Hebdo fueran víctimas de un brutal ataque terrorista. Pero nadie puede negar tampoco que esos mismos editores formaban y forman parte de un discurso que construye al musulmán como un cuerpo ajeno dentro del marco normativo que debe ser controlado y/o eliminado.
Tampoco hay que dejar de mencionar el doble rasero del pensamiento liberal o lo que la antropóloga, Mayanthi L. Fernando, llama en su libro “The Republic Unsettled: Muslim French and the Contradictions of Secularism”, “asimetrías de la tolerancia”. Lo que Fernando trata de explicar en su libro, es que el liberalismo puede rechazar prácticas consideradas como ajenas en base a una supuesta comunidad que comparte ciertos valores morales. En otras palabras, Fernando entiende que existe un “nosotros” —blanco, liberal y secular— que puede rechazar determinadas prácticas sin recurrir a la racionalidad, ya que esta racionalidad se le supone como participantes en ese “nosotros”. Por otro lado, si los musulmanes rechazan las caricaturas de Charlie Hebdo, son acusados de falta de objetividad, y reconstruidos como sujetos aún por civilizar o no suficientemente civilizados. Si el sujeto musulmán insiste en continuar criticando las caricaturas, se le construye como “extremista”, “violento” o con “simpatías terroristas”. Estos elementos discursivos disciplinarios no se quedan en puro lenguaje. Este lenguaje sirve para desatar procesos de racialización mediante los cuales esos musulmanes considerados como “extremistas” son identificados y castigados —desde el “simple” control y monitorización de lugares de culto, al encarcelamiento, la tortura y la muerte—.
La narrativa oficial nos cuenta que Charlie Hebdo es una revista satírica, que no respeta a nadie ni a nada y que los musulmanes son los únicos que han reaccionado de manera violenta a esas críticas. Si nos fijamos en la larga historia de Francia como adalid del secularismo —el mismo material discursivo que comparte la revista—, vemos que esto no es así.
Charlie Hebdo forma parte de ese entramado político-discursivo que se conoce como islamofobia. Y podemos definir la islamofobia como un tipo de racismo cuyos objetivos son las expresiones de musulmanidad o aquellas que parecen expresiones de musulmanidad. Y cuyo resultado político es el bloqueo de todo intento por construir una identidad política musulmana autónoma.
Charlie Hebdo mantiene, mediante su supuesta sátira, el modelo hegemónico social. Para que fuese una auténtica sátira, el humor debería ir de abajo-arriba y no de arriba-abajo. Este último -los chistes y caricaturas sobre negros, musulmanes y otras minorías-, solo hace gracia a quienes se encuentran en situación de privilegio. Charlie Hebdo mantiene todo el sistema de opresión racial contra los musulmanes porque es parte del mismo sistema discursivo que ha construido a los musulmanes como los otros por excelencia.
Los llamamientos a respetar a Charlie Hebdo en nombre del valor supremo de la “libertad de expresión” debe ser entendido desde ese discurso que identifica a los musulmanes como intolerantes y los construye como población desechable.
Lo que se pide, de manera indirecta, es silenciar a las voces subalternas, en este caso musulmanes, que se atreven a cuestionar el actual orden político.
Por: Xavier Villar