Todo empezó en febrero del año 2003, cuando el entonces secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, acusó a Irak de tener armas de destrucción masiva en su discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU).
Pese a que el entonces jefe de los inspectores de las Naciones Unidas Hans Blix rechazó tal acusación, EE.UU. invadió al país árabe bajo el mando del presidente George W. Bush.
Esta invasión no solo no estabilizó a Irak, sino también hizo surgir los grupos terroristas como EIIL (Daesh, en árabe). Las propias autoridades estadounidenses han admitido la ineficacia de la guerra.
Actualmente, pese a la muerte de miles de civiles, el fin de Daesh —por cuya destrucción, EE.UU. volvió a desplegar sus soldados— y las reiteradas peticiones del Parlamento iraquí de que abandonaran el territorio, Washington aún sigue insistiendo en su presencia militar.
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