El joven, de 21 años, fue atropellado por un coche, modelo Honda Accord, después de abandonar el Hospital Southmead de Bristol, donde trabaja, informaron el miércoles varios medios británicos.
La víctima, cuyo nombre no dieron a conocer los medios, es un empleado del Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) del Reino Unido y, según varios reportes, pudo haber sido asesinado en el ataque racial, que le causó serias fracturas en la pierna, la nariz y uno de los pómulos.
“No me siento seguro para caminar fuera y no puedo jugar al fútbol, grabar música, ir al gimnasio o incluso dormir. Tengo que intentar dormir sentado”, dijo el joven en un comunicado.
El lesionado, que necesitará cirugía plástica en la cara y las piernas, señaló tener suerte de estar vivo tras el brutal ataque, al mismo tiempo que deseó que nadie más sea objeto de un acto de odio y racismo tal en el país europeo y en todo el mundo, en general.
El repudio hacia el racismo se ha intensificado en las últimas semanas en el Reino Unido, así como en otros países de Europa y el mundo. La gota que colmó el vaso fue el asesinato, el 25 de mayo, del afrodescendiente George Floyd a manos de un agente de policía blanco en la ciudad de Mineápolis, en el estado de Minesota, EE.UU.
El brutal asesinato de Floyd marcó un punto de inflexión en la lucha contra el racismo y la violencia policial contra los afrodescendientes en EE.UU. y Europa, suscitando, como cabía esperar, la ira de grupos y personas radicales y racistas que, de vez en cuando, cometen actos criminales contra aquellos a los que consideran diferentes.
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