Por Xavier Villar
Este paso no es simplemente una escalada de la violencia, sino una manifestación clara de la política colonial de Israel, que busca consolidar su dominio sobre Palestina a través de la violencia, el desplazamiento forzoso y la negación de los derechos nacionales del pueblo palestino. Este plan no solo pretende eliminar una organización como es HAMAS, sino destruir cualquier forma de resistencia palestina y cimentar la ocupación sionista de la tierra palestina.
La afirmación del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de que la operación tiene como objetivo “destruir a HAMAS” y liberar a los cautivos israelíes, es una cortina de humo diseñada para justificar la continuación de una política que, en términos materiales, busca la erradicación de cualquier forma de soberanía palestina. Sin embargo, más significativa aún es la declaración de Netanyahu de que los 2,1 millones de habitantes de Gaza “serán trasladados, para protegerlos”. En este enunciado se esconde la amenaza de un desplazamiento masivo, que se inscribe dentro de la lógica histórica del sionismo: la expulsión de los palestinos de su propia tierra para garantizar un espacio geopolítico exclusivo para los colonos judíos.
El desplazamiento de la población palestina ha sido una de las piedras angulares del proyecto sionista desde su concepción, en particular desde la Nakba de 1948, cuando se produjo la expulsión forzada de más de 700,000 palestinos de sus hogares. Desde entonces, la expansión territorial de Israel ha ido acompañada de políticas sistemáticas de limpieza étnica, que buscan vaciar Palestina de sus habitantes originales y sustituirlos por colonos judíos. La promesa de Netanyahu de “trasladar” a los habitantes de Gaza no es una novedad; es simplemente una reactivación de una política que se ha repetido a lo largo de los años, pero que ahora, en el contexto de la intensificación de la guerra, parece más urgente que nunca para el régimen israelí.
La falacia de la “destrucción de HAMAS”
El argumento de Israel de que su operación tiene como objetivo destruir a HAMAS y erradicar su presencia en Gaza es una falacia que ha sido desmentida por la realidad una y otra vez. Desde la Operación “Plomo Fundido” de 2008 hasta las más recientes incursiones militares, Israel ha lanzado repetidas ofensivas en Gaza bajo la premisa de eliminar a HAMAS, pero cada vez que el ejército israelí ha intentado alcanzar este objetivo, el movimiento palestino ha surgido con más fuerza, consolidando su posición como la principal fuerza de resistencia en Gaza y en Palestina en su conjunto.
Lo que Israel intenta erradicar no es solo una organización militar, sino un movimiento político e ideológico profundamente arraigado en la resistencia palestina al colonialismo sionista. HAMAS, más allá de su brazo armado, representa una ideología de resistencia que no se limita a la lucha militar, sino que está intrínsecamente ligada a la lucha por la liberación nacional de Palestina. En este sentido, los intentos israelíes de destruir a HAMAS no son solo militares, sino también culturales y políticos, buscando desmantelar una visión palestina de libertad, autodeterminación y justicia.
El movimiento de HAMAS ha logrado mantenerse no solo a través de su poder militar, sino también a través de su conexión con la población palestina, que lo ve como un símbolo de la lucha por la liberación y la justicia. La resistencia de HAMAS es, en última instancia, la resistencia de todo un pueblo que se niega a ceder su tierra y sus derechos a los ocupantes coloniales. La razón por la que Israel no puede derrotar a HAMAS, a pesar de su superioridad militar, es que la causa palestina no está solamente en las manos de un grupo armado, sino en el corazón de la lucha colectiva de un pueblo entero.
La clave de la supervivencia de HAMAS radica en su popularidad entre los palestinos, que lo ven como la respuesta legítima al colonialismo sionista. El problema fundamental para Israel no es solo la existencia de HAMAS como una organización armada, sino que la ideología de HAMAS representa una amenaza existencial para la lógica colonial israelí. La “destrucción” de HAMAS no es más que un pretexto para la continuación de la ocupación y la supresión de la resistencia palestina.
La instrumentalización de la ayuda humanitaria: Un intento por reforzar el control colonial
Paralelamente a la expansión de su ofensiva militar, Israel ha puesto en marcha un plan para permitir la entrada de ayuda humanitaria a Gaza, pero bajo estrictas condiciones que implican su administración a través de empresas privadas y la supervisión del ejército israelí. Este plan, que se presenta como un gesto de “buena voluntad”, en realidad es una táctica para reforzar el control israelí sobre Gaza y evitar que la ayuda humanitaria se utilice para aliviar el sufrimiento de la población de forma independiente de los intereses sionistas.
El Equipo Humanitario de País (HCT), que agrupa a varias agencias de la ONU, ha rechazado este esquema, advirtiendo que contraviene los principios humanitarios fundamentales y constituye una forma de utilizar la ayuda como una herramienta de presión política dentro de la estrategia militar israelí. Este plan no solo pone en evidencia la incapacidad de Israel para gestionar la situación humanitaria que ha creado en Gaza, sino que también revela la naturaleza colonial de su ocupación, donde la ayuda humanitaria no se ofrece como una respuesta a una crisis, sino como un mecanismo para seguir sometiendo a la población palestina a las condiciones dictadas por el ocupante.
La ayuda humanitaria bajo el control israelí no modifica la estructura de violencia colonial; simplemente la administra. Al permitir la entrada de ayuda solo bajo su control, Israel está asegurando que dicha ayuda no socave su objetivo final: la completa subyugación del pueblo palestino y la consolidación de su dominio sobre los territorios ocupados. La verdadera ayuda humanitaria solo puede ser administrada de manera imparcial, independiente y neutral, pero estas condiciones no son compatibles con el régimen de ocupación israelí, que busca controlar y manipular cada aspecto de la vida en Gaza.
Bezalel Smotrich: La confesión de la limpieza étnica
Las declaraciones del ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, sobre la destrucción de Gaza, son una confesión abierta de la voluntad israelí de llevar a cabo una limpieza étnica a gran escala en Palestina. En una reciente conferencia en un asentamiento israelí en Cisjordania, Smotrich afirmó que Gaza “sería completamente destruida” en pocos meses y que la población palestina de la Franja de Gaza sería expulsada hacia “terceros países”.
Lo que Smotrich describe es, en términos claros, un proyecto de limpieza étnica: la expulsión de la población palestina de Gaza, que se ha mantenido en su territorio durante generaciones, y su reubicación forzada en países vecinos, para dejar espacio para una mayor expansión del proyecto colonial israelí. La intención de Smotrich de que los palestinos de Gaza “busquen reubicarse” es una expresión directa de la lógica sionista, que ve a la población palestina no como una nación con derechos, sino como un obstáculo para la expansión del estado israelí.
Este tipo de discurso revela la verdadera naturaleza del sionismo: no se trata de un proyecto de coexistencia o de paz, sino de un proyecto de dominio absoluto sobre la tierra de Palestina, y de la eliminación de cualquier forma de soberanía palestina. La limpieza étnica de Gaza no es una medida aislada; es parte de una estrategia a largo plazo que busca vaciar Palestina de su población nativa, y que se ha manifestado a través de expulsiones masivas, demoliciones de viviendas, y la creación de asentamientos ilegales.
La resistencia palestina: Un pueblo que se niega a morir
A pesar de la brutalidad de la ofensiva israelí, a pesar de las constantes campañas de exterminio y desplazamiento, el pueblo palestino sigue resistiendo. La lucha palestina es una lucha por la dignidad, por la tierra, por la identidad, por el derecho a existir en su propio hogar. Esta resistencia no es solo armada, sino una lucha ideológica, cultural y política que aboga por la liberación nacional.
La resistencia palestina, encabezada por HAMAS y otras facciones, no se limita a la lucha militar; es un desafío profundo al orden colonial impuesto por Israel. Cada acción militar israelí, cada ataque aéreo, cada asesinato de civiles solo refuerza la determinación del pueblo palestino de no ceder ante la ocupación. HAMAS, más allá de ser una organización armada, representa la ideología de un pueblo que se niega a morir, que se niega a abandonar su tierra y sus derechos.
En este contexto, la destrucción de Gaza por parte de Israel no puede entenderse como un acto de guerra, sino como un acto de genocidio y limpieza étnica, que forma parte de un proyecto más amplio de dominación y desplazamiento. Gaza no es solo un territorio estratégico; es el símbolo de la resistencia palestina, y mientras exista Gaza, la lucha por la liberación de Palestina seguirá viva.
Conclusión: El sionismo como proyecto colonial
La ofensiva israelí en Gaza no es una medida temporal ni una respuesta a la amenaza de HAMAS. Es una continuación de un proyecto colonial que busca erradicar cualquier forma de soberanía palestina y consolidar la ocupación de Palestina. La lógica detrás de la destrucción de Gaza no es simplemente eliminar una organización, sino eliminar la resistencia de un pueblo que sigue luchando por su existencia y su derecho a la autodeterminación.
El sionismo, como proyecto colonial, está condenado a enfrentarse con la resistencia palestina. No importa cuántas ofensivas militares Israel lance, no importa cuántos palestinos mueran o sean desplazados, el pueblo palestino seguirá luchando por su tierra, su identidad y su derecho a la libertad. La resistencia palestina no se limita a las armas; es una ideología profundamente arraigada en la lucha por la justicia y la autodeterminación. Mientras Israel continúe con su proyecto de ocupación y limpieza étnica, la lucha por la liberación de Palestina será una lucha interminable.