Publicada: viernes, 20 de junio de 2025 12:18

En las últimas 48 horas, la mayor oleada de ataques con misiles y drones por parte de Irán contra los territorios ocupados comenzó esta misma mañana, marcando un nuevo capítulo en una escalada regional que no muestra signos claros de desescalada.

Por Xavier Villar

Frente a esta realidad, las autoridades israelíes, con el respaldo de sus principales plataformas mediáticas, han desplegado una ofensiva informativa destinada a responsabilizar a Teherán de un ataque deliberado contra el hospital Soroka, en la ciudad de Be’er Sheva.

No obstante, la veracidad de estas acusaciones ha sido puesta en entredicho por múltiples fuentes independientes y análisis basados en evidencia geoespacial. Informaciones recogidas en medios hebreos indican que uno de los misiles iraníes impactó en las inmediaciones del hospital, pero expertos militares y mapas satelitales demuestran que el verdadero blanco del ataque fue el cuartel general de mando y comunicaciones del ejército israelí (IDF C4I), ubicado en el parque tecnológico Gav-Yam Negev, contiguo al hospital Soroka. Las imágenes evidencian la proximidad física entre el complejo militar y el centro sanitario, lo que inevitablemente genera preguntas sobre la decisión de Israel de emplazar instalaciones militares sensibles junto a infraestructuras civiles.

Teherán, aunque no ha emitido declaraciones específicas sobre el incidente en Be’er Sheva, ha reiterado en comunicados previos que sus ataques se limitan a objetivos estrictamente militares y responden a agresiones anteriores, como el bombardeo al consulado iraní en Damasco. Esta narrativa sugiere que Irán actúa dentro de un marco de autodefensa legítima, en respuesta a las constantes provocaciones y ataques israelíes.

Infraestructura militar en entornos civiles: la estrategia israelí

Cabe destacar que los centros atacados albergan miles de efectivos militares israelíes, además de sistemas de mando digital, operaciones cibernéticas y las estructuras C4ISR (comando, control, comunicaciones, computación, inteligencia, vigilancia y reconocimiento) del ejército sionista. El diario británico The Guardian también confirmó que el hospital Soroka se utiliza para atender a militares israelíes, mientras que el Ministerio de Salud israelí admitió que el hospital continúa funcionando, sufriendo solo daños menores.

Por otro lado, la organización Maguén David Adom, encargada de emergencias médicas en Israel, reconoció que el verdadero objetivo de los misiles iraníes fue el centro de investigaciones biológicas contiguo al hospital. Este centro, considerado una zona de seguridad sensible, fue estratégicamente ubicado junto al hospital para utilizarlo como escudo humano y cobertura. La pregunta fundamental que se desprende es: ¿por qué Israel decide situar instalaciones militares y de espionaje tan cerca de infraestructuras civiles vitales? Esta práctica pone en grave riesgo a la población civil y constituye una instrumentalización de espacios sanitarios con fines militares.

Distinciones legales y políticas entre ataques

Equiparar el ataque iraní —que impactó en la periferia del hospital Soroka, pero no en su interior ni con el objetivo de destruirlo— con los ataques israelíes repetidos e intencionados contra hospitales palestinos es, además de jurídicamente incorrecto, políticamente engañoso. La operación iraní no fue una “represalia” por los bombardeos a hospitales en Gaza, sino un acto legítimo de autodefensa amparado en el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, dirigido contra un objetivo militar de alto valor: el centro de mando e inteligencia de las Fuerzas Armadas israelíes.

El Derecho Internacional Humanitario establece, bajo los principios de necesidad militar y proporcionalidad, que los ataques deben limitarse a objetivos militares legítimos y evitar daños excesivos a la población civil en relación con la ventaja militar anticipada. En este caso, Irán apuntó a un blanco militar cercano al hospital, utilizando drones en lugar de misiles de gran potencia para minimizar los daños colaterales y proteger vidas civiles.

Las evidencias visuales indican que no hubo daños estructurales significativos en el hospital, solo efectos secundarios derivados de las ondas expansivas, como ventanas rotas, lo que confirma que se respetaron los principios de proporcionalidad y precaución.

En contraste, la conducta israelí en Gaza ha implicado ataques sistemáticos y reiterados contra hospitales, incluyendo bombardeos directos, el incendio de pacientes y la muerte de bebés en incubadoras, hechos ampliamente documentados. Este uso intencionado de infraestructuras médicas como blancos constituye una práctica que muchos expertos califican como un componente del genocidio contra la población palestina.

Militarización de infraestructuras civiles y acusaciones infundadas

La ubicación deliberada de bases militares junto a hospitales es una estrategia israelí para militarizar infraestructuras civiles, permitiéndoles acusar infundadamente a las víctimas palestinas de “escudos humanos”. Paradójicamente, esta política hace que cada acusación israelí contra la población civil palestina se convierta en una confesión indirecta de su propia instrumentalización militar.

Un escenario regional que se complica para Israel

A nivel geopolítico, la escalada actual no está resultando favorable para Israel. Hace menos de una semana, el régimen israelí lanzó un ataque devastador contra Irán, logrando infligir daños considerables y mostrando una aparente confianza en la debilitada posición del Eje de Resistencia.

Sin embargo, desde entonces, la realidad sobre el terreno ha cambiado: Israel ha perdido su principal refinería de petróleo, una infraestructura crítica para su economía y capacidad bélica. Los daños económicos suman miles de millones de shekels, mientras que Irán ha mantenido sus ataques diarios con misiles y drones, incluso después de reducir su volumen inicial. Las imágenes de destrucción han comenzado a sobrepasar las fronteras de los enemigos tradicionales de Irán, evidenciando un cambio en el alcance y en la dinámica del conflicto.

Impacto en la sociedad iraní y reacciones internacionales

Estos ataques israelíes han provocado un efecto contrario al esperado dentro de Irán. Lejos de provocar divisiones, han conseguido unir a amplios sectores de la sociedad iraní bajo la bandera de la defensa nacional. Este fenómeno es especialmente relevante en un momento en el que, hace apenas unas semanas, pocos imaginaban que la movilización social alcanzaría tal nivel de consenso y determinación.

Por otra parte, la escalada ha obligado a Estados Unidos a reactivar su presencia en la región, a pesar de ser consciente de que está entrando en un terreno peligroso y hostil. La presión sobre Washington es creciente, ya que cualquier implicación directa en el conflicto puede suponer consecuencias desastrosas para sus intereses en Oriente Medio.

Finalmente, la ofensiva israelí también ha provocado un incremento significativo en el apoyo internacional a Irán. A pesar del control que ejercen los grandes medios de comunicación, ciudadanos y movimientos sociales de todo el mundo manifiestan solidaridad con la República Islámica. Incluso grupos que semanas atrás mostraban posturas sectarias o enfrentadas, se han unido en apoyo a la causa iraní, marcando un giro significativo en la percepción global del conflicto y desmontando décadas de guerra mediática contra Teherán.

En definitiva, la reciente escalada entre Irán e Israel revela no solo la complejidad y brutalidad del conflicto regional, sino también la necesidad de analizar los hechos con rigor y perspectiva crítica, alejándose de narrativas simplistas y sesgadas. Mientras Irán actúa dentro de un marco legítimo de autodefensa, Israel continúa desplegando tácticas que ponen en riesgo a la población civil y desafían los principios fundamentales del Derecho Internacional. La verdadera comprensión de este conflicto requiere reconocer las responsabilidades y contextos de cada actor, y evitar confundir actos militares legítimos con campañas sistemáticas de agresión contra infraestructuras civiles que caracterizan un patrón de violencia genocida.