La presión popular, sin embargo, ha obligado a la justicia estadounidense a endurecer los cargos contra los involucrados en la muerte del afroamericano, George Floyd.
Estados Unidos sigue siendo escenario de protestas, activismo y violencia. A pesar de los toques de queda en varias ciudades del país, los manifestantes no titubearon en llenar las calles para pedir la justicia, no solo para George Floyd, que murió bajo custodia policial, sino para poner punto final a una crónica discriminación en Estados Unidos.
El presidente Donald Trump, criticado por su gestión de las protestas, volvió a defenderse. Responsabilizó a las autoridades demócratas de los estados por la crisis, y aprovechó para pronosticar el fracaso de los demócratas en las elecciones presidenciales del fin de año.
Las críticas contra Trump, sin embargo, ya están llegando a su círculo cercano. El exsecretario de Defensa de Trump, James Mattis, en un artículo publicado en la revista The Atlantic, se solidarizó con los manifestantes y consideró a Trump como una amenaza para la sociedad y la constitución del país.
La presión popular parece dar fruto. El fiscal general de Minnesota decidió endurecer los cargos contra Derek Chauvin, el ya exagente de la Policía de Minneapolis, que provocó la muerte del afrodescendiente George Floyd. Además, otros tres policías involucrados en el incidente están acusados de ayudar e instigar al asesinato en segundo grado.
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