El periódico estadounidense Washington Post, en un informe publicado el jueves ha ofrecido una nueva versión sobre el tremendo temor que existía entre los marineros estadounidenses desplegados en las aguas de la región de Asia Occidental por una represalia de Irán después de que Washington informara que había matado al “comandante militar más poderoso” del país persa en un ataque en Irak.
El capitán Christopher Stone, comandante del portaviones USS Normandy que escolta al USS Harry S. Truman cerca del Golfo Pérsico, recordó los detalles no reportados previamente, entre ellos, que ordenó a la tripulación que estuvieran preparados para “una acción militar directa” y tomasen precauciones necesarias, como llevar pasamontañas y guantes para complementar sus uniformes resistentes al fuego. Hicieron, también, cambios en el horario de la Marina y se cortó temporalmente el servicio de Internet que solían utilizar los militares para hablar con su familia.
“Hubo un sentimiento casi extraño. (…) Nunca he hablado realmente con nadie que se haya desplegado en cualquier [área de operaciones] en el que se experimente un nivel de advertencia de amenaza en el que estábamos. Este fue el nivel más alto de advertencia que he escuchado”, corroboró, por su parte, el general David Remmers, que supervisa las armas en USS Normandy y se encuentra en su tercer despliegue en la zona.
Entretanto, el suboficial Jordan Buck afirma que el anuncio de Stone sobre el asesinato de Qasem Soleimani fue un “momento impactante”.
“El nivel de amenaza se elevó como nunca había visto. Fue como una salpicadura de agua fría en la cara”, corroboró, comentando cómo comenzó a instruir nuevamente a los marines sobre el uso de las balsas salvavidas.
En Truman, que alberga a 5000 fuerzas y decenas de aviones de combate, la situación se sintió de forma similar para muchos efectivos. El marinero Desiree Allen, que opera equipos de apoyo de aviación en el portaviones, dijo que “por supuesto que estaba asustado” cuando escuchó sobre la creciente tensión con Irán.
Estados Unidos asesinó la madrugada del 3 de enero al teniente general Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán, junto al subcomandante de las Unidades de Movilización Popular de Irak (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe), Abu Mahdi al-Muhandis, y sus compañeros en suelo iraquí.
Cinco días después, Irán llevó a cabo un ataque con misiles contra dos bases militares de EE.UU. en Irak: la base Ain Al-Asad en la provincia occidental de Al-Anbar y la otra en Erbil, capital de la región del Kurdistán iraquí, en represalia por el ataque selectivo de Washington, ordenado por el presidente del país norteamericano, Donald Trump.
EE.UU. ya había puesto en alerta máxima sus sistemas de defensa antiaérea, aun así, no logró interceptar ni derribar ninguno de los misiles iraníes.
Horas después de la operación de represalia de Irán, Trump dijo que sus tropas estaban muy bien. Sin embrago, el Departamento de Defensa de EE.UU. (el Pentágono), afirmó el 16 de enero que 11 soldados fueron diagnosticados con una lesión cerebral traumática. La cifra se elevó luego a 34 y 50, hasta que los oficiales norteamericanos subieron este registro a 64 y ahora la cifra queda en 109.
La República Islámica de Irán ha hecho hincapié en múltiples ocasiones que sus tropas están listas para dar una “respuesta contundente, en un tiempo récord”, a cualquier agresión en su contra, incluso de EE.UU.
En este sentido, el CGRI derribó el 20 de junio un dron agresor espía MQ-4C Triton de EE.UU. con el sistema antimisiles de fabricación nacional ‘Tres de Jordad’, en la provincia iraní meridional de Hormozgan tras violar el espacio aéreo nacional.
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