El juicio político al presidente Trump se ha convertido en el dilema que ha dividido aun más a los demócratas en las últimas semanas. Los miembros más radicalizados del partido fantasean con esa opción desde antes de que Trump asumiera su cargo. Consideran que no puede ocupar el cargo alguien con un discurso y un historial tan divisivo y controversial.
La temprana investigación de la injerencia rusa en las elecciones de 2016 era la gran apuesta de ese grupo. Rápidamente, el fiscal Robert Mueller dio por probado que agentes rusos hackearon correos electrónicos de dirigentes demócratas y trataron de beneficiar a Trump.
También registró múltiples contactos entre el Kremlin y personas del entorno del entonces candidato. Sin embargo, Mueller concluyó su pesquisa en marzo sin encontrar evidencias de conspiración. Pero la discusión está lejos de haber terminado. La negativa del Gobierno a difundir el informe completo del fiscal y sin censura, genera dudas en la oposición.
Al caso de la llamada trama rusa hay que agregar otras políticas y medidas escandalosas de la administración Trump en lo relacionado con el muro fronterizo, criminalización de los migrantes, pagos por ocultar relaciones ilegítimas, tensiones comerciales y la salida unilateral de numerosos pactos internacionales.
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