Por Elham Abedini *
Los manifestantes condenaron abiertamente la asistencia económica y militar de Estados Unidos al régimen israelí, el amplio comercio entre ambos y el apoyo político total e incondicional que Washington brinda a Tel Aviv.
Este es un tema que el Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, ha subrayado repetidamente en los últimos años.
En su discurso más reciente, recordó al mundo que “sin lugar a dudas, Estados Unidos es el socio principal en la guerra contra Gaza”.
Anteriormente, se había referido a Estados Unidos y al régimen sionista como una “banda criminal”, calificando a Washington de cómplice directo en los crímenes genocidas de Israel.
Esta afirmación refleja un patrón histórico más amplio: la profunda y evidente complicidad de Washington en las guerras de Israel —ya sea en el ámbito militar, financiero, político, de inteligencia o incluso en la construcción de las narrativas—.
Es fundamental examinar las diversas dimensiones y capas de esta alianza.
Alianza militar
Desde el inicio de la guerra genocida contra Gaza, hace más de dos años, Washington no ha actuado como un mediador neutral, sino como un socio militar directo de Israel.
Según ABC News, Estados Unidos ha proporcionado al menos 21 700 millones de dólares en asistencia militar a Israel desde octubre de 2023.
En mayo de 2025, el ministerio de asuntos militares de Israel confirmó que 90 000 toneladas de armas y equipos habían sido enviadas desde Estados Unidos a través de 800 vuelos de carga y 140 barcos, una línea de suministro que ha sostenido el bombardeo sobre Gaza.
Israel sigue siendo uno de los mayores receptores mundiales de armamento estadounidense.
Hasta abril de 2025, mantenía 751 casos activos de Ventas Militares Extranjeras (FMS, por sus siglas en inglés), con un valor total aproximado de 39 000 millones de dólares, y es el único país que goza de una exención especial que le permite utilizar fondos de subvenciones estadounidenses para comprar a contratistas israelíes en lugar de estadounidenses.
Antes de la última guerra, la ayuda estadounidense representaba aproximadamente el 20 % del presupuesto militar israelí. Ambas partes también cofinancian anualmente 500 millones de dólares en proyectos conjuntos de defensa antimisiles —Cúpula de Hierro, Honda de David, Flecha I-III e Iron Beam— en todas sus fases, desde la investigación y el desarrollo hasta la producción. La participación de Lockheed Martin en el proyecto Iron Beam ejemplifica esta estrecha fusión.
Pocos días después del inicio de la guerra genocida, el 7 de octubre de 2023, los portaaviones estadounidenses Gerald R. Ford y Dwight D. Eisenhower se desplazaron hacia el este del mar Mediterráneo.
Durante la guerra de agresión de doce días impuesta a Irán, los activos navales y de defensa aérea de Estados Unidos incluso interceptaron misiles dirigidos contra la entidad sionista, utilizando el 20 % del arsenal estadounidense del sistema antimisiles THAAD, con un costo cercano a 800 millones de dólares.
Israel Hayom confirmó que aviones cisterna estadounidenses realizaron centenares de misiones de reabastecimiento aéreo para mantener operativos los cazas israelíes en sus ataques contra Irán, mientras más de 30 aeronaves adicionales KC-135 y KC-46 fueron trasladadas desde bases en Europa y Estados Unidos hacia esa zona de operaciones.
Al mismo tiempo, la base aérea Al-Udeid, en Catar, la mayor base militar estadounidense en Asia Occidental, funcionó como un centro de mando y control que transmitía datos de alerta temprana de sus radares AN/TPY-2 directamente a los sistemas israelíes.
Refuerzo económico
En el plano económico, Israel ha sido durante mucho tiempo el mayor receptor acumulado de ayuda exterior estadounidense, superando los 300 000 millones de dólares (ajustados por inflación) en asistencia total.
Tras los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, el Congreso de EE.UU. aprobó tres paquetes adicionales de apoyo por un valor total de 16 300 millones de dólares. Estos incluyeron el suplemento de abril de 2024, de 8700 millones, y las partidas anuales de 3800 millones de dólares en el marco del acuerdo de entendimiento de diez años (MOU), de los cuales 6700 millones se destinaron a sistemas de misiles.
Estados Unidos también ofreció 9000 millones de dólares en garantías de préstamos soberanos, lo que facilitó que Israel emitiera 5000 millones de dólares en “bonos de guerra”, adquiridos por inversores estatales y municipales estadounidenses a tasas inferiores al mercado, para financiar sus operaciones en Gaza.
Mientras tanto, a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y el Departamento de Energía, Washington intensificó los proyectos conjuntos en inteligencia artificial, ciberseguridad y tecnología de defensa, respaldando de facto la sostenibilidad económica y tecnológica de Israel.
Patrocinio político
En los planos político y diplomático, Estados Unidos ha brindado un escudo protector al régimen asesino de niños, utilizando su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU al menos seis veces (la más reciente en septiembre de 2025) para bloquear los llamados al alto el fuego, al acceso humanitario o a la rendición de cuentas. Esto garantizó la libertad estratégica de acción de Israel.
Cuando la Corte Penal Internacional (CPI) emitió órdenes de arresto contra el primer ministro Benjamín Netanyahu y su exministro de asuntos militares Yoav Gallant en noviembre de 2024, Washington impuso sanciones a cinco jueces y fiscales de la CPI (en febrero de 2025) y posteriormente advirtió a los Estados miembros que no ejecutaran las órdenes, amenazándolos con represalias económicas.
La administración Trump, simultáneamente, retiró la financiación estadounidense de varios organismos de la ONU —entre ellos el Consejo de Derechos Humanos, la UNESCO y la UNRWA— bajo el pretexto de un supuesto “sesgo antisraelí”, mientras presionaba a gobiernos árabes y musulmanes para normalizar sus relaciones con Israel en el marco de los llamados Acuerdos de Abraham.
Una de sus primeras acciones fue la anulación de las sanciones impuestas a los grupos de colonos violentos en la Cisjordania ocupada.
Colaboración en inteligencia
Inmediatamente después de los acontecimientos del 7 de octubre, el Pentágono envió unidades de Operaciones Especiales e integrantes de los servicios de inteligencia estadounidenses a los territorios ocupados para colaborar en misiones de rescate de cautivos y en asesinatos selectivos de altos dirigentes de Hamás, como Yahya Sinwar.
Durante la guerra de doce días contra Irán, se informó que oficiales de inteligencia israelíes estuvieron presentes dentro del propio centro de mando del Pentágono, participando en sesiones informativas clasificadas y, según la emisión del 2 de octubre de 2025 de Tucker Carlson, incluso dando instrucciones al personal estadounidense, en una violación extraordinaria del protocolo.
A lo largo de la guerra, se intensificó el intercambio de inteligencia entre ambos países, con Estados Unidos proporcionando a Israel vigilancia en tiempo real, imágenes satelitales y datos de inteligencia de señales (SIGINT).
El sector privado también se sumó: Microsoft confirmó el suministro de servicios de inteligencia artificial y computación en la nube al Ministerio de Asuntos Militares de Israel como “apoyo limitado de emergencia”.
Guerra mediática y narrativa
A pesar de que la guerra israelí-estadounidense ha causado cerca de 60.000 muertes en Gaza, y de que incluso la ONU ha confirmado que se trata de un genocidio, los funcionarios y figuras mediáticas estadounidenses siguen exonerando a Israel y blanqueando sus atroces crímenes de guerra.
En el programa 60 Minutes de CBS (octubre de 2025), los enviados de Trump, Steve Witkoff y Jared Kushner, negaron que la campaña de bombardeos sobre Gaza constituyera un genocidio, ilustrando así la continua cobertura moral de las acciones israelíes.
En los primeros días de la guerra, los principales medios de comunicación estadounidenses difundieron afirmaciones falsas sobre atrocidades, incluida la infame historia de los “40 bebés decapitados”.
El entonces presidente de Estados Unidos, Joe Biden, repitió también falsas acusaciones de que los cohetes de Hamás habían causado la explosión en el Hospital Al-Ahli, declaraciones que más tarde fueron desmentidas.
A través de la repetición de tales narrativas falsas, las élites políticas y mediáticas de Washington construyeron un muro moral en torno a la conducta de Israel, transformando la violencia masiva deliberada en una retórica de “autodefensa”.
En todas las dimensiones —militar, económica, política, de inteligencia y mediática—, la evidencia es abrumadora: Estados Unidos no actúa como un actor neutral, sino como el principal arquitecto y facilitador de la agresión genocida de Israel.
Sus recursos sostienen la maquinaria de guerra, sus vetos eliminan la rendición de cuentas, su inteligencia afina los objetivos y sus narrativas neutralizan la indignación.
El compromiso financiero directo en los últimos dos años asciende a más de 21 700 millones de dólares en ayuda militar, complementados por garantías soberanas de 9000 millones y un blindaje diplomático que ha impedido cualquier intervención o mecanismo de sanción internacional efectivo.
La integración estructural es tan profunda que el cese del apoyo estadounidense provocaría una pausa operativa inmediata y drástica de las fuerzas de ocupación israelíes, debido a su dependencia de la cadena de suministro de componentes estadounidenses.
En términos morales, políticos y jurídicos, Washington se mantiene hombro a hombro con Tel Aviv, como cómplice indispensable en los crímenes de guerra.
* Elham Abedini es analista de relaciones internacionales radicada en Teherán.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.
