Publicada: domingo, 5 de octubre de 2025 16:39

La compra de TikTok por individuos con lazos con Israel abre un capítulo inquietante en la evolución de las redes sociales y las narrativas políticas que se difunden en estos espacios digitales.

Por Xavier Villar

Más allá del mero cambio de propiedad, el traspaso de control sobre esta plataforma —uno de los espacios digitales más influyentes a nivel global, especialmente entre los jóvenes— plantea preocupaciones legítimas sobre la posible censura de contenidos que expresan solidaridad con Palestina, en un contexto en el que el propio Benjamín Netanyahu ha identificado la plataforma como un objetivo prioritario para la lucha contra la “propaganda” palestina.

La nueva doctrina de la compañía no solo revela un giro estratégico en la gestión de contenidos, sino que también refleja un patrón más amplio en la manera en que ciertos medios occidentales representan a los musulmanes en general. Se reproduce así una narrativa dualista que distingue entre un ‘buen musulmán’, aquel alineado con los intereses occidentales, y un ‘mal musulmán’, encarnado, por ejemplo, en la República Islámica o en los movimientos de resistencia islámicos regionales, presentados como una amenaza a contener y, en última instancia, a eliminar.

La adquisición y sus implicaciones políticas

Recientemente, la adquisición de TikTok por parte de un consorcio compuesto por individuos con vínculos políticos y económicos en Israel ha despertado alarmas entre analistas y activistas pro derechos humanos. Esta compra no puede interpretarse como un asunto meramente comercial o tecnológico, sino en el marco estratégico-geopolítico donde Israel busca aumentar su presencia y control sobre plataformas digitales para influir en la opinión pública global. TikTok, una red de videos cortos con cientos de millones de usuarios, ofrece un altavoz poderoso para narrativas culturales y políticas, particularmente para generaciones jóvenes que buscan espacios alternativos a los medios tradicionales.

Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, ha declarado a TikTok como uno de los focos más importantes de la “batalla contra la propaganda palestina”, lo que para muchos expertos significa un foco explícito en controlar, censurar o manipular el contenido palestino y pro-palestino en la plataforma. La compra, entonces, adquiere un significado mucho mayor: Reddit, YouTube, Twitter (X) —plataformas que ya han sido objeto de debates sobre moderación y censura— ven cómo se suma ahora TikTok a esta dinámica de control estratégico en manos de actores vinculados a Israel.

Censura y control narrativo: la afrenta a la voz palestina

Las preocupaciones legítimas derivan del análisis de los cambios en las políticas internas de TikTok bajo esta nueva administración. La plataforma ha comenzado a implementar sistemas más restrictivos respecto a los contenidos considerados “inapropiados” o “sesgados” en contra de ciertas figuras políticas o estados aliados de Israel. Esto puede interpretarse como un intento directo de acallar las voces que denuncian la ocupación, las violaciones de derechos humanos o que manifiestan solidaridad con el pueblo palestino.

En julio, TikTok incorporó a Erica Mindel, exinstructora del ejército israelí, quien ha declarado que su compromiso sionista se consolidó durante la Operación Margen Protector de 2014. Desde entonces, está al frente de la política de discurso de odio en la plataforma con el respaldo del influyente lobby ADL (Anti-Defamation League). Apenas dos meses después, el 13 de septiembre, TikTok actualizó sus directrices comunitarias prohibiendo a los usuarios referirse a las IDF como ‘terroristas’ e introdujo un sistema de moderación automatizada que elimina publicaciones de forma retroactiva. Numerosos usuarios denuncian que comentarios con frases como Free Palestine desaparecen en tiempo real y que videos que documentan crímenes de guerra israelíes son removidos. A ello se suma la adquisición del 80 % de la operación estadounidense de TikTok por parte de Oracle, Silver Lake y Andreessen Horowitz, un movimiento que apunta a intensificar el cerco sobre el contenido pro-palestino.

Aunque TikTok afirma que sus políticas buscan un trato justo y la protección de su comunidad, organizaciones de derechos humanos y usuarios denuncian una censura sistemática, con el fenómeno conocido como “shadow banning” o bloqueo en la sombra, que limita la visibilidad de publicaciones críticas con Israel sin notificar a los creadores. Así, la plataforma deja de ser un espacio neutral para convertirse en un campo de batalla informativo donde las voces palestinas y sus apoyos quedan sistemáticamente invisibilizadas.

La narrativa del “buen musulmán” y el “mal musulmán”

Este contexto de censura y control mediático se enmarca en una narrativa mucho más amplia, que ha sido analizada y descrita como la construcción de un “buen musulmán” frente a un “mal musulmán”. El “buen musulmán” es aquel considerado aceptable para Occidente, que se alinea con sus valores y objetivos geopolíticos: a menudo acomodado en discursos de integración cultural, moderación y cooperación estratégica. Este modelo se presenta como un ideal que legitima a ciertos grupos o regímenes musulmanes alineados con Occidente.

En contraste, el “mal musulmán” es representado a través de la figura de la República Islámica de Irán, o de movimientos y pueblos que han optado por caminos de resistencia contra lo que perciben como dominación imperial. Esta categoría implica la estigmatización, deslegitimación y una continua militarización discursiva, donde Irán es retratado como una amenaza existencial que justifica toda política de aislamiento, sanciones y guerra mediática.

La censura en TikTok refleja esta dicotomía al responsabilizar o señalar con mayor rigor los contenidos que aparecen alineados con el “mal musulmán” y su resistencia, mientras se suavizan o incluso se invisibilizan aquellos relatos sobre musulmanes que, en la narrativa dominante occidental, calificarían como “buenos”. Esto está en línea con una política editorial encubierta que reproduce la polarización beneficiosa para los intereses occidentales y sus aliados estratégicos.

La representación mediática occidental y su efecto en TikTok

La situación en TikTok no es un fenómeno aislado. Se inserta en una dinámica prolongada de representación mediática occidental que construye y fortalece imágenes negativas de Irán y de los musulmanes críticos o resistentes. Estas representaciones influyen de manera directa en la moderación y censura de plataformas digitales que buscan controlar la narrativa global.

El resultado es la consolidación de un imaginario global en el que Irán y sus aliados se perfilan como el “otro peligroso”, mientras que las agendas o voces críticas son sujetas a monitorización, bloqueo o silenciamiento. Este condicionamiento de la información en grandes redes sociales pone en riesgo los principios democráticos que sostienen la libre circulación de ideas y opiniones, particularmente en regiones donde las voces democráticas o contestatarias ya enfrentan severas restricciones estatales.

Con TikTok, cuya penetración cultural y social en la juventud mundial es enorme, esta construcción mediática adquiere una nueva dimensión y peligrosidad. El control y la censura de contenidos no solo configura una batalla informativa, sino un campo de guerra ideológica y cultural donde se definen identidades, legitimidades y derechos. 

La representación de la resistencia musulmana y la censura en redes sociales

Más allá de considerar únicamente un impacto económico o tecnológico para Irán, es necesario profundizar en la dimensión política y epistémica que subyace a la censura y control de contenidos en plataformas como TikTok. La resistencia musulmana, ya sea representada por Palestina, Irán o Hezbolá, sufre no solo un silenciamiento físico o mediático, sino una construcción intencionada dentro de un marco orientalista que refuerza estereotipos y paradigmas impuestos desde Occidente.

Este proceso orientalista implica la representación unilateral y sesgada del mundo musulmán como un espacio homogéneo, esencializado y amenazante. En este esquema, las narrativas de resistencia son construidas como amenazas temibles a vigilar y censurar, mientras que las voces críticas o emancipatorias son marginalizadas, deslegitimadas o eliminadas de la esfera pública digital.

La censura en TikTok no es un fenómeno aislado, sino parte de una lógica global de control epistemológico. La plataforma, bajo la influencia de sus nuevos propietarios con vínculos israelíes, actúa como instrumento de monitoreo y regulación narrativa, alineándose con discursos occidentales que imponen un modelo binario: buenos musulmanes versus malos musulmanes. En este marco, el discurso oficial israelí y occidental ubica a la resistencia como elemento disruptivo, peligroso y subversivo, que debe ser contenido o erradicado mediante mecanismos políticos, militares y también comunicacionales.

Este control mediático implica la reproducción y reforzamiento de prejuicios orientalistas mediante algoritmos y políticas editoriales que invisibilizan la pluralidad, complejidad y legitimidad de las luchas políticas y sociales dentro del mundo musulmán. En consecuencia, el acceso de millones de usuarios a narrativas alternativas de justicia y resistencia queda severamente restringido, configurando una suerte de hegemonía cultural digital que legitima la violencia simbólica y material contra estas comunidades.

Este paradigma afecta directamente a la legitimidad política de movimientos y gobiernos que cuestionan el orden internacional vigente, incidiendo en la percepción pública global y, por ende, en las posibilidades reales de cambio sociopolítico. En definitiva, la censura de TikTok no solo interfiere en la difusión de información, sino que también reproduce y consolida estructuras de poder colonial y neocolonial que históricamente han subyugado a las comunidades musulmanas y sus formas de resistencia.

Conclusión

La compra de TikTok por individuos vinculados a Israel no es un simple asunto corporativo, sino una maniobra con profundas implicaciones geopolíticas y culturales. La posible censura de contenidos pro-palestinos y la alineación de la política de moderación con agendas occidentales que construyen una dicotomía entre “buenos” y “malos” musulmanes son claros indicadores de la politización de estas plataformas digitales.

Frente a esto, es esencial que se mantenga una mirada crítica sobre quién controla la información, cómo se filtra y qué intereses oculta esa filtración. La defensa de la pluralidad de voces y la libertad de expresión, especialmente de aquellas que desafían el statu quo, es el terreno donde se juega no solo el futuro de TikTok, sino el de la propia democracia global.