Por: Xavier Villar
La decisión reciente de reactivar el mecanismo de “snapback” y la consecuente reimposición de sanciones internacionales contra Irán ha abierto un nuevo capítulo en una de las crisis geopolíticas más complejas y prolongadas del siglo XXI. A pesar de que este mecanismo está previsto en el acuerdo nuclear de 2015, conocido como Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés), su uso contemporáneo ha suscitado amplios debates sobre su legitimidad y efectos prácticos.
A partir de un contexto internacional altamente polarizado, dividido entre Occidente y un bloque emergente liderado por Rusia y China, la República Islámica se encuentra en un proceso estratégico de diseñar respuestas adaptadas para afrontar una ofensiva económica y política que busca limitar su influencia regional y nuclear.
Este artículo analiza la dualidad de esta situación: por un lado, el cuestionamiento formal y legal que la oposición internacional al snapback realiza y, por otro lado, la pragmática planificación con la que Irán se prepara para resistir y potenciar su posición en un escenario cada vez más convulso.
El mecanismo snapback: marco jurídico y controversias políticas
El mecanismo snapback fue concebido originalmente como un componente intrínseco del JCPOA para que, en caso de incumplimiento de las obligaciones por alguna de las partes, se activara la inmediata reimposición de sanciones levantadas previamente. Sin embargo, la activación de este mecanismo ha demostrado en los hechos una complejidad legislativa y política considerable, debido a la fuerte oposición de potencias como Rusia y China, las cuales han declarado la ilegitimidad de este procedimiento en su aplicación actual, basada principalmente en la retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo en 2018.
Rusia y China han expresado reiteradamente que el snapback carece de fundamento jurídico válido después de la salida de Washington, situación que fragiliza la cohesión y operatividad del Consejo de Seguridad de la ONU, pues ambos países son miembros permanentes con derecho a veto. A diferencia de Estados Unidos, que busca mantener presión unilateral con respaldo europeo —por medio del llamado E3 (Francia, Reino Unido y Alemania)—, Rusia y China han optado por no reconocer ni ejecutar las sanciones impuestas. Esta situación ha generado un estado de fractura en el orden multilateral y pone en evidencia la complejidad y ambigüedad del sistema internacional, donde la legalidad formal muchas veces se ve afectada por intereses geopolíticos encontrados.
La posición iraní: denuncia de la ilegalidad y estrategia de preparación
Ante esta dinámica, la República Islámica de Irán ha adoptado una doble vía: por un lado, una denuncia pública y formal de la ilegalidad del mecanismo snapback y, por otro, una actitud pragmática y realista orientada a anticipar el impacto y diseñar respuestas eficientes y coordinadas. La postura oficial advierte que la activación de dichas sanciones constituye un violento atropello contra el derecho internacional y el principio de soberanía nacional, apelando a la solidaridad de sus aliados en foros multilaterales y regionales
Independientemente de esta denuncia, el gobierno iraní, consciente de las restricciones que podría imponer un nuevo régimen de sanciones, ha lanzado un plan integral de respuesta que está siendo aplicado con especial énfasis en la protección de sectores críticos de la economía y la garantía de estabilidad interna. Según declaraciones oficiales, este plan articula responsabilidades concretas entre ministerios, bancos estatales, empresas clave y fuerzas de seguridad, todo con la intención de minimizar los efectos perjudiciales en la vida cotidiana de la población.
Este esquema de defensa se basa en varios ejes: asegurar el suministro de alimentos y medicinas, mantener en operación servicios esenciales como energía y transporte, fortalecer la infraestructura financiera interna para evitar restricciones externas y potenciar alternativas que permitan sortear el aislamiento económico impuesto externamente. La prioridad declarada es clara: evitar que la presión política se traduzca en un deterioro social que pueda desestabilizar el sistema y generar fracturas internas.
Cooperación y alianzas como palanca geoestratégica
En un contexto de presión creciente, Irán ha intensificado su alineamiento estratégico con Rusia y China, no solo en el plano diplomático sino especialmente en el económico y tecnológico. Recientes acuerdos bilaterales con Moscú para la construcción de nuevas centrales nucleares y la profundización del comercio bilateral constituyen ejemplos de cómo Teherán busca consolidar un eje euroasiático capaz de contrarrestar el embargo y abrir nuevas posibilidades de desarrollo.
La cooperación con estas potencias permite a Irán desafiar el monopolio occidental sobre instituciones financieras internacionales y los circuitos de inversión tecnológica, creando corredores alternativos que integran sistemas bancarios propios y transferencia tecnológica en áreas clave como energía y armamento. Esta diversificación tiene como objetivo reducir la vulnerabilidad frente a la reactivación de sanciones y demostrar la resiliencia de la economía nacional.
Respuesta diplomática: resistencia y apuesta por el diálogo
Pese al endurecimiento de las medidas coercitivas, Irán no ha abandonado completamente la vía diplomática. Desde una perspectiva estratégica, mantiene abierta la puerta para negociaciones que permitan mitigar sanciones mientras se protege su programa nuclear y soberanía política. Sin embargo, la experiencia desde 2018 hasta la actualidad ha generado desconfianza hacia los interlocutores occidentales, al considerar que los compromisos internacionales son vulnerables al cambio estratégico súbito (como la salida estadounidense del JCPOA en 2018).
La respuesta iraní, por tanto, es una mezcla de firmeza y pragmatismo: alerta sobre posibles represalias ante acciones consideradas ilegítimas, pero sin descartar la posibilidad de negociaciones ventajosas que permitan levantar algunas restricciones. En este sentido, el debate interno en Teherán incluye la consideración de medidas extremas como la posible salida del Tratado de No Proliferación (TNP) nuclear para reafirmar su autonomía estratégica, aunque sin asumir la construcción inmediata de armas nucleares, una postura que aún genera debate político y académico dentro y fuera de Irán.
Lecciones del pasado: preparación y aprendizaje estratégico
La situación actual dista de ser inédita para Irán. Desde la imposición de sanciones en 2006, el país no solo ha desarrollado una amplia experiencia en materia de resistencia económica y evasión de bloqueos, sino que ha transformado esas presiones en un motor de aprendizaje y autonomía.
Esa trayectoria acumulada le permite hoy encarar con mayor preparación una reacción internacional que, aunque más sofisticada en apariencia, no necesariamente es más efectiva. Fruto de este proceso se ha consolidado el desarrollo de capacidades propias en sectores estratégicos, una creciente autosuficiencia alimentaria y energética, y una política exterior que, lejos de depender de Occidente, se apoya cada vez más en alianzas alternativas que refuerzan su margen de maniobra.
Además, la política interna, con reformas parciales en la gestión económica y el refuerzo del control estatal en sectores estratégicos, busca consolidar una base sólida que garantice la continuidad del Estado incluso en condiciones adversas, evitando repetir los escenarios de crisis de la década anterior, cuando la depreciación de la moneda y la inflación impactaron con fuerza a los sectores más vulnerables de la población.
Impacto económico y social: desafíos y resiliencia
Si bien las sanciones derivadas del snapback no pueden ser menospreciadas, su impacto se ve moderado por la preparación estratégica que el gobierno iraní ha implementado. Sectores como la exportación de petróleo, aunque afectados, encuentran nuevos mercados en Asia y Medio Oriente, mientras que el comercio interno se sostiene gracias a mecanismos alternativos de intercambio y financiamiento.
La dimensión regional y las implicaciones geopolíticas
Es crucial situar esta disputa en el amplio contexto del equilibrio regional, donde Irán desempeña un papel central como potencia influenciadora del llamado ‘Eje de la Resistencia’, junto a actores como Líbano (Hezbolá), Yemen y diversos grupos palestinos. Las sanciones no buscan únicamente frenar las capacidades nucleares del país, sino también limitar su influencia militar y política en la región.
Por ello, la respuesta estratégica iraní no es únicamente económica o diplomática, sino que también incluye una reafirmación de su rol regional mediante el fortalecimiento de alianzas y apoyo a aliados estratégicos. Este repliegue y avance simultáneo busca equilibrar la presión externa mientras se mantiene la proyección regional de poder, mostrando que las sanciones no son una herramienta suficiente para destruir la influencia de Teherán.
Reflexión final: una nueva fase de la crisis, pero también de oportunidades
La activación del mecanismo snapback inaugura una fase intensa de confrontación, con sanciones que no solo funcionan como instrumento de presión, sino que también revelan las fracturas del sistema internacional multipartito. Más allá de su carácter punitivo, estas medidas están impulsando a Irán a redefinir su estrategia económica, política y diplomática, siguiendo una lógica propia de resiliencia y fortaleciendo sus vínculos con actores no occidentales.
Esta recomposición tiene implicaciones que trascienden la relación Irán-Occidente, impactando la gobernanza global y la arquitectura de seguridad regional y mundial. En este nuevo escenario, la capacidad iraní para maximizar el apoyo de sus aliados, mitigar los daños internos y aprovechar las separaciones geopolíticas será clave para enfrentar esta fase del conflicto nuclear con un pragmatismo sustentado en la experiencia y una visión estratégica a largo plazo.