Por: Yousef Ramezani
Durante la reciente agresión israelí-estadounidense contra Irán, la mayoría de los países europeos se abstuvieron de condenar abiertamente y optaron por el silencio. Alemania, sin embargo, fue más allá al apoyar abiertamente a los agresores.
En los primeros días de la guerra de 12 días impuesta a Irán, el canciller alemán Friedrich Merz no escondió la postura hostil de su país hacia la República Islámica ni su indiferencia por el derecho internacional, ya que apoyó públicamente la agresión injustificada e ilegal.
Merz sorprendió a todos al admitir de manera descarada que la entidad sionista actuaba como una herramienta occidental, llevando a cabo su “trabajo sucio”, mientras usaba un lenguaje despectivo para describir a la República Islámica y formulaba acusaciones infundadas sobre la política exterior iraní.
En una entrevista con el canal de televisión alemán ZDF durante la cumbre del G-7 en Canadá, Merz admitió el papel destructivo y desestabilizador del régimen israelí en Asia Occidental.
“Este es el trabajo sucio que Israel está haciendo en nombre de todos nosotros [en Occidente]”, afirmó.
“Solo puedo expresar mi máximo respeto por el ejército y liderazgo israelíes por tener el coraje de hacerlo. Sin su acción, podríamos haber visto el terror de este régimen continuar durante meses y años, posiblemente con un arma nuclear en mano”.
Desconcertado por la fuerte respuesta iraní a la agresión sionista, amenazó a Teherán con que la negativa a entablar conversaciones diplomáticas podría llevar a la “destrucción completa del programa nuclear de Irán”.
El líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), un partido de centro-derecha que invoca principios cristianos, recurrió a un lenguaje islamófobo y despectivo, refiriéndose a la República Islámica como un “régimen de los ayatolás”.
También acusó a la República Islámica de Irán, un país que no ha iniciado una guerra ni ha llevado a cabo agresiones contra otro país en su historia, de llevar “muerte y destrucción al mundo”.
Merz continuó criticando al Occidente por no actuar contra Irán, alegando que “los ataques israelíes podrían debilitar la estructura del gobierno en Irán”, repitiendo el antiguo proyecto de “cambio de régimen”.
No llegó a condenar las flagrantes violaciones del derecho internacional por parte del régimen israelí y de EE.UU. a través de ataques contra instalaciones civiles iraníes y la muerte de cientos de civiles, imitando el silencio observado ante la guerra genocida israelí sobre Gaza.
En declaraciones a los periodistas en Berlín, después de la cumbre del G7, días después de respaldar la agresión sionista contra Irán, Merz se mostró firme en sus comentarios previos, afirmando que habían recibido un amplio apoyo.
“Estos comentarios han recibido una aprobación abrumadora, y me alegra eso. Es compartido por muchos otros, y no necesito comentar sobre las pocas voces críticas que han surgido”, declaró Merz.
Su afirmación de “aprobación abrumadora” tiene poco peso y refleja las discusiones internas entre los principales políticos de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y EE.UU. (G7).
Incluso después, Merz mantuvo su postura apologética, defendiendo la agresión no provocada de EE.UU. contra tres instalaciones nucleares iraníes, mientras afirmaba apoyar una resolución diplomática para la crisis impulsada por Washington y Tel Aviv.
Fue aún más lejos, diciendo que no tenía “ninguna duda sobre la legitimidad y legalidad bajo el derecho internacional” de la agresión no provocada que costó la vida a alrededor de mil iraníes, muchos de ellos niños y mujeres, así como numerosos profesores universitarios, científicos y atletas.
Después de que el régimen israelí se viera obligado a detener su agresión y declarar un alto el fuego unilateral, Merz compareció ante el Bundestag y una vez más justificó los ataques israelíes y estadounidenses, citando una ley alemana sobre el derecho de la entidad sionista a existir.
Reacciones críticas
En una serie de declaraciones, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán, Esmail Baqai, criticó al canciller alemán por sus intentos de justificar los crímenes del régimen israelí, incluida su agresión no provocada contra la República Islámica y su continua guerra genocida sobre la Franja de Gaza.
Baqai afirmó que el apoyo de Merz violaba “los principios fundamentales de la Carta de la ONU y el derecho internacional”, y agregó que el canciller alemán, siendo él mismo un abogado capacitado, “debe saber muy bien que el ataque armado no provocado de Tel Aviv contra Irán fue una violación flagrante del Artículo 2(4) de la Carta y un acto de agresión evidente”.
Destacó que respaldar tal injusticia convertía a Alemania en cómplice de los crímenes sionistas.
“El gobierno alemán no puede eludir su responsabilidad internacional por actuar como cómplice de los actos incorrectos y criminales israelíes”, aseveró el portavoz del Ministerio.
“Recuerden las realidades históricas. Alemania encendió dos guerras mundiales. Aquellos que se han puesto del lado equivocado de la historia, mejor que se queden callados ahora”.
Baqai añadió que Merz persistía en profundizar aún más su posición en el lado equivocado de la historia al fijar su postura como un “apasionado defensor y apologista de un agresor genocida”.
Lo calificó de “extremadamente bajo para cualquier estadista el ignorar, y mucho menos intentar justificar, un acto flagrante de agresión y graves violaciones del derecho internacional”.
Al simpatizar con el régimen israelí y sus crímenes de guerra, Merz ha pasado por alto “Nie wieder Krieg (Nunca más guerra)”, un famoso lema alemán anti-bélico que surgió después de la Primera Guerra Mundial, según Baqai.
De acuerdo con Baqai, el patrocinio de Merz hacia la entidad sionista no solo marcaría su distanciamiento de la conciencia de la historia, sino también su falta de respeto hacia la conciencia colectiva del pueblo alemán.
Hostilidad total alemana
El canciller alemán Merz no estuvo solo entre los políticos alemanes en su retórica antiraní durante la agresión israelí-estadounidense que duró 12 días.
Extrañamente, el primer día de la agresión, antes de que Irán lanzara la primera ola de represalias sobre los territorios palestinos ocupados, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania emitió apresuradamente una declaración para condenar la legítima y legal respuesta militar de Irán.
La declaración repitió acusaciones infundadas y frecuentemente reiteradas, describiendo el pacífico programa nuclear de Irán como una “amenaza” para la región y el régimen de Tel Aviv.
Esta reacción prematura sugirió que la declaración había sido preparada con antelación y con un claro tono antiraní por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, sin tener en cuenta la secuencia real de los eventos.
Estas declaraciones inflamatorias también atrajeron críticas de Mohamed el-Baradei, ex director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), quien declaró:
“¿Alguien les ha dicho que los ataques dirigidos a instalaciones nucleares están prohibidos según el protocolo adicional 56 de la Convención de Ginebra (de la cual Alemania es miembro)? Aquellos que siempre se han puesto del lado equivocado de la historia, mejor que se queden callados”.
Varios días después, Martin Giese, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania, reaccionó a la decisión de Irán de suspender la cooperación unilateral con la AIEA, diciendo: “La suspensión de la cooperación de Irán con la AIEA es una señal desastrosa para la comunidad internacional”.
Giese ignoró completamente el desencadenante de tal decisión, haciendo caso omiso del papel destructivo y políticamente motivado del director general de la AIEA, Rafael Grossi, en la preparación del terreno para los ataques agresivos de EE. UU. y el régimen sionista contra los sitios nucleares pacíficos de Irán.
Un giro similar fue dado por el ministro de Exteriores alemán Johann Wadephul, quien acusó a Irán de cruzar “líneas rojas” al negarse a negociar con Washington, ignorando por completo el hecho de que la agresión israelí contra Irán ocurrió dos días antes de la sexta ronda de conversaciones entre Irán y EE.UU. en Muscat.
En los últimos días, Alemania se ha unido al Reino Unido y a Francia al amenazar con activar las sanciones de “snapback” de la ONU si Irán no llega a un acuerdo con EE.UU. antes de finales de agosto.
Berlín también ha lanzado acusaciones infundadas contra Teherán por presuntamente espiar a lugares e individuos judíos en la capital alemana, lo que llevó al arresto de un ciudadano danés de origen afgano.
La misión diplomática iraní en Berlín afirmó que estas acusaciones peligrosas y sin fundamento parecen ser parte de una “campaña dirigida a desviar la opinión pública” de los recientes actos de agresión del régimen sionista.
Las máscaras han caído
La postura del gobierno alemán sobre la agresión israelí contrasta de manera tajante con su habitual retórica sobre el “respeto al derecho internacional” y su posición en otros temas globales, como la guerra prolongada en Ucrania.
Esta nueva postura hostil, que es atípica incluso dentro del marco diplomático tradicional de Alemania, podría señalar un cambio en el tono, aunque no necesariamente en el contenido de su política exterior hacia Irán.
Podría decirse que finalmente han caído las máscaras: Alemania, abandonando la retórica vacía y contradictoria, ha revelado su verdadera posición hacia la República Islámica, algo que durante décadas había tratado de ocultar.
La Revolución Islámica de 1979, que derrocó la monarquía Pahlavi respaldada por Occidente y estableció la República Islámica bajo el liderazgo del Imam Jomeini, remodeló profundamente las relaciones exteriores de Irán con Alemania y otros países alineados con EE.UU.
Alemania, como el resto del llamado “Occidente colectivo”, vio el nuevo sistema político de la República Islámica como problemático, principalmente porque ya no podía ejercer influencia sobre la política exterior de Irán ni explotar sus recursos económicos.
En cambio, Irán no percibió a Alemania como un adversario. Sin una animosidad histórica entre ambos países, Teherán continuó abogando por relaciones constructivas con Berlín.
Sin embargo, la relación bilateral comenzó a deteriorarse, principalmente debido a las medidas hostiles de Alemania. Por ejemplo, Alemania se negó a reanudar la construcción de la planta nuclear de Bushehr, un proyecto iniciado originalmente en la década de 1970, cediendo a la presión estadounidense.
Para 1991, el gobierno alemán había prohibido la exportación de diversos productos industriales y de alta tecnología a Irán, incluidos materiales relacionados con la energía nuclear, consolidando aún más su postura adversarial.
Durante la guerra impuesta de la década de 1980, Alemania Occidental desempeñó un papel clave en el suministro de tecnología a Irak, contribuyendo notablemente al programa de armas químicas del dictador iraquí Saddam Hussein. Este apoyo, incluida la exportación de tecnologías de uso dual, fue visto por los defensores de los derechos humanos como complicidad directa en los atroces ataques químicos de Irak, que resultaron en la muerte y lesión de miles de civiles y soldados iraníes.
Irónicamente, mientras ayudaba al desarrollo de armas de destrucción masiva en Irak, Berlín justificó la terminación de su cooperación nuclear con Irán citando preocupaciones sobre la proliferación potencial y el presunto riesgo de que Irán desarrollara armas nucleares.
A lo largo de ese período, Alemania también se convirtió en un refugio para los terroristas antiraníes y los grupos separatistas, muchos de cuyos miembros fueron acogidos como asilados y se les permitió libre circulación.
Al mismo tiempo, los medios alemanes comenzaron a ridiculizar cada vez más a los líderes iraníes y a caricaturizar la sociedad iraní, señalando una creciente hostilidad ideológica hacia la República Islámica.
A medida que la política exterior de la UE se subordinaba cada vez más a los intereses geopolíticos de EE.UU., la postura hostil de Alemania hacia Irán también se intensificó.
Tras la retirada unilateral de EE.UU. del JCPOA en 2018 bajo el presidente Donald Trump, el comercio germano-iraní se desplomó, pasando de 3.4 mil millones de euros en 2017 a 1.8 mil millones en 2018, lo que refleja el impacto de las renovadas sanciones estadounidenses y la presión política.
El comercio siguió cayendo en los años siguientes. Para 2022, Alemania había cancelado las garantías de exportación para las empresas que trataban con Irán, ofreciendo justificaciones genéricas a menudo revestidas de clichés sobre supuestas “violaciones de derechos humanos”.
La ofensiva alemana contra Irán también se extendió más allá de los ámbitos políticos y económicos, llegando al ámbito cultural. Después de años de vigilancia, acoso y acusaciones de "extremismo", el Centro Islámico de Hamburgo (IZH), una de las instituciones chiítas más antiguas y prominentes de Europa, fue cerrado por la fuerza en 2024.
Durante este período, los medios alemanes se han convertido en uno de los más consistentemente hostiles hacia Irán, con una cobertura que es abrumadoramente sesgada, politizada o desinformada. La cobertura objetiva o equilibrada es prácticamente inexistente, y las narrativas a menudo están enmarcadas para avivar la hostilidad pública y promover la intolerancia.
Un ejemplo destacado de esto ocurrió el año pasado, cuando los políticos y los medios alemanes tergiversaron el caso de Yamshid Sharmahd, un ciudadano de doble nacionalidad condenado y ejecutado en Irán por orquestar un ataque terrorista que mató a 14 personas, presentándolo como una “víctima inocente de la injusticia”.
Sharmahd había vivido libremente en Alemania durante años mientras dirigía un sitio web que se atribuía abiertamente la responsabilidad de los ataques contra civiles iraníes, sin que las autoridades alemanas intervinieran.
En los últimos años, las manifestaciones antiraníes, a menudo lideradas por grupos separatistas o vinculados al terrorismo, se han vuelto cada vez más comunes en las ciudades alemanas. Estos mitines frecuentemente exigen un “cambio de régimen” violento en Irán, repitiendo la retórica más extrema de la periferia.
Lo que antes se limitaba a los márgenes de la política callejera ahora se ha convertido en política oficial en Berlín, personificada en la postura abiertamente hostil del canciller Merz.
Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.