La entrega del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado abrió una fractura inmediata en la conversación pública mexicana. La presidenta Claudia Sheinbaum evitó pronunciarse sobre el galardón y reiteró la línea histórica de México.
Del otro lado, la oposición mexicana celebró el Nobel como una victoria simbólica contra el chavismo y lo convirtió en una invitación abierta para ampliar la influencia de Estados Unidos en Venezuela. Algunos dirigentes y opinadores de la derecha llegaron incluso a sugerir que, si Washington interviene en Caracas, también debería hacerlo en México para “restaurar la democracia”. Algo que para otros analistas es una amenaza.
La narrativa termina sirviendo más como un vehículo de confrontación interna que como una reflexión sobre Venezuela.
Mientras Sheinbaum pide prudencia y apego constitucional, sus críticos ven en el Nobel una coartada para justificar presiones externas e intervenciones.
Sara Morales Gallego, Ciudad de México
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