Artistas, colectivos y movimientos sociales represaliados han denunciado la degradación gradual de la libertad de expresión en el Estado español, más allá del independentismo. Unidos han alzado la voz.
En la prisión Modelo de Barcelona, símbolo de la represión franquista, la plataforma “No Callaremos” ha presentado distintas acciones en contra de la persecución política e ideológica contra la disidencia.
En la misma línea, en la arena política, el presidente del Parlamento se ha reunido con entidades municipalistas para conformar el frente antirepresivo amplio y transversal que lleva días promoviendo para defender también que en Cataluña no hubo en ningún caso violencia ciudadana el 1 de octubre.
Los partidos unionistas, en cambio, empecinados en denunciar una supuesta violencia por parte del independentismo, han justificado el refuerzo policial del Gobierno español para garantizar el orden en territorio catalán.
El partido de Ciudadanos también ha equiparado a las principales asociaciones pacíficas independentistas con la Fundación Francisco Franco, la entidad del dictador español que, tras más de 40 años del fin de la dictadura, ha seguido recibiendo subvenciones públicas del Estado.
En este clima, y con la cúpula independentista encarcelada, Cataluña sigue sumida en un laberinto político de difícil solución por el cerco de la administración central y la difícil unidad soberanista.
Oriol Puig, Barcelona.
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