La explosión del martes en la capital libanesa, por un incendio accidental que prendió fuego a un almacén de petardos en el puerto de la ciudad, se extendió por toda la capital libanesa, matando al menos a cientos de personas, hiriendo a más de 5 mil y causando una destrucción generalizada.
Sin embargo, esta tragedia puede haber agravado la crisis de salud por el nuevo coronavirus, causante de la COVID-19, en el país, ya que miles de personas inundaron los hospitales a raíz de la explosión, y decenas de miles se han visto obligadas a mudarse con sus familiares y amigos después de que sus hogares sufrieran daños, lo que aumentó aún más los riesgos de exposición.
El país ya sufre una crisis sanitaria y económica ante la COVID-19, por las sanciones impuestas por algunos países occidentales como Estados Unidos y Europa que hunden a El Líbano.
Sin embargo, estos países no sólo no pretenden levantar sus sanciones, sino que incluso no descartan la posibilidad de imponer más sanciones, y mientras alegan que están dispuesto a brindar “ayuda urgente” a El Líbano.
También el presidente de Francia, Emmanuel Macron, —quien según muchos analistas todavía considera a El Líbano una colonia de su país— en su reunión del jueves en Beirut, amenazó a las autoridades libanesas de más sanciones en el caso de que ellos no implementen las reformas sobre la lucha contra la corrupción.
En este sentido, Rusia ha criticado las declaraciones de estos países, y ha enfatizado que si ellos quieren mostrar verdadera solidaridad con esta nación, deberían levantar las sanciones a Beirut.
Desde que el actual Gobierno libanés anunciara en enero la formación de un nuevo Ejecutivo, Washington y sus aliados han tratado de suscitar discordias entre los libaneses con miras a evitar la influencia del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá).
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