Tortura, injusticia, complicidad, impunidad. El Capitán James Joseph Yee, graduado de West Point y capellán militar aún recuerda Guantánamo y el horror. Junto a estos activistas, Yee lucha incansablemente por el cierre de la infame prisión militar. Denunciar la injustica le costó cárcel, carrera e incluso acusaciones de sedición.
Junto al capellán -y ante la Casa Blanca- simbólicamente, se recuerda a los muertos y detenidos en uno de los episodios más vergonzosos de la historia de Estados Unidos. Episodio que aún no concluye. En 2002, alrededor de 780 personas detenidas. Hoy, dos décadas después, 35 individuos. En la mayoría de los casos, sin cargos.
GITMO es un dolor de cabeza para la actual Administración. Obama prometió cerrar la cárcel y Joe Biden, quien parece olvidar que fuera parte de dicha fórmula, no se ha pronunciado al respecto. Entretanto, los sobrevivientes viven en el limbo denominado GITMO 2.0.
Cientos de seres humanos pasaron por Guantánamo, muchos de ellos menores de edad que ni siquiera sabían por qué fueron detenidos. Pero lo que se sabe es que estaban lejos del escrutinio público y legal de las leyes estadounidenses. Se sospecha que Guantánamo es solo la Punta del Iceberg y es parte de una red de distintos campos de concentración y tortura localizados en distintas partes del mundo.
Así, ni el derecho internacional, ni la jurisprudencia aplican. Es más, mientras más lejos, mejor: La tortura y la violación sistemática de los derechos humanos no necesita testigos.
Marcelo Sánchez, Washington DC
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